jueves, 8 de octubre de 2009

LA RAZON FUNDAMENTAL POR LA QUE DORMIMOS

LA RAZON FUNDAMENTAL POR LA QUE DORMIMOS

¿Por qué necesitamos dormir? ¿Cuál es la razón de que este proceso sea tan fundamental para muchas especies? Existen varias teorías sobre la función del sueño, entre ellas la de que se necesita ese estado para realizar debidamente tareas de mantenimiento del cerebro (incluyendo la consolidación de recuerdos y la poda de los menos importantes), la de que el sueño es idóneo para revertir los daños causados por el estrés oxidante mientras estamos despiertos, y la de que el sueño estimula la longevidad. Ninguna de esas teorías está bien fundamentada, y muchas se excluyen mutuamente. Sin embargo, un nuevo análisis aporta una visión diferente sobre el sentido evolutivo de dormir.

Normalmente, el sueño se ha visto como algo negativo para la supervivencia, porque mientras un animal duerme puede ser vulnerable a los depredadores y se ve impedido de desarrollar las conductas que garantizarían su supervivencia. Estas conductas incluyen la alimentación, la procreación, el cuidado de los miembros de su familia, la observación del entorno para detectar peligros, y la búsqueda de presas.

Por eso se ha creído que el sueño obedece a alguna función fisiológica o neurológica aún no identificada, que no puede desempeñarse cuando los animales están despiertos.

El laboratorio de Jerome Siegel, profesor de psiquiatría y director del Centro de Investigación del Sueño en el Instituto Semel para la Neurociencia y la Conducta Humanas en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), ha llevado a cabo una investigación sobre la duración del periodo de sueño de una gran variedad de animales. El equipo ha llegado a la conclusión de que el sueño por sí mismo es notablemente adaptable, y se parece mucho a los estados inactivos observados en numerosas especies, incluyendo vegetales y microorganismos simples, los cuales, en muchos casos, ni siquiera poseen sistema nervioso. Esto constituye un desafío a la idea de que dormir es sólo cosa del cerebro.

La hibernación es un ejemplo de actividad que regula la conducta para sobrevivir. Al hibernar, un animal logra una eficaz reducción del consumo de energía y, por tanto, su necesidad de alimentos. Esto le permite permanecer refugiado en madrigueras subterráneas, a salvo de los depredadores.

A diferencia de la hibernación o el letargo, el sueño es rápidamente reversible, es decir, los animales pueden despertar de inmediato y recobrar las capacidades propias del estado de vigilia. Este beneficio de la reactivación rápida es una adaptación exclusiva que les permite responder con relativa velocidad ante bastantes señales sensoriales captadas mientras duermen.

Los humanos también encajamos en este análisis. Lo más significativo del sueño no es la vulnerabilidad o la falta de respuesta que produce ante ciertos estímulos, sino su capacidad para reducir el metabolismo corporal y cerebral, y, sin embargo, garantizar todavía ese alto nivel de respuesta ante el entorno.

Un ejemplo citado muy a menudo, es el de cómo los padres logran despertarse con los primeros quejidos de su niño pequeño, y, sin embargo, son capaces de dormir con los ruidos de una tormenta. Éste es un buen ejemplo que demuestra la habilidad del cerebro humano, mientras duerme, para procesar continuamente bastantes señales sensoriales y activar un despertar completo ante un estímulo significativo, en unos pocos cientos de milisegundos.

En los humanos, el cerebro constituye, como promedio, sólo el 2 por ciento del peso total corporal, pero consume el 20 por ciento de la energía gastada durante una jornada de vigilia con actividad física discreta. Por tanto, el ahorro de energía derivado del dormir tiene una gran relevancia adaptativa. Además de conservar energía, el sueño también trae beneficios para la supervivencia del ser humano, como son, por ejemplo, la reducción del riesgo de accidentes, una menor necesidad de consumir recursos, y menos probabilidades de ser detectado por los depredadores si el individuo está bien escondido de estos, o en un lugar fuera de su alcance.

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CAMINAR EN CIRCULOS

CAMINAR EN CIRCULOS

En muchas novelas y películas, es un tema común que cuando las personas se pierden en un desierto o una selva terminan caminando en círculos. No importa cuánto se esfuercen para andar en línea recta; en algún punto acaban topándose con sus propias huellas y se desesperan porque comprenden que nunca regresarán a la civilización. Sorprendentemente, la creencia de que las personas caminan en círculos cuando están perdidas se basa casi por completo en evidencias anecdóticas y nunca se ha estudiado sistemáticamente en un desierto o selva verdaderos.


Un equipo de científicos del Grupo de Acción y Percepción Multisensorial del Instituto Max Planck para la Cibernética Biológica en Tubinga, Alemania, bajo la dirección de Jan Souman y Marc Ernst, ha presentado ahora la primera evidencia empírica de que las personas realmente caminan en círculos cuando no tienen señales fiables de su dirección al andar.

En este estudio, se examinó la trayectoria seguida por cada una de diversas personas que caminaron durante varias horas en el Desierto del Sahara y en la zona boscosa alemana de Bienwald. Los científicos usaron el sistema de posicionamiento global GPS para grabar estas trayectorias. Los resultados revelan que los participantes sólo eran capaces de mantener una trayectoria recta cuando el Sol o la Luna eran visibles. En cuanto el Sol desaparecía detrás de alguna nube, los individuos empezaban a caminar en círculos sin que se dieran cuenta de ello.

Una explicación ofrecida en el pasado para el caminar en círculos es que la mayoría de las personas tiene una pierna un poco más larga o más fuerte que la otra, lo que produciría una desviación sutil pero sistemática hacia una dirección. En los nuevos experimentos se constató, sin embargo, que esa no es la causa, ya que las mismas personas a veces se desviaban hacia la derecha y otras hacia la izquierda, siendo muy raros los casos en que se desviaban sistemáticamente hacia un solo lado.

Por consiguiente, caminar en círculos no está causado por las diferencias en la longitud de las piernas o en su fuerza, sino que más probablemente es el resultado de la creciente incertidumbre sobre dónde está la dirección hacia adelante. Los pequeños errores aleatorios en varias clases de señales sensoriales que proporcionan la información sobre la dirección en la que se está caminando se van acumulando con el tiempo, haciendo que una persona perciba que camina en línea recta cuando en realidad se desvía de esa dirección.

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