Un modelo matemático establece una relación entre este
efecto y la necesidad orgánica de ahorrar recursos energéticos.
Investigadores
de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, han utilizado modelos
matemáticos para estudiar el efecto placebo. Gracias a ellos, han podido
establecer que este efecto existe por razones evolutivas. Según los
científicos, la puesta en marcha del sistema inmune resulta tan costosa
para el organismo que éste espera “señales” (como una pastilla) para
activarlo. De este modo, el cuerpo garantiza el ahorro de sus propios
recursos energéticos.
Una sustancia placebo es aquella capaz de
provocar un efecto positivo a ciertos individuos enfermos, si estos no
saben que están recibiendo un medicamento falso y creen que es uno
verdadero. Es decir, es un tratamiento cuya acción directa no es
efectiva, y que funciona debido a las creencias del paciente.
Varias
cuestiones emergen de este hecho: si la gente es capaz de recuperarse
sin ayuda externa, ¿por qué necesita de un placebo –una señal exterior-
para curarse?¿Por qué no hemos desarrollado la capacidad de mejorar
inmediatamente por nosotros mismos?
Dado el misterio de la
cuestión, la ciencia ha intentado desentrañar el secreto del placebo en
diversas ocasiones. Por ejemplo, en 2007, una investigación desarrollada
por neurólogos de la Universidad de Michigan reveló un posible
mecanismo neuronal que explicaría este efecto.
Según los
científicos de la UM, cuando una persona cree que va a tomar una
medicina, su cerebro activa una región vinculada a la habilidad de
experimentar un beneficio o una recompensa, el núcleo accumbens, y
segrega dopamina, provocando el alivio al dolor.
Esperando una señal
Ahora,
investigadores de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, han
arrojado nueva luz sobre el tema. Los científicos británicos, de la
Escuela de Ciencias Biológicas de dicha Universidad, desarrollaron
modelos matemáticos del efecto placebo, con el fin de estudiarlo.
Los
resultados obtenidos con estos modelos ofrecen una posible explicación
evolutiva del fenómeno, y sugieren que el sistema inmune tiene un
“interruptor” de encendido y apagado, controlado por la mente.
Según
publica NewScientist, la presente investigación comenzó con una
observación realizada por Peter Trimmer, biólogo de la Universidad de
Bristol y director del estudio: algo parecido al efecto placebo ocurría
con muchos animales.
Por ejemplo, el organismo de los hámsters
siberianos no lucha contra una infección si las luces de su
jaula-laboratorio imitan los breves días y las largas noches del
invierno. Pero si se cambia este patrón lumínico, de tal manera que
parezca que es verano, la respuesta inmune de estos roedores se dispara.
De
igual modo, aquellas personas que creen que están tomando un
medicamento, aunque en realidad estén recibiendo un placebo, pueden
generar una respuesta inmune que sería el doble de intensa que la de
aquellos que no han recibido medicación. Tanto en el caso de estos
individuos como en el de los hámsters, lo que ocurriría es que la
intervención crea una señal mental que estimula la respuesta inmune.
Para
este hecho existe una explicación sencilla, afirma Trimmer: la puesta
en marcha del sistema inmune resulta costosa para el organismo, tan
costosa que una respuesta inmune fuerte y sostenida podría reducir
drásticamente las reservas energéticas de cualquier animal.
En
otras palabras, cuando una infección no es letal, el organismo “espera”
una señal que le indique que luchar contra ella no le pondrá en peligro
de otra manera.
La confianza ayuda al sistema inmune
Esta
idea no es nueva, publica la Universidad de Bristol en un comunicado,
de hecho ya fue propuesta por el teórico de la psicología Nicholas
Humphrey y en ella se ha basado la investigación de Trimmer.
Hace
una década, Humphrey propuso que podía ser beneficioso mantener bajo el
rendimiento del sistema inmune por las incertidumbres acerca del estado
del mundo (como la posibilidad de inanición), y que ciertas claves que
indicasen un cambio en este sentido podrían propiciar una alteración en
la respuesta inmune, esto es, activarla.
Según la idea de
Humphrey, el organismo del hámster siberiano actuaría a partir de la
señal lumínica de “verano”, poniendo en marcha su sistema inmune, porque
en verano el suministro de alimento está garantizado y la energía para
sostener la respuesta inmune al tiempo que otros mecanismos orgánicos,
también.
En el caso de los humanos, nosotros responderíamos al
tratamiento, aunque fuera falso, porque este nos “aseguraría” un alivio
de la infección, lo que permitiría que nuestra respuesta inmune
funcionara rápidamente y con éxito, sin comprometer demasiado los
recursos energéticos del cuerpo.
Una ventaja evolutiva
El
modelo matemático de Trimmer y sus colaboradores parece respaldar todas
estas ideas porque indicó que, efectivamente, bajo situaciones de
estrés, resulta mejor para el sistema inmune trabajar de manera menos
eficiente.
En otras palabras, sus resultados demuestran que poder
“encender” o “apagar” el sistema inmune en función de las condiciones
del entorno entraña un claro beneficio evolutivo.
De hecho, el
modelo reveló que, en entornos difíciles, los animales vivían más tiempo
y engendraban más descendencia, si resistían las infecciones sin
necesidad de que sus organismos activaran una respuesta inmune.
Sin
embargo, el hallazgo más curioso del estudio fue que un tipo particular
de creencia en el tratamiento podía tener efectos negativos o positivos
Por ejemplo, la creencia en que el tratamiento curará, sin necesidad de
respuesta alguna por parte del sistema inmunológico, tenía efectos
negativos en la salud del paciente.
De cualquier manera, ahora
que un método teórico ha sentado las bases para la comprensión del
efecto placebo, futuros trabajos empíricos podrían proporcionar una
nueva compresión sobre cómo el efecto placebo puede ser activado y
controlado en entornos clínicos.
Según los investigadores, un
mejor entendimiento de este efecto podría cambiar el modo de proceder de
los médicos e incluso salvar vidas. Los resultados obtenidos por
Trimmer y sus colaboradores han aparecido detallados en la revista
Evolution and Human Behavior.
Por: Yaiza Martínez (tendencias21.net)
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