viernes, 14 de agosto de 2009

jueves, 13 de agosto de 2009

LA CONCIENCIA NO ES SOLO ALGO QUE OPERA DENTRO DE NUESTRO CEREBR

La mayoría de los científicos diría que toda nuestra capacidad de conciencia está en el cerebro, ya que sin cerebro no hay conciencia. René Descartes, el padre de la filosofía moderna, y los seguidores de muchas religiones, nunca han estado de acuerdo con esto. Para ellos, la conciencia está en la mente o el alma, y no es física en absoluto. El investigador Alva Noë, de la Universidad de California en Berkeley, sostiene que en este debate entre neuronas y alma inmaterial se ha venido omitiendo una tercera opción.


Esta tercera opción, que expone en su libro "Out of Our Heads: Why You Are Not Your Brain, and Other Lessons From the Biology of Consciousness", es que la Conciencia no es inmaterial, pero tampoco es sólo algo ubicado dentro de nuestros cerebros. La conciencia es también una función del intercambio entre nosotros y el mundo con el que interactuamos; un intercambio entre nosotros y otras personas, entre nosotros y las cosas que vemos y oímos, entre nosotros y la tecnología y herramientas que utilizamos.

Noë, miembro del departamento de filosofía de la citada universidad, así como del Instituto para las Ciencias Cognitivas y del Cerebro, sostiene que, a pesar de que la neurociencia resulta indispensable para entender la conciencia, no puede ser lo único a tomar en cuenta. La explicación a nuestra capacidad de pensar, sentir y percibir que dan los científicos (que sólo ocurre dentro de nuestros cráneos) es engañosa.

Noë argumenta en "Out of Our Heads" que hemos acotado demasiado estrechamente el campo de estudio de la conciencia. La neurociencia, a pesar de ser un campo de estudio importante, no toma en cuenta las maneras en que nuestros entornos, culturas e interacciones diarias con los demás ayudan a formar nuestras propias conciencias.

"Necesitamos una ciencia que sea contextual, que analice la forma en que los cerebros están incorporados en los animales, los que a su vez están situados en entornos con antecedentes históricos y culturas", explica Noë. "Se necesita que tenga muchos más matices y que sea de hecho más humanística. Se necesita que sea más como la historia, o la biología evolutiva, y menos como la biología molecular".

UC Berkeley

miércoles, 12 de agosto de 2009

LOS SUEÑOS DE LAS ESPONJAS DE MAR”

por Miquel Bosch

Reconozco que a menudo a los neurocientíficos se nos va un poco la mano con esto del prefijo “neuro-“. Lo ponemos en todas partes: que si neuroeconomía, neuroética, neuromarketing, neuropolítica… En fin, una exageración total. Dicho esto, y con vuestro permiso, voy a introducir una nueva palabra: neuroevolución.
¿Es posible conocer el proceso evolutivo que ha seguido nuestro cerebro desde el origen del sistema nervioso? ¿Existen huellas o fósiles de cómo eran nuestros circuitos neuronales hace 100 millones de años?
A partir de las marcas y formas de cráneos fosilizados podemos deducir ciertas características del cerebro que contuvieron en su momento, como por ejemplo, que un tipo de Australopithecus tenía una parte de su lóbulo frontal más puntiagudo y por tanto más capacidad de abstracción y decisión que otro homínido de su misma época.
Pero poca cosa más se puede decir. ¿Cómo podemos saber cuándo aparecieron los circuitos neurales que nos hacen humanos, como los que permiten el lenguaje o la planificación del futuro? O yendo aún más atrás… ¿Cuándo apareció la corteza cerebral? ¿Y las propias neuronas? ¿Cuándo se empezaron a comunicar entre ellas?

Neurogenómica comparativa

Solemos imaginarnos a los expertos en evolución como personas curtidas por el sol desenterrando, cepillo en mano, rocas en forma de hueso de algún yacimiento lleno de polvo en Oriente Medio. Pero los hay que trabajan exclusivamente delante de una pantalla de ordenador -puede que también cubierta de polvo- observando pacientemente fósiles tales como este: ATGAACGGTACCGAAGGCCC…
En realidad tenemos un montón de yacimientos dentro de cada uno de nosotros. Nuestro ADN está repleto de genes inactivos y olvidados, de mutaciones fosilizadas de nuestros antepasados más lejanos. Cada una de las células de nuestro cuerpo lleva inscrito en su genoma la historia de nuestra especie. Podemos hallar cicatrices de las batallas luchadas contra los virus o las soluciones que desarrollamos ante los múltiples cambios climáticos que hemos sufrido. Solo se necesita un pico y un cepillo (en este caso una pipeta y un tubo de ensayo) para desenterrar esa cantidad enorme de información.
Eso es precisamente a lo que se dedica la genómica comparativa , una rama de la biología que está causando una auténtica revolución en el campo de la paleontología. Comparando las secuencias de los genes de diferentes especies podemos saber cuándo se bifurcaron sus historias evolutivas o cuándo se inventó una determinada habilidad, como el lenguaje, la visión en colores, los pelos, la respiración o los contactos sinápticos.

¿Sueñan las esponjas de mar con ovejas porosas?

La respuesta es… “No!”. Las esponjas -y me refiero a las poríferas, esos animales tremendamente simples y amorfos que viven en el lecho marino- no pueden soñar porque carecen por completo de tejido nervioso, neuronas, alma o cualquier sistema de control central. Por no tener, no tienen ningún órgano o tejido especializado. Son básicamente agregaciones de células que filtran el agua para retener los nutrientes que flotan en ella.
Por eso mi sorpresa fue mayúscula cuando, descuidadamente, me colé en la conferencia que Kenneth Kosik vino a darnos al MIT. Comentaba, visiblemente entusiasmado, que cuando se mudó de Harvard a la Universidad de California decidió hacer realidad uno de sus sueños científicos: dedicarse a buscar los orígenes evolutivos del sistema nervioso. Y no se le ocurrió otra cosa que buscarlos en los únicos animales que no disponen de él, las esponjas de mar.
Mediante las potentes técnicas bioinformáticas que ofrece la genómica comparativa, un estudiante de su laboratorio llamado Onur Sakarya hizo un descubrimiento asombroso: Encontró que la esponja Amphimedon queenslandica, uno de los animales más antiguos y más tontos que podemos encontrar por estos mares, poseía en su genoma prácticamente todas la piezas necesarias para construir las mismas sinapsis que encontramos en el cerebro humano. Pero, ¿para que querrán las esponjas todos esos genes y proteínas sinápticas?

Las sinapsis son, sin lugar a dudas, la clave del funcionamiento del cerebro. Son los puntos de contacto entre las neuronas, allí es donde se comunican, donde se envían mensajes químicos en forma de neurotransmisor. También es allí donde se almacena la memoria, ya que cada uno de los cien billones de sinapsis que tenemos en nuestro cerebro puede cambiar de forma independiente, bien potenciándose, bien debilitándose, grabando así la información que reciben del mundo exterior o de nuestros propios pensamientos interiores.

En las sinapsis encontramos una maquinaria muy especializada, llamada “densidad postsináptica ”, hecha de centenares de diferentes proteínas, cada una colocada en un lugar muy concreto, cada una con un trabajo muy definido que hacer. Forman un andamiaje fuerte pero maleable, que cambia constantemente a medida que aprendemos. Siempre había pensado que debe de haber costado muchos millones de años de dura selección natural para llegar a este diseño tan inteligente y tan eficaz.

Pero resulta que toda esa maquinaria ya ha estado allí desde los mismos orígenes del reino animal. Las esponjas, de las que los humanos nos desviamos evolutivamente hace unos 600 millones de años, ya tienen y tenían entonces la gran mayoría de estos ladrillos moleculares (en azul en la siguiente figura) que constituyen una típica densidad postsináptica humana. Únicamente les faltan unas pocas piezas, como los receptores de glutamato -las “orejas” que reciben los mensajes- (en amarillo en la figura), que no surgirán hasta unos millones de años más tarde con las medusas y las anémonas, y unos pocos elementos proteicos aún más modernos (en verde y rojo) que actúan como pegamento final para unir todas las piezas del puzzle.



En realidad no se sabe qué hacen esas proteínas en las esponjas, pero se sospecha que podrían agruparse para crear proto-conexiones en las larvas, que poseen cierta capacidad de recibir señales del exterior. Otra explicación alternativa es que las esponjas sean, en realidad, reliquias degeneradas de ancestros más evolucionados, y que en algún triste momento de la evolución perdieron su sistema nervioso y se apalancaron en el fondo del mar a vivir una existencia mucho menos estresante.

Los dominios de las proteínas

La lección que podemos aprender del trabajo de Kosik es que la vida evoluciona y soluciona sus problemas reciclando, reutilizando y combinando las piezas que ya tiene. Este fenómeno se conoce como exaptación : aprovechar inventos existentes, viejas estructuras, y reutilizarlas para una función completamente nueva. Otro ejemplo clásico son las plumas de las aves, que en su día fueron una invención de los dinosaurios para regular su temperatura corporal.
¿Y cómo se hace esto a nivel molecular? Simplificando un poco, podemos decir que un gen posee la información para fabricar una proteína, y cada proteína realiza un trabajo concreto en la célula. Pero las proteínas suelen estar formadas a su vez por dominios proteicos , es decir, fragmentos estructuralmente compactos, cada uno con una habilidad única. La función final de esa proteína será la suma de las habilidades de sus dominios. Viendo las proteínas como estructuras con piezas intercambiables (como la cabeza de Mr. Potato®, o como un puzzle, Tetris®, Lego®, Tente®, Mecano®…), podemos hacernos una idea de cómo trabaja la evolución. Recombinando estos dominios se pueden crear una infinidad de nuevas proteínas con propiedades inéditas, y a partir de ahí, funciones, órganos y especies completamente nuevas.
De entre los dominios más famosos, hay uno denominado PDZ que actúa como el Velcro®. Une selectivamente unas proteínas con otras y es crucial para mantener las sinapsis correctamente ensambladas. Los colegas de Kosik descubrieron que la similitud molecular entre los PDZ humanos y los de la esponja era de más del 90%. Es decir, el diseño básico no ha cambiado mucho en los últimos 600 millones de años.

Y es que, en el fondo, si nos ponemos las gafas de bioquímico y comparamos detenidamente los mecanismos moleculares que permiten a los humanos reflexionar sobre el origen del universo o inventar robots que paseen por Marte… y los mecanismos que les permiten a las esponjas llevar su apacible y so-porífera vida en el fondo del mar…pues, la verdad, no hay tanta diferencia.

dos veces contra la misma piedra





Texto escrito por Victoria Puig,
investigadora del Picower Institute (MIT)

APRENDIZAJE A ALTA VELOCIDAD EN EL SOFTWARE CEREBRAL
por Vicky Puig

Se dice que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra. Lo que esta expresión viene a decir es que nos cuesta aprender de nuestros errores, en los que algunos de nosotros reincidimos una y otra vez.

Pues bien, nuestro laboratorio en el MIT ha publicado recientemente un artículo donde se describe el mecanismo neuronal que podría explicar este fenómeno tan común. La prensa se ha hecho eco de este descubrimiento, incluido El País, que publicaba hace un par de días un artículo al respecto. Simplificando mucho, el estudio muestra cómo neuronas de ciertas áreas cerebrales aprenden de la experiencia sólo cuando hemos hecho algo correctamente y no cuando hacemos algo mal. Las neuronas son capaces de recordar si una acción reciente recibió una compensación y utilizar esa información para decidir qué hacer en el presente, mientras que si cometemos una equivocación no hay consecuencias inmediatas a nivel neuronal.

A continuación os explico cómo se realizó el estudio.
Se entrenó a dos monos a aprender asociaciones entre imágenes y movimientos con los ojos. Las imágenes se presentaban en el centro de la pantalla del ordenador (Cue), tras lo cual los animales tenían un segundo para recordar la asociación (Delay). Los movimientos de los ojos debían dirigirse a un punto a la derecha o a la izquierda de la pantalla (Response). Por ejemplo, cuando aparecía la imagen de arriba debían mirar al punto de la derecha y cuando aparecía la imagen de abajo debían mirar al punto de la izquierda. Cada una de las imágenes se presentaba un 50% de las veces de forma aleatoria. Los animales aprendieron las asociaciones por prueba y error repitiendo cientos de veces la misma tarea (de hecho todavía lo hacen cada día en el laboratorio): cuando el movimiento de los ojos era el correcto recibían zumo, pero cuando el movimiento era el incorrecto no recibían nada.

Mientras los monos aprendían las asociaciones mis compañeros registraban neuronas en dos áreas del cerebro que se sabe que son esenciales para el aprendizaje: la corteza prefrontal y el núcleo caudado. Se observó que algunas neuronas disparaban más rápidamente cuando la prueba se completaba con éxito en comparación a cuando la prueba se realizaba incorrectamente. Hasta ahora se sospechaba que la distinta actividad relacionada con el premio o la ausencia de premio era fundamental para el proceso de aprendizaje, pero no se conocía el mecanismo. Este nuevo trabajo propone un mecanismo celular que explica el aprendizaje a corto plazo (de segundos a minutos).

Hasta ahora se habían propuesto dos modelos para explicar las bases neuronales del aprendizaje: 1) la actividad neuronal relacionada con el premio induce un cambio rápido del cableado neuronal reforzando las conexiones sinápticas entre las neuronas, y 2) la actividad neuronal asociada con el premio se mantiene de alguna forma en las redes de neuronas en forma de potenciales de acción, posiblemente sincronizados. Los dos modelos no son excluyentes y es muy probable que coexistan en el cerebro, pero todavía no se ha podido demostrar.
Para los neurocientíficos estos dos mecanismos tienen bases fundamentalmente distintas: en un modelo la memoria se guarda físicamente (se cambia el hardware), mientras que en el otro la memoria se ‘mantiene’ en forma de actividad (se cambia sólo el software). Una importante diferencia entre estos dos modelos es que los cambios físicos en el cerebro necesitan minutos para producirse -y en muchos casos horas- porque requieren la síntesis de proteínas, mientras que el mantener la actividad en redes neuronales permitiría una memorización inmediata.

Este nuevo trabajo confirma que durante los primeros segundos del proceso de aprendizaje el cerebro memoriza utilizando el software, sin descartar que ocurran cambios en el hardware a más largo plazo. Los resultados han aparecido tras el análisis detallado de la actividad neuronal relacionada con el premio. Cuando los monos recibieron el zumo la actividad de algunas de sus neuronas aumentó y se mantuvo elevada durante muchos segundos, el tiempo suficiente para influenciar la actividad de la prueba siguiente. Además, inmediatamente después de una respuesta acertada, las neuronas procesaron la información de modo más preciso y efectivo en comparación a si la respuesta anterior estaba equivocada. Es como si tomáramos una instantánea del cerebro aprendiendo, donde las neuronas van aumentando y refinando poco a poco su actividad (prueba correcta tras prueba correcta) para codificar el aprendizaje. Estos resultados sugieren que para recordar algo durante unos segundos o minutos no es necesario cambiar las conexiones físicas entre las neuronas.

Sorprendentemente, los cambios en la actividad neuronal comentados arriba no ocurrieron cuando los monos cometían un error y no recibían el zumo. Básicamente, los errores apenas indujeron algún cambio a nivel neuronal, y no ayudaron a mejorar el aprendizaje de los animales. Esto sugiere que los monos aprendieron más de los aciertos que de los errores. Es esencial dejar claro que estamos hablando de puro aprendizaje de asociaciones abstractas, donde un acierto implica un premio y un error implica la ausencia de un premio y no un castigo. Está bien demostrado que cuando un error conlleva un acto desagradable o repulsivo sí existe aprendizaje a nivel neuronal.

Este estudio aporta ideas valiosas para empezar a entender por qué algunas personas somos propensas a tropezar con las mismas piedras reiteradamente. Aún más importante es que estos resultados nos ayudan a conocer mejor los mecanismos esenciales del aprendizaje y sugieren que la memoria a corto plazo puede mantenerse en el software sin necesitar cambios en el hardware cerebral.

Reconozco que este post puede ser dificilillo de entender. El aprendizaje y la memoria son fenómenos extremadamente complejos, y es difícil explicarlos mediante mecanismos simples. Sobretodo porque los mismos científicos no comprendemos aún las reglas básicas del juego. Por favor, no dudéis en preguntarme todo lo que no os ha quedado claro.

martes, 11 de agosto de 2009

COMO IMAGINAMOS LO QUE PIENSAN Y SIENTEN OTROS

Los seres humanos constantemente hacemos inferencias sobre qué pasa por la mente de otras personas, a menudo sin ni siquiera comprender del todo lo que están haciendo. A los principios y técnicas que los humanos desplegamos con el fin de comprender, predecir y manipular el comportamiento de otros humanos, se les describe colectivamente en el ámbito de la psicología como la "teoría de la mente". Hasta muy recientemente, era escaso lo que se sabía sobre los mecanismos cerebrales que subyacen en ese conjunto de principios y técnicas.

Los humanos usamos la teoría de la mente cada vez que evaluamos el estado mental de alguien y hacemos suposiciones sobre qué sabe, qué quiere, y por qué está contento o triste, enfadado o asustado. Es algo que hacemos todos los días en nuestras interacciones cotidianas con otras personas.

Aunque la teoría de la mente es un concepto antiguo que no pocos filósofos, incluyendo Descartes, han estudiado durante mucho tiempo, su funcionamiento no se ha llegado a desentrañar más que superficialmente. Dos son las hipótesis predominantes acerca de sus mecanismos subyacentes.

La primera hipótesis, conocida como la de la simulación, sugiere que cuando intentamos deducir las reacciones mentales de otros ante un suceso, nos imaginamos en la misma situación, basándonos para ello en experiencias iguales o similares a la que está teniendo esa persona.

La segunda hipótesis propone que el cerebro humano utiliza un modelo abstracto de cómo las mentes operan, análogo al modelo que tenemos sobre cómo funciona el mundo físico que nos rodea. Este modelo nos permitiría entender las mentes de otros sin necesitar vivir sus mismas experiencias. La situación sería comparable, en bastantes aspectos, a cómo logramos saber que un huevo se romperá contra el suelo si lo dejamos caer desde un décimo piso, aún cuando nunca hayamos probado a hacerlo.

Marina Bedny y Rebecca Saxe, ambas del MIT, decidieron abordar la cuestión estudiando a personas ciegas de nacimiento. Si la teoría de la simulación fuera correcta, lo lógico sería que las personas invidentes no pudieran razonar sobre las experiencias visuales de otros en el mismo modo en que razonan las personas videntes, debido a que las invidentes de nacimiento no pueden recrear mentalmente la experiencia de ver algo.

Por ejemplo, aunque una persona invidente pueda entender la experiencia de contemplar una carta de amor escrita sobre una hoja de papel por un novio o novia (uno de los ejemplos que los investigadores usaron en su estudio), y deducir la felicidad del destinatario de la carta, al carecer de recuerdos sobre haber tenido personalmente esa experiencia específica debería tener dificultades en la reconstrucción emocional detallada de la misma.

Sin embargo, los investigadores comprobaron que las personas con ceguera congénita son tan buenas prediciendo los sentimientos de otras personas como lo son los sujetos videntes, y además los invidentes usaron las mismas regiones cerebrales, sugiriendo esto que la simulación no es necesaria y que nuestro cerebro está usando un modelo abstracto sobre los estados mentales de los demás individuos.

MIT

LOS MECANISMOS NEURONALES DE LA PARALISIS POR SUGESTION

Aunque se reconoce que la hipnosis puede afectar a la mente y al comportamiento, los mecanismos cerebrales subyacentes no se comprenden cabalmente. Ahora, una nueva investigación desvela detalles fascinantes sobre el efecto neural específico del poder de la sugestión. El estudio revela la influencia de la parálisis hipnótica sobre ciertas redes cerebrales.

Las investigaciones previas han revelado cambios inducidos por la sugestión sobre la actividad cerebral en la que se sustentan la memoria, la percepción del dolor, y el movimiento voluntario, sugiriendo ello que los efectos de la hipnosis podrían actuar en las áreas cerebrales que ejercen de mediadoras para el control ejecutivo y la atención. Sin embargo, ninguno de estos estudios comprobó directamente si una inhibición o una desconexión de los sistemas de control ejecutivo causaban realmente los cambios observados en la actividad neuronal.

Un grupo de investigadores del Centro para la Neurociencia y la Escuela de Medicina de la Universidad de Ginebra diseñaron un experimento para evaluar los circuitos motores e inhibitorios del cerebro durante la parálisis inducida por hipnosis.

El autor principal del estudio, Dr. Yann Cojan, usó resonancia magnética funcional por imágenes para verificar directamente si una sugestión hipnótica de parálisis puede activar procesos inhibitorios específicos y si estos pueden o no corresponder a los responsables de la inhibición bajo condiciones no hipnóticas.

Concretamente, los individuos fueron preparados para hacer un movimiento de la mano en respuesta a una señal específica. Dependiendo de la señal que se manifestase, debían realizar o no el movimiento. Algunos individuos fueron hipnotizados con la sugestión de que su mano izquierda estaba paralizada mientras que a otros se les pidió que simulasen la parálisis de esa mano. El Dr. Cojan y sus colegas encontraron que la hipnosis produjo cambios en las áreas parietal y prefrontal, involucradas en la atención, junto con modificaciones notables en la conectividad funcional de la corteza motora con otras áreas del cerebro.

Algo notable fue que, a pesar de la sugestión de parálisis, la corteza motora estuvo activada de manera normal durante la fase de preparación de la tarea. Esto sugiere que la hipnosis no suprimió la actividad en las vías motoras ni eliminó la representación de las intenciones motoras. La hipnosis estuvo también asociada con un grado de activación mayor en el precuneus, una región cerebral involucrada en la memoria y otras funciones, y con una reconfiguración del control ejecutivo mediado por los lóbulos frontales.

Los investigadores han llegado a la conclusión de que la hipnosis induce una desconexión de las órdenes motoras de procesos voluntarios normales bajo la influencia de circuitos cerebrales involucrados en el control ejecutivo y en otras funciones. "Estos resultados sugieren que la hipnosis puede reforzar los procesos de automonitorización para permitir representaciones internas generadas por la sugestión para guiar el comportamiento, pero sin actuar por inhibición motora directa", explica Cojan. "Estos resultados son un importante paso hacia el esclarecimiento de los fundamentos neurobiológicos del notable impacto de la hipnosis sobre el cerebro y el comportamiento".

Scitech News

lunes, 10 de agosto de 2009

El cerebro más viejo



Los científicos pudieron ver la estructura del cerebro gracias a una tecnología con luz de sincrotrón.

Un grupo de científicos descubrió tejido cerebral fosilizado de 300 millones de años de antigüedad.

El hallazgo, de un pez ahora extinto pariente del tiburón, es el tejido suave más antiguo que se conoce.

Y tal como señala la investigación publicada en Proceedings of the National Academy of Sciences (Actas de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos), podría ofrecer valiosa información sobre la evolución del cerebro de los animales vertebrados.

Los fósiles, descubiertos por científicos de los museos de Historia Natural de París y Nueva York, fueron encontrados en Kansas y Oklahoma, Estados Unidos.

Y son muestras de tejido cerebral en los cráneos de iniopterigios, parientes extintos del tiburón fantasma moderno.

Los iniopterigios solían vivir cerca de la superficie y miden unos 50 centímetros de largo.

Ejemplo único

Los investigadores cuentan que el descubrimiento fue hecho por casualidad, cuando estaban estudiando el hueso utilizando una nueva técnica de rayos X llamada holotomografía de sincrotrón.

Reconstrucción del cráneo
Los científicos hicieron una holotomografía en 3D del cráneo de 300 millones de años.
"Durante mucho tiempo los paleontólogos hemos utilizado la forma de la cavidad craneal para investigador la morfología general del cerebro", explica Alan Pradel del Museo de Historia Natural de París.

"Porque hasta ahora no contábamos con muestras de tejido suave".

Según los autores, en el pasado ya se había descubierto tejido suave fosilizado pero a menudo se trata de músculos y órganos como riñones.

Pero el cerebro fosilizado es muy raro, y además, éste es el ejemplo más antiguo que se conoce.

Quimeras

Los tiburones fantasma, también llamados quimeras, eran animales relativamente comunes en los océanos del mundo durante el último período del Paleozoico.


Tenían cráneos enormes con grandes órbitas de ojos, dientes parecidos a los del tiburón, colas con una especie de garrote, enormes aletas pectorales, y en la punta de sus aletas contaban con unos "ganchos" óseos
Y los iniopterigios eran la especie más rara de este grupo ya que contaban con características muy inusuales.

Tenían cráneos enormes con grandes órbitas de ojos, dientes parecidos a los del tiburón, colas con una especie de garrote, enormes aletas pectorales, y en la punta de sus aletas contaban con unos "ganchos" óseos.

En la investigación los científicos llevaron a cabo una reconstrucción completa en computarizada en 3D de los cráneos.

Para elucidar la estructura cerebral usaron la técnica de holotomografía de rayos X y descubrieron que el cerebro pudo haber sido un objeto alargado y simétrico.

Como sucede con muchos vertebrados, estos peces dejaban de crecer aún cuando sus cerebros seguían expandiéndose.



El fósil de 300 millones de años

El fósil con muestras de tejido cerebral fue descubierto en Kansas.
La holotomografía de sincrotrón puede generar luz miles de millones de veces más brillante que el Sol y permite a los científicos revelar detalles estructurales que de otra forma serían invisibles.

Así, los investigadores pudieron observar diferentes partes del cerebro, como el cerebelo, médula espinal, lóbulos ópticos y tractos.

Los científicos ya sabían que los iniopterigios tenían cerebro, pero este hallazgo, afirman, podría ofrecer nueva información sobre la evolución de este órgano durante las grandes transiciones evolutivas.

"No hay nada como este animal hoy en día, es algo realmente raro", dice John Maisey, del Museo de Historia Natural de Nueva York.

"Pero ahora que sabemos que los cerebros pueden preservarse en fósiles tan antiguos, podemos empezar a buscar otras muestras".

"Tenemos muy poca información sobre los cerebros de los primeros vertebrados, y la evolución del cerebro es la base de la historia de los vertebrados" agrega el científico.
La holotomografía del cerebro fue llevada a cabo en Centro Europeo de Radiación de Sincrotrón, en Grenoble, Francia.