Después de vivir encerrados en un laboratorio, siendo partícipes de
múltiples experimentos médicos, los chimpancés no pueden regresar a una
vida normal una vez dados de alta. La mayoría sufren de depresión y
traumatismo y son incapaces de relacionarse con los demás miembros de su
especie.
Debido a que compartimos el 99% de nuestro ADN con los chimpancés,
estos animales sirven como ideales modelos de humanos en la
investigación médica. Su similitud genética significa que pueden
contraer casi todas las enfermedades que afectan a las personas hoy en
día. Han sido utilizados principalmente en la elaboración de vacunas y
tratamientos como la de hepatitis A, B y el SIDA.
Alrededor de mil chimpancés se encuentran actualmente en
laboratorios, tanto privados como gubernamentales, tan solo en Estados
Unidos. Una vez servida su sentencia, la mayoría son liberados en
santuarios. Muchos de ellos, tras 10 o 15 años de encierro. Solitarios,
apáticos y con varios trastornos mentales, no pueden resumir una vida
social sana.
Afortunadamente para los chimpancés, un nuevo estudio apunta hacia
los antidepresivos como una posible solución a la vida tras el
laboratorio. Godelieve Kranendonk del Centro de Rescate para Animales
Exóticos y Martin Bruene, psiquiatra de la Universidad de Bochum en
Alemania, han administrado a cinco chimpancés dosis de SSRI (inhibidores
selectivos de recaptación de serotonina) con excelentes resultados.
Después de 6 a 8 semanas, los chimpancés recobraron su vitalidad y
empezaron a interactuar y jugar con otros simios. Conforme presentaban
un comportamiento normal, el medicamento se suspendió gradualmente. Más
allá de ser físicamente similares, nuestros parientes también comparten
respuestas emocionales y psicológicas.
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