El equipo de Ignacio Martínez trabaja desde finales de los 90 en esta línea de investigación, a través de dos aproximaciones diferentes. “El problema de estudiar el lenguaje es que no tenemos una máquina del tiempo que nos permita saber si hablaban, por lo que estudiamos distintas líneas de evidencia. Si todas coinciden en un mismo punto, tenemos una certidumbre muy seria”, señala el investigador, quien destaca la riqueza y la calidad de los fósiles hallados en la Sima de los Huesos, lo que ha permitido abrir estas dos aproximaciones al problema.
La primera, detalla, trata “de reconstruir la anatomía de las vías aéreas superiores, con lo que hablamos, la garganta y la boca”. “Las personas tenemos una anatomía especial que nos permite producir los sonidos del lenguaje. Por ejemplo, los chimpancés no pueden hacer los sonidos de las consonantes y esto tiene una explicación anatómica. Con los fósiles que disponemos, un hueso hioides (el que está en la base de la lengua) y las vértebras del cráneo 5 que nos permiten saber cómo era su cuello, evidenciamos que la gente de la Sima de los Huesos es diferente a un chimpancé y en lo que se diferencia de éstos se parece mucho a los humanos, aunque todavía no es exactamente igual”, subraya.
Así, a nivel fisiológico, el Homo heidelbergensis “tendría la capacidad de un niño de 10 años, por lo que podría hablar perfectamente”, asegura. Frente a esta aproximación “clásica”, puesto que estos estudios sobre la capacidad anatómica ya se han realizado con otros fósiles en otras partes del mundo, el equipo de investigación de Ignacio Martínez trabaja en una línea novedosa.
“Hemos desarrollado una metodología
nueva para estudiar una aproximación al problema que no se le había ocurrido a
nadie, a través de la audición”. A través de los huesecillos del oído medio
(yunque, martillo y estribo) y también del propio hueso temporal (donde está
alojado el oído), se puede hacer una reconstrucción y analizar su
funcionamiento. “Es como hacer un audiograma. Con estos fósiles somos capaces
de reconstruir con precisión cómo oían. Los humanos oímos de manera diferente a
los chimpancés, también porque estamos especializados en el lenguaje. De igual
manera que los chimpancés no pueden pronunciar las consonantes, una parte de
ellas resuenan en unas frecuencias en las que los chimpancés no tienen
sensibilidad y por ello capacidad de distinguirlas con facilidad. En cambio, a
esa gama de frecuencias nuestro oído está adaptado y tiene mucha sensibilidad,
y por eso distinguimos muy bien las consonantes. Al estudiar los fósiles de la
Sima hemos visto cosas similares, su sensibilidad acústica es muy diferente a
la de los chimpancés y se parece mucho a la de los humanos, pero todavía no es
igual”, agrega el experto.
En cuanto a los nuevos hallazgos
realizados en la Sima de los Huesos durante esta campaña, Ignacio Martínez
avanza que no les ayudarán a seguir en esta línea, ya que no pertenecen a la
región que estudian. No obstante, han abierto nuevas vías de trabajo y prevén
trasladar los estudios al oído interno, así como extender la nueva metodología
desarrollada en torno a la audición a otros fósiles más antiguos hallados en
otras partes del mundo.
Doctor en Biología por la
Universidad Complutense de Madrid, Ignacio Martínez es miembro de las
excavaciones e investigaciones de la Sierra de Atapuerca desde 1984 y forma
parte del equipo que baja a la Sima de los Huesos desde hace más de 20 años Sus
principales líneas de investigación se relacionan con la base del cráneo y el
origen del lenguaje y la audición en la evolución humana. Es autor de numerosos
artículos científicos en las más prestigiosas revistas del campo de la
evolución humana (como Nature y Science), libros de ensayo y divulgación.
(Fuente: Cristina G. Pedraz/DICYT)
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