Ya se trate de aprender a escribir, de
dominar el revés en el tenis o de tocar la guitarra, los errores
inevitables pueden desesperar incluso a los aprendices más
voluntariosos. Hasta ahora se pensaba que estos desaciertos se debían al
ruido neuronal que presentan las regiones cerebrales responsables del
control de los movimientos. Un fenómeno que, por otra parte, puede
superarse con unas buenas dosis de práctica. Sin embargo, tales
inconsistencias no siempre representan un obstáculo, puesto que pueden
resultar un ingrediente clave para el aprendizaje, según recalca un
estudio publicado en enero en Nature Neuroscience.
Los investigadores mostraron a una serie de probandos
una curva que debían copiar sin ver la figura que trazaba su mano. Al
principio, todos dibujaron la curva mal, aunque algunos bastante peor
que los demás. Durante la fase de aprendizaje se puntuó cada trazado
según su parecido con el modelo. Tras cientos de repeticiones y de forma
gradual, los sujetos reprodujeron curvas cada vez más acertadas. Ahora
bien, quienes en un inicio se habían desviado más del modelo original
consiguieron curvas más precisas que los que habían mostrado una menor
irregularidad inicial. Otro experimento reforzó este resultado: cuando
los experimentadores provocaron cierta variabilidad en el movimiento,
mediante un campo de fuerzas que hacía desviar la mano del objetivo, los
sujetos aprendían el movimiento con mayor rapidez.
Unas fluctuaciones más grandes podrían deberse a que
el cerebro explora el espectro completo de acciones posibles, de manera
que estas convergen hacia movimientos precisos más rápidamente que si lo
hace a través de una búsqueda restringida. Maurice Smith, de la
Universidad Harvard, propone que la creación de un perfil del repertorio
de movimientos podría facilitar la rehabilitación de las personas que
han sufrido un infarto cerebral. «A partir de la variabilidad de
movimientos podríamos centrarnos en el tipo de tareas que estos
pacientes pueden aprender mejor», señala. Los resultados sugieren,
asimismo, que no debemos desesperarnos si al aprender una actividad
cometemos errores: esa torpeza puede ser clave para mejorar con
presteza.