viernes, 16 de abril de 2010

La gran teoría unificada de la Inteligencia Artificial



La gran teoría unificada de la Inteligencia Artificial
Actualizado Martes , 06-04-10 a las 12 : 10
Entre 1950 y 1970, las investigaciones sobre Inteligencia Artificial (IA) se orientaron casi exclusivamente a descubrir las reglas del pensamiento. Pero ese enfoque demostró ser mucho más complicado de lo imaginado. Luego, los científicos pusieron todo su empeño en el campo de las probabilidades, buscando patrones estadísticos que permitiesen a los ordenadores aprender a partir de grandes conjuntos de datos, y también fracasaron. Ahora, científicos del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) intentan combinar ambas técnicas para lograr -finalmente- avances importantes en las ciencias cognitivas.
El enfoque probabilístico ha sido responsable de la mayor parte de los avances recientes en Inteligencia Artificial (IA). Gracias a este paradigma son posibles los sistemas de reconocimiento de voz, o el sistema de Netflix que recomienda películas a sus suscriptores. Pero Noah Goodman, un científico del departamento de Ciencias Cognitivas y del Cerebro del MIT, que trabaja en el laboratorio de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, opina que la IA sacrificó demasiado cuando abandonó el uso de reglas. Googman cree que combinando lo mejor de los antiguos sistemas basados en reglas con los resultados de los más recientes sistemas probabilísticos se podría desarrollar una nueva forma de modelar el pensamiento. Si está en lo cierto, esto revolucionaría tanto la IA como las ciencias cognitivas en general.
Las aves vuelan, luego las palomas vuelanLos primeros investigadores que se interesaron por la Inteligencia Artificial intentaron modelar el pensamiento como una colección de reglas lógicas: si sabemos que las aves pueden volar, y te dicen que una paloma es una ave, deduces que las palomas vuelan. No está nada mal, pero no siempre funciona tan bien como puede parecer a primera vista. Este enfoque requiere de una enunciación de las premisas utilizando un lenguaje extremadamente riguroso, para que el ordenador pueda extraer conclusiones sin luchar contra las ambigüedades que normalmente están presentes en una conversación típica. Durante años, los investigadores usaron reglas para codificar muchas de las afirmaciones con sentido común, y las almacenaron en grandes bases de datos. Pero el sistema tiene un problema, y es que todas las reglas tienen alguna excepción. En efecto, así como no todas las aves pueden volar, cada regla de la base de datos contiene algún caso atípico que puede provocar que las conclusiones extraídas por el ordenador sean completos disparates (“Los pingüinos pueden volar”, por ejemplo). Los especialistas descubrieron que el desarrollo de la IA basada en reglas era mucho más difícil de lo previsto.
Cuando descubrieron esto, intentaron un enfoque basado en la probabilística. Dejaron las reglas rígidas de lado, y escribieron programas capaces de “aprender” a partir de una gran cantidad de ejemplos que se ponían a su disposición. Se alimentaba al sistema con una serie de imágenes de aves, y este infería por sí solo que tenían en común los elementos integrantes del grupo. A pesar de que puede parecer más complicado que el enfoque basado en reglas, la probabilística funciona bastante bien con conceptos concretos como el "pájaro", aunque suele presentar problemas con temas más abstractos como “vuelo”, ya que es una característica compartida por las aves, los helicópteros, las cometas y los superhéroes. Cuando se ponían a disposición del sistema de IA una cantidad de fotos de “cosas” volando para que intentase encontrar que es lo que tenían en común, a menudo el software se “confundía” por la presencia de nubes, el sol o las antenas en la parte superior de los edificios. Si tenemos en cuenta que “vuelo” es un concepto bastante sencillo comparado con otros como “gramática” o “maternidad”, comenzamos a avizorar los problemas de este enfoque.
Un nuevo lenguajePara enfrentar estas dificultades, Goodman ha desarrollado un lenguaje de programación de ordenadores llamado Church (como reconocimiento al el gran lógico estadounidense Alonzo Church) que, igual que los primeros lenguajes de IA, incluye reglas de inferencia. Pero esas normas son probabilísticas. Al establecer que una paloma es un ave, un programa escrito en Church daría como respuesta que hay una determinada probabilidad que esta pueda volar. A medida que se le proporciona mas información (“La paloma está herida” o “La paloma tiene 2 días de vida”) el sistema modifica su estimación de probabilidad inicial, concluyendo que quizás esa paloma en concreto no pueda volar. A medida que aprenden más sobre los pingüinos y los petirrojos enjaulados o las aves con alas rotas, los programas escritos en Church revisan sus probabilidades. Googman dice que esta es la forma en que los seres humanos aprenden conceptos nuevos y “actualizan” los antiguos.
"Lo más genial que tiene esto es que nos permite construir un modelo cognitivo de una forma mucho más directa y transparente de lo que podíamos hacer antes", dice Nick Chater, profesor de ciencias cognitivas del University College de Londres. "Imaginar todas las cosas que el ser humano conoce y tratar de incluirlas en una lista es un trabajo interminable, y podría incluso ser una tarea infinita.” Pero el truco que está utilizando Goodman consiste en establecer algunas reglas básicas, y dejar que el sistema -de forma análoga al cerebro humano- utilice el cálculo probabilístico, ponga en la balanza todas las consecuencias e inferencias, y obtenga resultados a partir de eso.
Se trata de un enfoque muy reciente, por lo que todavía no se conocen exactamente los inconvenientes que pueden aparecer cuando se profundice el análisis de sus posibilidades. Pero la opinión general es que Church y las ideas de Goodman pueden cambiar radicalmente el desarrollo de la IA. Dado el aparente estancamiento en el que se encuentra esta rama de la ciencia, este soplo de aire fresco seguramente será bienvenido. Quizás finalmente podamos tener sistemas capaces de realizar diagnósticos médicos o bursátiles que realmente funcionen.

LA FELICIDAD, CONECTADA A LA VIDA SOCIAL Y A LAS CONVERSACIONES PROFUNDAS


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Psicología
Jueves, 15 de Abril de 2010 09:42
¿Una vida feliz está llena de charlas triviales o de conversaciones profundas y reflexivas? Según los resultados de un estudio, el bienestar está relacionado con tener menos charlas triviales y más conversaciones profundas.

Matthias R. Mehl, Shannon E. Holleran, y C. Shelby Clark de la Universidad de Arizona, junto a Simine Vazire de la Universidad Washington en San Luis, investigaron si las personas felices y las que, sin concurrir circunstancias que claramente lo justifiquen, se sienten descontentas, difieren en los tipos de conversaciones en las que tienden a participar.
 Los voluntarios que participaron en el estudio llevaron consigo durante cuatro días un dispositivo de grabación discreto y activado electrónicamente, denominado EAR por sus siglas en inglés. Este dispositivo grabó periódicamente fragmentos de sonidos mientras los participantes realizaban sus actividades diarias.
 En este experimento, el EAR registró 30 segundos de sonidos cada 12,5 minutos. En total, se obtuvieron más de 20.000 grabaciones. Los investigadores las escucharon luego y clasificaron las conversaciones como charlas triviales o conversaciones profundas. Además, los voluntarios fueron sometidos a evaluaciones sobre su bienestar y su personalidad.
 El análisis de las grabaciones condujo a algunos hallazgos muy interesantes. Las personas con mayor bienestar pasaban menos tiempo solas y más tiempo hablando con otras: Específicamente, los participantes más felices pasaban un 25 por ciento menos de tiempo solos y un 70 por ciento más de tiempo hablando con gente, en comparación con los participantes que menos felices se sentían.
 Además de la diferencia en la cantidad de interacciones sociales que tenían las personas felices y las descontentas, también se detectó una diferencia en los tipos de conversaciones en las que participaban: Los participantes felices tenían el doble de conversaciones profundas y un tercio de las charlas triviales, con respecto a los participantes descontentos.
 Estos hallazgos sugieren que una vida feliz es social, y rica en conversaciones profundas, en vez de solitaria y superficial.
Scitech News

LA TENDENCIA, ANTE UNA DECISION DIFICIL, A DEJAR LAS COSAS TAL COMO ESTAN

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Psicología
Viernes, 16 de Abril de 2010 08:59
Cuanto más difícil es la decisión que afrontamos, más propensos somos a no actuar, según una nueva investigación que examina las vías neuronales del cerebro humano implicadas en esa tendencia.

En el estudio se analizó la toma de decisiones en participantes de un juego en el que asumían funciones de árbitro auxiliar de tenis mientras sus cerebros eran escaneados usando resonancia magnética funcional por imágenes (fMRI).
 Cuando se enfrenta a una decisión compleja, la mayoría de gente tiende a aceptar la situación ya existente, y, tal como señala Stephen Fleming, del University College de Londres, eso queda bien reflejado por el viejo proverbio "En caso de duda, no haga nada".
 Para ya sea mudarse a otra vivienda o incluso algo tan banal como cambiar el canal de televisión con el mando a distancia, existe una tendencia considerable a mantener la situación actual y escoger no actuar. El equipo de Fleming se propuso explorar esta predisposición hacia la inacción y examinar las regiones del cerebro involucradas en ella.
 Al enfrentarse ante la pantalla a una decisión difícil sobre la pelota, los participantes mostraron una reiterada predisposición a aceptar como buena la decisión tomada inicialmente, que ellos debían secundar o no, lo cual condujo a errores. A medida que la tarea se hacía más difícil, la predisposición se hacía aún más pronunciada.
 Los escaneos mediante fMRI mostraron que una región del cerebro conocida como núcleo subtalámico estuvo más activa en los casos en que se rechazó la decisión preestablecida. Además, se apreció un mayor flujo de información proveniente de una región separada, que es sensible a las dificultades (la corteza prefrontal), hacia el núcleo subtalámico.
Scitech News
 

jueves, 15 de abril de 2010

lunes, 12 de abril de 2010

Evolución del cerebro

De acuerdo con el responsable del grupo de Paleoneurobiología de los Homínidos del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (CENIEH), Emiliano Bruner, existen dos áreas de nuestro cerebro que mantienen una estrecha relación respecto a los cambios anatómicos que experimentan: cuando una cambia, también lo hace la otra. Estas áreas son la frontal y la parietal. La primera controla, entre otras, la cognición y las capacidades psicológicas, mientras la parietal es la que nos da la visión del mundo en el que vivimos y nuestra relación con él.
“Esto es muy importante en el estudio de la evolución humana– comenta Bruner– porque analizando los fósiles hemos visto en la anatomía de las especies extinguidas del género humano, que cuando cambia una de estas dos áreas, cambia también la otra. El mismo patrón que encontramos en los fósiles, lo encontramos al analizar el cerebro de los humanos que vivimos ahora”.
La investigación también permitió evaluar las diferencias entre el cerebro del hombre y el de la mujer y obtener un resultado sorprendente: pese a la diferencia de tamaño entre el cerebro de hombres y mujeres, la forma del cerebro es la misma. “Esto es bastante raro porque en general cuando hay diferencias de tamaño en la capacidad craneal, existe también una geometría diferente – explica Bruner–. Sin embargo, el hecho de que haya correlación entre factores como el sexo y la anatomía, no significa que conociendo por ejemplo el sexo de un individuo vayamos a saber cómo va a responder a nivel psicológico o cognitivo”.
Lo interesante de este hallazgo es que esta relación no se puede aplicar a otras regiones del cerebro. Bruner realizó este trabajo con la colaboración de Manuel Martín- Loeches, de la Universidad Complutense de Madrid y de Roberto Colom, de la Universidad Autónoma de Madrid y los resultados se han publicado en el Journal of Anatomy.

MENOS HONRADEZ CON POCA LUZ


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Psicología
Viernes, 02 de Abril de 2010 09:06
La oscuridad ha sido siempre una aliada para bastantes de quienes cometen actos ilegales o poco éticos, ya que dificulta que alguien pueda reconocerles. Ese anonimato real o aparente que brinda la ausencia de luz o un bajo nivel de la misma está tan arraigado en la mente humana que puede incluso hacer que la penumbra aumente el número de estafas en experimentos de laboratorio.

La nueva investigación para la que tales experimentos han sido realizados muestra que la escasez de luz es capaz de inducir una sensación psicológica de anonimato aparente.
 Los científicos Chen-Bo Zhong, Vanessa K. Bohns (ambos de la Universidad de Toronto) y Francesca Gino (Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill), llevaron a cabo varios experimentos para comprobar si la escasez de luz puede promover conductas deshonestas y egoístas.
 En uno de ellos, los participantes fueron situados en una habitación bien iluminada o en otra con luz débil, y recibieron un sobre marrón que contenía 10 dólares junto a uno blanco vacío. Entonces se les pidió que completaran una hoja de ejercicios con 20 secciones, cada una de las cuales contenía 12 números de tres dígitos. Los participantes tuvieron 5 minutos para encontrar dos números en cada matriz que cumplieran ciertas condiciones.
 Los investigadores dejaron que los participantes evaluaran su propio trabajo y por cada par de números identificados correctamente podían quedarse con medio dólar del dinero suministrado. Al final del experimento, a los participantes se les pidió que colocaran el resto del dinero en el sobre blanco. A pesar de que no hubo diferencias en la eficacia real al realizar la tarea, los participantes de la habitación con poca luz hicieron más trampas y por tanto ganaron más dinero no merecido que los de la habitación bien iluminada.
 En el experimento, la penumbra no dotaba a los sujetos de un anonimato real, a pesar de que incrementaba las conductas moralmente cuestionables. Los investigadores creen que la percepción de oscuridad o de un nivel bajo de luz puede inducir una sensación de anonimato que es desproporcionada con respecto al anonimato real en una situación dada.
 "Imagine que una persona sola en una habitación cerrada está decidiendo si mentir o no a un desconocido en un correo electrónico. Obviamente, el que la habitación esté o no bien iluminada no afecta al grado real de anonimato de esa persona. A pesar de esto, la oscuridad puede promover conductas no éticas en situaciones como esa", explica Zhong.
Scitech News