Nuestro cerebro detecta emociones en las caras de los demás gracias a la
amígdala, una pequeña estructura con forma de almendra localizada en la
parte más profunda del cerebro. Compuesta de núcleos de neuronas, su
función principal es la de procesar y almacenar los recuerdo de
experiencias emocionales que han dejado huella en las conexiones
sinápticas. Para deducir que alguien está triste, nuestra memoria
influye en mayor medida que los signos visibles en el rostro, según las
últimas investigaciones.
Un grupo de neurocientíficos implantó
electrodos en la amígdala de siete enfermos de epilepsia que estaban a
punto de someterse a cirugía cerebral. Los investigadores registraron la
actividad de 200 neuronas individuales y analizaron la forma en que
estas respondían al estímulo visual del paciente mientras este observaba
una serie de fotografías con rostros felices y tristes. El equipo
encontró un subconjunto de células encargadas de discernir ambas
emociones, incluso cuando estas eran identificadas de manera errónea.
Los
resultados sugieren que las neuronas de la amígdala reconocen las
emociones en las expresiones faciales de los demás en base a criterios
subjetivos almacenados en nuestra memoria, más que atendiendo a las
características visuales de las caras. Por lo tanto, cuando se trata de
reconocer lo que sienten los demás a través de su rostro, lo que
pensamos que vemos parece ser más importante que lo que vemos.
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