Conocer las características y las variaciones del clima del
pasado es básico para saber las circunstancias que determinaron la
evolución humana en Europa
Conocer cómo era el clima de la Tierra en el pasado es el objetivo de
los paleoclimatólogos. Estos científicos emplean diversas técnicas
para realizar sus estimaciones, como el análisis de capas de hielo
polares, los anillos de los árboles o los sedimentos. En esta última
línea trabajan miembros del Equipo de Investigación de Atapuerca (EIA),
quienes estudian desde hace varios años la evolución del clima a
partir de restos de microfauna hallados en los yacimientos de la Sierra
de Atapuerca.
Se trata de un nuevo enfoque para abordar el problema en base a las
variaciones registradas en la composición de la microfauna la Sierra. El
equipo, dirigido por la profesora de la Universidad de Zaragoza Gloria
Cuenca-Bescós, tiene en el yacimiento de la Gran Dolina una gran
fuente de información, ya que cuenta con un amplio registro
paleontológico que permite investigar el clima del último millón de
años.
Así lo explica a DiCYT Hugues-Alexandre Blain, investigador del
Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES),
uno de los miembros de este grupo, formado además por científicos de la
Universidad Rovira i Virgili de Tarragona, la Universidad de Zaragoza y
el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh)
de Burgos.
En concreto, Blain ha profundizado en el estudio de las comunidades
de anfibios y reptiles hallados en los distintos niveles del yacimiento
de Gran Dolina. Tritones, ranas, sapos, lagartos y serpientes son los
animales analizados, cuya importancia reside en dos aspectos. Por un
lado, se trata de animales que siguen vivos hoy día en la península
Ibérica mientras que todas las especies de mamíferos encontradas
“corresponden a especies extinguidas”. De este modo, analizando las
variaciones de los anfibios y reptiles actuales frente a los anfibios y
reptiles fósiles “se pueden calcular parámetros climáticos”.
Por otro lado, aunque se considera popularmente que anfibios y
reptiles son animales de sangre fría, regulan su temperatura corporal en
función de la temperatura ambiente (al contrario que los mamíferos que
mantienen siempre la misma temperatura) por lo que son animales “muy
dependientes del agua y de la temperatura” y por tanto de las
variaciones del clima.
Últimos trabajos
Los últimos trabajos realizados por el grupo completan los datos
climáticos aportados por los sondeos de hielo en el Polo Sur y por los
sondeos marinos realizados en el océano Pacífico, en los que se observó
que hace 450.000 años los momentos cálidos o interglaciares empezaron a
ser más cálidos que hasta la fecha. Hace aproximadamente dos años
otros científicos analizaron el caso de Inglaterra y observaron que no
había estos picos de calor en momentos posteriores a los 450.000 años.
El grupo de microfauna del Equipo de Investigación de Atapuerca ha
estudiado el caso Mediterráneo y ha concluido que se produjo un
importante cambio en las condiciones de temperatura y pluviosidad hace
unos 450.000 años. Los fósiles de anfibios y reptiles anteriores a esa
fecha ponen de manifiesto la existencia de un clima relativamente frío y
húmedo, mientras que los registros posteriores a los 450.000 años
revelaron un importante cambio en las condiciones climáticas, con
temperaturas mayores y lluvias más escasas.
La importancia de estos estudios radica en que conocer las
características y las variaciones del clima del pasado es básico para
saber las circunstancias que determinaron la evolución humana en Europa.
El estudio de anfibios y reptiles centró parte de la tesis doctoral
del investigador del IPHES, realizada en Francia entre 2001 y 2005. De
cara al futuro apunta su intención avanzar en dos líneas: la
paleoecología humana, es decir, el estudio de restos fósiles para
reconstruir el medio ambiente y los ecosistemas del pasado; y la
paleoclimatología. “Me gustaría investigar el tema del agua, ya que
siempre se ha hablado de la temperatura pero creo que los homínidos y la
fauna han estado más ligados al agua que a la temperatura, sobre todo
en el Mediterráneo donde las sequías pueden tener consecuencias muy
graves”, señala.
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