jueves, 22 de noviembre de 2012

Descubren el gen que explicaría nuestra evolución como especie

Investigadores de la Universidad de Edimburgo han dado con el gen que podría ayudar a entender cómo los humanos evolucionaron a partir de los chimpancés. Bajo el nombre de miR-941 se encuentra un gen único en los seres humanos que apareció tras la evolución de los simios, un gen que desempeñó un papel crucial en el desarrollo del cerebro humano y que podría arrojar luz sobre la forma en que aprendieron a utilizar las herramientas y el lenguaje.
miR-941
Una investigación donde se comparó con otras 11 especies de mamíferos, incluidos chimpancés, gorilas y ratones. Un hallazgo que nos acerca a responder una de las cuestiones de la ciencia: ¿qué hace al cuerpo humano diferente de otros mamíferos?
Estudios anteriores habían analizado las diferencias entre simios y seres humanos, encontrando que las ventajas evolutivas genéticas que ayudan a los seres humanos a vivir más que los simios también los hace más vulnerables a las enfermedades del envejecimiento, como enfermedades cardíacas, el cáncer y la demencia.
El estudio reciente, dirigido por Martin Taylor del Institute of Genetics and Molecular Medicine, ha mostrado que el gen miR-941 tenía un papel importante en el desarrollo del cerebro humano e incluso que podía ayudar a explicar cómo adquirimos el lenguaje y aprendemos a usar las herramientas. No sólo eso, se trataría del primer gen que se encuentra sólo en los seres humanos y no en los monos. Según los investigadores, parece tener un cierto propósito en el cuerpo humano.
Durante el estudio, el análisis con las 11 especies diferentes de mamíferos fue comparado con el genoma humano con el fin de encontrar variaciones. Los resultados finales demostraron que miR-941 sólo aparecía en los seres humanos después de que evolucionaran de los simios en un punto entre 6 y 1 millón de años antes.
Al parecer, el gen es especialmente efectivo en dos partes del cerebro encargado las actividades que tienen que ver con la lengua y la toma de decisiones. La investigación implica que puede jugar un papel importante en las funciones superiores del cerebro responsables de la forma única en la que se define al ser humano.
Aún así, los científicos explican que son conscientes de que el resultado de las alteraciones en los genes que existen o la supresión o duplicación de los mismos, es lo que hace a las especies diferentes unas de otras.

De ALTI040

Donant cara a Homo heidelbergensis


Sexo y evolución

La sexualidad, en el mundo natural representa la mayor expresión de la complementariedad evolutiva.  Con esta afirmación no quiero decir que no existan otras formas.  Sin embargo, entre animales de una misma especie que se reproduzcan gracias a la diferenciación sexual, el sexo es algo imprescindible. La singamia es la interacción más fuerte entre seres de la misma especie. A través de este proceso aseguramos la reproducción. Por lo tanto, verificamos que se cumpla una de las propiedades más importantes de la vida de los organismos: sin reproducción no hay sucesión, no hay secuencia, no existe la filogenia, no se traspasa información.
Lo femenino y lo masculino interaccionan de manera que la vida se hace probable y posible, en multitud de casos. La reproducción, es por lo tanto, una consecuencia de la interacción. El sexo desempeña un papel trascendente en la evolución de las especies. En los homínidos humanos, el sexo ha evolucionado hacia un horizonte en el que muchas veces no se busca la complementariedad, al contrario, se busca el antagonismo, hembra-macho, en un choque intraespecífico.
Reproducción
Complementariedad sexual para garantizar la supervivencia de la especie

El sexo como proceso evolutivo se encuentra dentro de los sistemas de inevitabilidad biológica. Se muestra en primer plano como factor determinante de la diversidad y complejidad animal. El sexo y la sexualidad reproductiva explican por ellos mismos la importancia de la redundancia para asegurar la viabilidad en la memoria de los sistemas vivos. Observamos entonces, que también es una propiedad de la complementariedad sexual.
La etología animal y, por supuesto, la humana, están condicionadas por un cerebro estructurado y preparado para la reproducción y, por un sistema social que asegura la pervivencia de las crías, en cualquier tipo de condiciones. Los genes y el proceso de su trasmisión, forman parte de un sistema guiado por la selección natural.
La diversidad de comportamientos sexuales forma parte de la naturaleza y se expresan con normalidad. Así, el sexo reproductivo es la manifestación lógica de la biología y la etología animal. Representa, por lo tanto, la expresión natural de lo que constituye la vida en la naturaleza.
El sexo y la sexualidad al convertirse en apropiación humana desencadenan una serie de variaciones en su concepción que va mucho más allá de la reproducción. Sin embargo, el papel del sexo reproductivo aún sigue siendo crucial en nuestra especie, independientemente de los hábitos sexuales. Lo que ocurre es que, al ser conducido por una mente racional,  se establecen unas pautas culturales en el marco de las relaciones sociales.  Desde ese mismo momento,  el sexo deja de ser reproductivo y complementario en muchos entornos para convertirse en procesos de cohesión dentro de la diversificación de las conductas sexuales.

En la Sierra de Atapuerca (Burgos) se localiza el yacimiento de la Sima de los Huesos, donde se encuentra el registro fósil de homínidos más importante del mundo. Se han contabilizado restos de  29 individuos pertenecientes a la especie Homo heildebergensis, de más 400.000 años de antigüedad.
El estudio de esta comunidad biológica nos ha permitido conocer que estos especímenes sólo en casos excepcionales llegaban a los cincuenta años de edad. Era normal que murieran de manera traumática antes de los 30 años. Si estos individuos representan el conjunto de poblaciones de homininos del Pleistoceno medio, podemos inferir que una gran cantidad de hembras morían entre los  14 y los 22 años de edad, como se constata en el yacimiento.
Si realmente el modelo es extrapolable, la mayoría de  hembras  fallecían seguramente mucho antes de la llegada de la menopausia. Para que una población pueda mantenerse estable o crecer, sin peligro de desaparición, necesita una reproducción que iguale a la población que la hace posible. Esto quiere decir, que la progenie debe estar en equilibrio con los progenitores o ser ligeramente superior.
Homo heidelbergensis
Cráneos de Homo heidelbergensis hallados en la Sima de los Huesos

Cuando las poblaciones no alcanzan un ratio de mantenimiento, decrecen y acaban por desaparecer. Los homininos de la Sima de los Huesos perteneciente a Homo heildebergensis, esuna especie con gran éxito en Europa desde los 600.000 a los 250.000 años antes del presente. Por eso sabemos que  la reproducción de esta especie estaba en equilibrio y que en algunos momentos creció. Esto explica que viviesen en un amplio territorio, al menos, en todo el apéndice de continente Euroasiático.
El sexo y la reproducción están en el eje de la vida de las especies y, por ende, son fundamentales en la evolución. Este sistema biológico que permite que las especies sobrevivan, condiciona su comportamiento y constituye un factor básico en la organización de los especimenes en los grupos ecológicos y sociales. Hasta tal punto que la etología y la ecología de estas comunidades están determinadas por la manera en que evoluciona el sexo reproductivo y el mantenimiento de las crías.

Las hembras de Homo heildebergensis, que podrían haber tenido la primera menarquia sobre los 14 años, se reproducían a un ritmo cuatrienal. Cuando destetaban podían ser cubiertas otra vez, de manera que la máxima producción potencial de crías, en el caso que muriesen con la menopausia a los 45 años, hubiese sido de entre 6 a 8 crías. Teniendo en cuenta que existía una gran mortandad antes de los 30 años, la media  hubiese sido de 2 o 3 crías supervivientes por hembra.
Con este ritmo, podemos pensar que el sexo reproductivo era muy importante, pero que lo era más el sexo social, ya que éste permitía el cuidado y desarrollo de las crías vivas. Sin duda, y con estas ratios de reproducción, el coste de mantenimiento de las mismas era muy elevado, por lo que toda la población joven y adulta tenía que cuidar de la progenie del grupo.
El sexo socializado explicaría el mantenimiento de grupos de homininos prehistóricos, puesto que gracias a ello, la selección natural actuaría de manera más matizada, que si el grupo no era social. Por lo que hemos de pensar que eran grupos que mantenían relaciones sexuales abiertas.




Los descendientes en Europa de Homo heildebergensis fueron los Homo neanderthalensis. Esta especie emerge hacia los 250.000 años, vivió básicamente en el subcontinente europeo, al igual que su antecesor, y ocupó mínimamente una porción de territorio de Asia del Este, llegando a Asia Central. Al menos esto es lo que conocemos hasta el momento sobre la territorialidad de esta especie que desaparece, misteriosamente, no sin antes haberse cruzado esporádicamente con nuestra especie, Homo sapiens,  llegada de África a Europa hace unos 40.000 años.
¿Que sabemos del sexo de Homo neanderthalensis? Conocemos que Homo heildebergensis tenía un bajo dimorfismo sexual. Esto quiere decir que hembras y machos eran parecidos a nivel de estructura corporal. No ocurría lo mismo en especies de homininos de hace más de dos millones de años, en los que el dimorfismo era muy marcado.
¿Por qué hacemos referencia al dimorfismo sexual? Pues para poder explicar la importancia de esta característica en el comportamiento etológico y cultural de los machos y hembras. En los primates, el dimorfismo marca el comportamiento en el sexo social de estos mamíferos. Cuando es muy acusado nos indica una asimetría en la estructuración social, que se hace muy significativa. El peso de la etología sobre la cultura es muy importante. Esto quiere decir que hembras y machos tienen roles muy diferenciados, y que entre los machos también quedan muy evidenciados los roles de poder y  jerarquía.
Dimorfismo sexual
El dimorfismo marca en las especies el comportamiento en el sexo

La conducta sexual entre primates es ya muy conocida. Así, por ejemplo, decenas de documentales nos explican el control visual del macho alfa gorila sobre el grupo de hembras y la imposibilidad de los machos que no son dominantes de cruzarse con éstas.  Por lo tanto, están subordinados al alfa.
Las hembras, de tamaño mucho más reducido que los machos y, sobre todo, del dominante, están controladas por éste en todo momento, no pudiendo desafiar esta conducta etológica que les ha dado el éxito evolutivo. Muy distinto a esto se da en otras especies y géneros donde el dimorfismo sexual es más reducido, como ocurre ya en Homo erectus, Homo heidebergensis, Homo neanderthalensis, y por supuesto, en nuestra especie, Homo sapiens. Se supone que la relación sexual no esta determinada por la estructura corpórea, sino que responde a otras estrategias donde la cultura tiene un papel relevante en el comportamiento.
Como hemos visto, Homo neanderthalensis, con un bajo dimorfismo sexual tiene que tener un sexo social ligado a esta característica anatómica de igualdad entre macho y hembra. Esto quiere decir que las relaciones sociales que se producen en estos grupos son distintas de los primates, que tienen un abultado dimorfismo sexual como los gorilas que hemos puesto de ejemplo. Esto nos ayuda a revisar la conducta sexual de muchas especies fósiles.


La selección natural es la que modula los ritmos de crecimiento y mantenimiento de las poblaciones. La forma como éstas se adaptan en cada momento determinado de la   historia nos indica el éxito evolutivo de la especie y la capacidad de supervivencia de la misma.
Gracias a los importantes estudios que se están realizando sobre registro de Homo neanderthalensis, en cuevas, abrigos y al aire libre, sabemos que esta especie que vivió en Europa entre hace 250.000 y 25.000 años, tuvo un progreso técnico social importante en su desarrollo. Esta constatación es significativa porque existen muchos colegas que tratan a las especies como si fueran inmutables en todo su conjunto, desde que emergen hasta que se extinguen.
Como ya hemos planteado anteriormente, es necesario saber cómo estaban compuestos los grupos para entender cómo se podían relacionar entre ellos y con los demás, con el fin de mantener la especie en funcionamiento en el planeta, sin problemas de supervivencia.
Las excavaciones que desde hace más de treinta años venimos realizando un equipo del Institut Català de Paleoecología Humana i Evolució Social (IPHES), en el Abric Romaní de Capellades, cerca de Barcelona, nos han permitido acercarnos, gracias a los descubrimientos secuenciales realizados, al conocimiento de algunos de los comportamientos de las sociedades neandertales que son claves para poder conocer su estructuración social.
Abric Romaní
Excavaciones en el Abric Romaní en agosto de 2012

La relación de los hogares con áreas domésticas, así como probables espacios cerrados como consecuencia de construcciones creadas con vegetales, nos permiten plantear la hipótesis de una ocupación de entre 20 y 25 metros cuadrados por unidad doméstica, con lo cual podemos inferir que estos grupos debían de estar compuestos por más de seis especímenes, pero por menos de doce.
Esta hipótesis nos permite postular que estos grupos estaban constituidos por familias nucleares, que podían autoabastecerse, siempre y cuando estuvieran dentro de una red de comunicación con miembros de otros territorios. Esto quiere decir que podían conformar clanes y tribus. De este modo, se estructuraban en redes que les permitían contactos cíclicos, lo que hacia operativo la supervivencia de los grupos en este sistema.
Los grupos nucleares debían estar compuestos por machos y hembras de diferente edad, combinándose la experiencia de los mayores con la capacidad reproductiva de hembras y machos más jóvenes. Por lo tanto, entre otras cosas, les carecterizaba la intergeneracionalidad.
Los intercambios sexuales podrían producirse en momentos especiales del año en abrigos, cuevas y lugares al aire libre, donde se intercambiaban elementos de los grupos para que las tribus y los clanes tuvieran continuidad.
Hemos planteado la hipótesis que algunos de los niveles excavados en el Abríc Romaní fueran los restos de este tipo de ocupaciones producto de agregaciones o reuniones.

Eudald Carbonell

Coeficiente intelectual humano retrocede, perdemos imaginación y memoria


Contradiciendo la tendencia universal que afirma una evolución intelectual de los humanos a lo largo de la prehistoria y la modernidad, científicos de la Universidad de Stanford, despliegan la teoría en contrario: el coeficiente intelectual de la humanidad disminuye en forma lenta pero concreta.
El informe publicado en Trends and Genetic, refiere a la hipótesis desarrollada por el equipo que encabeza el biólogo Gerald Crabtree, donde se establece que el relacionamiento entre el ser humano y la agricultura ha sido determinante para ello.
El estudio contradice al “efecto Flynn”, la más tradicional de las teorías sobre el particular, creada por el investigador James Robert Flynn, quien centró sus certezas en la evolución del coeficiente intelectual generación tras generación desde comienzos del siglo XX.
La supervivencia individual y la colectiva
Según el nuevo estudio todo cambió en función del relacionamiento del hombre con su base de sustento. Mientras hace miles de años, los hombres vivían en un medio salvaje en pequeños grupos, cada habilidad intelectual era absolutamente clave para sobrevivir. Sin emplear el cerebro constantemente, el hombre primitivo no podía ni alimentarse ni protegerse del entorno hostil: solamente los más inteligentes sobrevivían. Esta presión hizo que la inteligencia aumentara de forma constante durante muchas centurias.
Con el advenimiento de la agricultura, los hombres pasaron a vivir en grupos más grandes y en el mismo lugar, con lo que los más débiles empezaron a ser protegidos. Al vivir en comunidades mayores la inteligencia individual deja de ser absolutamente vital. Los estudiosos afirman que ello continuó en esa suerte involutoria constantemente, tal así que un ciudadano de la antigua Grecia que viaja en el tiempo, sería hoy más inteligente que el promedio en tanto tendría mucha más imaginación y más memoria.
Según el biólogo, la inteligencia depende de entre 2.000 y 5.000 genes que son particularmente susceptibles de sufrir mutaciones en cortos períodos de tiempo.

Tomado de: http://www.lr21.com.uy/tecnologia/1075240-coeficiente-intelectual-humano-esta-retrocediendo-perdemos-imaginacion-y-memoria

Artículos:


Gerald R. Crabtree. Our fragil intelect. Part I. Trends in genetics,  Available online 12 November 2012
Gerald R. Crabtree. Our fragil intelect. Part II. Trends in genetics,  Available online 12 November 2012

martes, 20 de noviembre de 2012

Los elefantes en edad avanzada son mejores líderes

 

Foto: Comstock/ThinkStock
Por Jennifer Viegas
LA ESENCIA
  • La edad puede mejorar las habilidades para detectar amenazas por parte de los animales, beneficiando a otros ejemplares si el que las identifica es un líder.
  • Estudios en primatesballenas y ahora elefantes muestran que la experiencia obtenida con el tiempo contribuye a un liderazgo más efectivo.
  • Los hallazgos pueden ayudar a explicar por qué las hembras de muchas especies viven más allá de sus años reproductivos.
Los animales de avanzada edad son los mejores líderes, sugiere un estudio realizado en primatesballenas y ahora elefantes.
La edad avanzada puede mejorar la capacidad de un ejemplar para detectar amenazas, descubrió la investigación, beneficiando a otros ejemplares si el que las identifica es el líder.
“Los hallazgos destacan la importancia de los ejemplares de avanzada edad en las poblaciones naturales, no solamente en los elefantes, sino también en otras especies con vida social, como por ejemplo lasballenas y los primates, en donde el conocimiento puede ser acumulado a través del tiempo”, dijo Karen McComb, autora del estudio publicado en la última edición de la publicación Proceedings of the Royal Society B.
McComb (ecologista del comportamiento especializada en psicología en la Universidad de Sussex) y sus compañeros condujeron sus experimentos en 1.500 elefantes africanos de 58 grupos familiares distintos, en el Parque Nacional Amboseli de Kenia.
Utilizando altavoces instalados en un vehículo de trabajo de campo, los investigadores hicieron sonar los rugidos de un león y de una leona en las inmediaciones del territorio de los elefantes. Durante algunos experimentos, los investigadores llegaron a hacer sonar los rugidos de tres leones a la vez. Además de los humanos, los leones son los principales depredadores naturales de los elefantes, siendo los ejemplares macho los cazadores más activos. Como promedio, los ejemplares de león macho son un 50% más grandes que las hembras.
Si bien todos los elefantes reaccionaron con mayor fuerza a los sonidos de los tres leones, los grupos liderados por matriarcas de avanzada edad mostraron una mayor sensibilidad ante la seria amenaza de los leones macho. Estos líderes de ejemplares hembra, de más de 60 años de edad, no sólo escucharon atentamente los rugidos sino que también reunieron a los miembros de su grupo en maniobras de defensa conocidas como “agrupación” y “hostigamiento”, en donde los elefantesactúan para acosar al león.
“Nuestro trabajo subraya la importancia del conocimiento que poseen algunos ejemplares, que puede conducir al beneficio de los integrantes de los grupos que cuentan con líderes de avanzada edad, manifestó Graeme Shannon de la Universidad de Sussex a Discovery Noticias.
La investigación destaca el valor de los ejemplares de avanzada edad entre los elefantes y trabajos anteriores han sugerido que ocurre lo mismo entre los humanos. Tal y como señala Shannon, investigaciones previas en los seres humanos han determinado que “el razonamiento sobre los conflictos sociales mejora con la edad a pesar del declive en otras formas de procesamiento cognitivo”.
Las sociedades humanas en tiempos modernos tienden a venerar la cultura juvenil. Ha pasado a través de la historia e incluso ahora. Sin embargo, “los individuos de avanzada edad emergen con frecuencia como líderes en las tareas que requieren conocimientos especializados”, indicaron los investigadores.
El patrón parece seguirse en muchas otras especies, como por ejemplo en los cachalotes, las orcas, los halcones y los cuervos, entre otros.
Peter Tyack, un científico de la división de biología del Instituto Oceanográfico Woods Hole, manifestó no haberse “sorprendido por el hallazgo de que las hembras de elefante están mejor capacitadas para liderar a sus grupos. El aumento de sus conocimientos, adquirido a lo largo de varias décadas, les permite tomar mejores decisiones que proporcionan grandes beneficios a sus grupos”.
Joshua Plotnik, investigador de la Universidad Emory y experto en elefantes, indicó que aunque los ejemplares más viejos no son necesariamente alfa, su experiencia e influencia juegan un papel muy importante en el proceso de toma de decisiones sociales.

Gen muy importante en la evolución humana


por C. Yáñez / P. Sepúlveda
Entre los simios más cercanos al ser humano están el gorila y el chimpancé. Con ellos compartimos entre el 97 a 98% de los genes, por lo que saber qué hace la diferencia ha sido por años el centro de estudio de la ciencia. Hasta ahora, diversos estudios han mostrado que ciertos genes que comparten hombres y simios están mutados o duplicados en los primeros, lo que podría explicar por qué los humanos lograron desarrollar habilidades superiores, como el lenguaje.
Pero ahora, una investigación de la U. de Edimburgo (Escocia) que comparó nuestro genoma con el de otras 11 especies describe -por primera vez- un gen exclusivo humano que podría ser la clave en la historia de la evolución, ya que habría permitido activar una serie de otros genes que dotaron al hombre de habilidades cognitivas.
Se trata del gen miR-941, que según los expertos, surgió luego que humanos se separaran de los simios y que fue fundamental en el desarrollo del cerebro humano, sobre todo en lo que respecta al lenguaje y la capacidad para fabricar herramientas.
Martin Taylor, del Instituto de Genética y Medicina Molecular de la U. de Edimburgo y autor principal del estudio, dijo que como especie, “los seres humanos son maravillosamente inventivos y estamos socialmente y tecnológicamente evolucionando todo el tiempo. Sin embargo, esta investigación muestra que estamos innovando a nivel genético también”, ya que este gen “surgió de la nada, en un momento en que nuestra especie estaba experimentando cambios dramáticos: viviendo más tiempo, caminando erguidos, aprendien- do a utilizar las herramientas y empezando a comunicarse”, dijo en Nature Com-munications, donde se publicó el artículo.
Paso evolutivo
De acuerdo con la investigación, este gen habría aparecido en el linaje humano entre uno a seis millones de años. Esto, porque se estima que hace seis millones, nuestra especie se separó de los simios para evolucionar y, por lo tanto, de esa fecha aproximadamente es el último ancestro común entre ambas especies. Por otro lado, se sabe que una especie homínida, descubierta en 2008, bautizada denisovanos y que vivió hace 50 mil años, ya tenía este gen. Los expertos calculan que el último ancestro común entre denisovanos y humanos modernos es de hace un millón de años. Según esos cálculos, la presencia de este gen en la especie humana coincide con otros avances significativos en la evolución de nuestra especie, como el fuego, descubierto hace tres millones de años. En ese mismo tiempo, casi se triplicó el tamaño del cerebro en los homínidos, lo que incluyó cambios masivos en la interconexión de los lóbulos frontales, transformaciones en el nexo de la producción vocal con las áreas motoras y emotivas del cerebro, enlaces con las zonas visuales de este órgano y la expansión de otras áreas más primitivas, como el cerebelo. Todo este desarrollo neurológico permitió un aumento en la habilidad y la coordinación del movimiento y también del habla, lo que, a su vez, ayudó a la vida en sociedad. “Hace seis millones de años, había una especie de simio que vivió en Africa, una de esas especies que, probablemente, se alojó en el medio forestal y finalmente, se convirtió en la población de chimpancés que conocemos hoy. Otro grupo de especies que probablemente se mudó a un medioambiente como la sabana, con el tiempo dio origen a los humanos modernos. Las mutaciones que dieron origen al miR-941 sólo ocurrieron en el grupo que se convertiría en seres humanos”, dijo Taylor a La Tercera.
El estudio
Para saber qué hizo aparecer el linaje humano, los expertos compararon nuestro genoma con 11 especies: chimpancé, gorila, orangután, el macaco rhesus, mono tití, ratón, rata, perro, vaca, la zarigüeya y el pollo.
Así, lograron identificar 10 genes humanos que no codifican proteínas (o microRNA), que no estaban presentes en las otras especies y, entre ellos, uno que se presentaba en un nivel mucho más alto que el resto (miR941). Los microRNA son esenciales en la regulación de la expresión de genes, aunque durante mucho tiempo fueron conocidos como ADN basura.
La investigadora del Programa de Genética de la U. de Chile, Lucía Cifuentes, explicó que todo el conocimiento de las últimas décadas demuestra que las diferencias entre las distintas especies se deben sobre todo a diferencias en la expresión e interacción de los genes.
Según Taylor, la importancia de este gen es que es completamente nuevo en la especie humana. Otros estudios han mencionado genes como FOXP2 y HAR1 como clave en funciones superiores humanas, pero son compartidos con los simios hasta hoy. En cambio, el gen miR-941 no estaba presente en el ancestro común de seres humanos y los chimpancés. “También se ha dicho que hay otros nuevos genes humanos, pero son cosas que se parecen a los genes y algunos, incluso, han demostrado ser proteínas. Pero ninguno de estos otros “nuevos” genes humanos ha demostrado tener una función. En nuestro trabajo, hemos podido demostrar una función a nivel molecular (como regulador de genes) y a nivel de organismo, como parte de la adaptación genética de otros genes”, insistió Taylor.
Cambios en el cerebro
Como se trata de un microARN y estos tipos de genes son los encargados de la regulación de otros genes, los demás genes específicos que provocaron los cambios son muchos y todavía no están descritos.
Lo que sí pueden decir los expertos de la U. de Edimburgo es que en el cerebro humano, este gen está expresado en altos niveles en la corteza prefrontal, asociada hoy a las principales habilidades cognitivas y funciones ejecutivas, como toma de decisiones, razonamiento, lenguaje, etc. También, se expresó fuertemente en el cerebelo. “No sabemos con claridad cuál es la función en el cerebro. Lo que sí sabemos es que miR-941 activa otros genes fuera o hacia abajo y sabemos que algunos de los genes que trabaja son los llamados genes diana. En nuestro estudio, hemos podido demostrar una función a nivel molecular y de organismo, es decir, vemos la adaptación genética de otros genes en respuesta a miR-941. Una firma llamativa de evolución darwiniana en acción”, dijo Taylor.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Un genio en el mundo de los chimpancés


 
Foto: Stockbyte
Los genios existen entre los no humanos, pero sus principales atributos no se relacionan con la inteligencia.
Por Jennifer Viegas
Ciertos monos parecen ser mucho más inteligentes que otros y al menos uno de ellos puede considerarse “excepcional” cuando es comparado con otros chimpancés.
Este destacado ejemplar, una hembra adulta de aproximadamente 20 años llamada Natasha, batió todos los récords durante el desarrollo de las pruebas. Los descubrimientos, publicados en la última edición dePhilosophical Transactions of the Royal Society B, sugieren que existen genios entre los no humanos, pero que sus atributos no se corresponden necesariamente con la inteligencia.
Los cuidadores de Natasha en el santuario para chimpancés de la isla Ngamba de Uganda, sabían que ella era muy especial incluso antes del último estudio realizado.
“Los cuidadores hablaban de Natasha como la chimpancé más inteligente y nuestras pruebas demostraron que ella era realmente excepcional comparada con el resto”, escribieron Esther Herrmann y Josep Call, del Instituto de Antropología Evolutiva Max Planck.
“Los tres cuidadores más experimentados incluyeron a Natasha en sus listas de los chimpancés más inteligentes”, añadieron.
Natasha ya había llamado la atención por sus hazañas fuera de lo común. Por ejemplo, escapó varias veces de su hábitat anterior, que estaba rodeado de una cerca eléctrica. Y logró este objetivo arrojando ramas a dicha cerca hasta observar que no se producía  ninguna chispa. Esto le permitió deducir que se había cortado la corriente.
También aprendió a engañar a los seres humanos, rociándolos con agua para obligarlos a arrojarle comida.
Herrmann y Call decidieron estudiar a esta chimpancé junto con otros ejemplares para determinar si realmente estos animales eran los más inteligentes de las especies de simios. Para lograrlo, los investigadores diseñaron un desafío mental compuesto de ocho consignas.
En la primera consigna, los chimpancés debían encontrar alimentos ocultos como una forma de probar su conocimiento espacial. En la segunda, debían utilizar una herramienta para evitar una trampa y obtener una recompensa de alimentos. Las tareas siguientes ponían a prueba sus conocimientos sobre elementos como el color, el tamaño y las formas.
“Identificamos a los ejemplares que consistentemente mostraron un buen desempeño en todas las tareas”, escribieron los autores, quienes una vez más tomaron nota de que Natasha había acertado en casi todas las consignas.
Los investigadores no pudieron identificar “un factor general de inteligencia”, pero sí indicaron que la inteligencia de los simios podía estar compuesta de una serie de habilidades relacionadas con el aprendizaje, el uso de herramientas, la comprensión de las cantidades y la capacidad de sacar conclusiones basadas en evidencias y razonamientos.
Y al igual que dice el refrán, tal vez la necesidad sea la madre de las invenciones y al menos en algunos casos uno de los motivos detrás de la inteligencia de los chimpancés.
Call, por ejemplo, le contó a Discovery Noticias la forma en la que los chimpancés fabrican herramientas para extraer termitas de sus montículos. Se trata de un proceso que requiere varios pasos.
“Primero desentierran los tallos más largos o usan sus dientes para extraer un tallo desde su base y posteriormente retirar las hojas más grandes sujetándolas con los dientes. Luego transportan las hojas hasta los nidos de las termitas, en donde terminan su herramienta de extracción convirtiendo el extremo del tallo en una especie de “pincel”, cuyas fibras fueron desgarradas por sus dientes y separadas con mordidas”,  relató.
Y con respecto al motivo por el cual algunos chimpancés logran atravesar este proceso tan elaborado, afirmó que “depende mucho de las restricciones y las necesidades ecológicas”.
En lo que se refiere a otros animales, Herrmann y Call mencionan a los perros Rico y Chaser, que son capaces de conocer el significado de cientos de palabras.
“Es interesante destacar”, señalan los científicos, “que todos  los perros (considerados como muy inteligentes) pertenecen a la raza Border Collie. Y muchos de sus dueños aseguraron no haber adiestrado a sus mascotas para que aprendan a buscar la pelota, ¡sino que sus perros los adiestraron a ellos!”
Pero aún no se ha determinado qué es exactamente lo que conforma esa inteligencia. Los investigadores proponen realizar más estudios con “tareas que evalúen las dimensiones cognitivas, motivacionales y temperamentales”.
En gran parte, esto se debe a que la voluntad de aprender y la actitud positiva parecen marcar una gran diferencia en los perros, los chimpancés y otros animales, al igual que sucede con los seres humanos.

Los chimpancés pueden ser tan generosos como los humanos

 Monos, Chimpancés
 Expertos hicieron prueba en la que las hembras debían elegir un premio para ellas o uno para compartirlo con sus parejas. Casi todas escogieron la segunda opción

(EFE). Los seres humanos no somos los únicos capaces de ser generosos, según un estudio estadounidense en el que un grupo de chimpancés optó siempre por compartir un premio con su pareja, sobre todo si ésta se mostraba paciente.
Según los autores del estudio, publicado hoy en la revista científica PNAS, la investigación contrasta con otras que apoyan la teoría de que el altruismo humano evolucionó en los últimos seis millones de años, solo después de que los hombres se diferenciaran de los monos.
“Este estudio confirma la naturaleza pro social de los chimpancés con unas pruebas mejor adaptadas a la especie”, señaló uno de los autores, el investigador Frans de Waal, del centro de investigación nacional de primates Yerkes.
Según De Waal, varios estudios anteriores dieron un resultado opuesto debido a defectos de logística como la complejidad de los mecanismos empleados para recompensar a los chimpancés y la distancia existente entre los animales.
De Waal, su colega Victoria Horner y otros investigadores simplificaron al máximo la prueba, en la que dieron a elegir a siete chimpancés adultas entre obtener una recompensa para sí mismas o para sí mismas y su pareja.
Para ello les presentaron un cubo con fichas de dos colores distintos, uno de los cuales podía ser intercambiado por un premio para la pareja y otro por un premio solo para ellas.
Las siete chimpancés optaron de modo aplastante por la opción pro social, sobre todo si su pareja se mostraba paciente o se limitaba a recordarles su presencia de una manera discreta, señala el estudio.
Pero eran más reacias a premiar a las parejas alborotadoras, que mendigaban de forma persistente o les escupían agua, lo que demuestra que su altruismo era espontáneo y no fruto de la intimidación, añade.
“Nos emocionó ver que una hembra tras otra eligió la opción que le proporcionaba comida tanto a ella como a su pareja”, afirmó la Dra. Horner.
Según sus autores, el estudio pone fin al rompecabezas sobre el altruismo de los chimpancés y sugiere que el altruismo humano no es una anomalía como se llegó a pensar.
Los resultados de estudios anteriores no se correspondían con el comportamiento de estos monos en el medio salvaje, donde han demostrado varios grados de empatía, subrayaron los científicos del centro Yerkes de la universidad de Emory, en Atlanta, que lleva ocho décadas investigando a los primates.