martes, 25 de mayo de 2010

Humanos y neandertales

Neandertal, pareja, amor, mestizaje, ilustracion
 
Tomado de Revista Quo 
Autora: Pilar Gil Villar
Con la ayuda del paleoantropólogo Antonio Rosas y la mano de uno de los especialistas en ilustración paleontológica más prestigiosos del mundo (Mondolithic), hemos querido recrear el encuentro entre un macho neandertal y una mujer de hoy. ¿Imposible? © www.mondolithic.com
En realidad, esa es la razón última de secuenciar el ADN de la especie evolutiva más cercana a nosotros: compararlo con el nuestro y detectar aquellos genes o mutaciones que solo aparecen en este último. Después habrá que comprobar qué función cumplen y si su labor puede haber contribuido a la selección positiva, es decir, a nuestra capacidad de adaptarnos al entorno para sobrevivir y tener más descendencia.
Es lo que mueve al equipo internacional de investigadores que ha publicado en la revista Science lo que aún consideran un borrador del genoma neandertal. Con Richard E. Green, de la Universidad de California (EEUU), y Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) a la cabeza, han invertido en el empeño años, esfuerzo y “entre 2 y 3 millones de euros”, según la vaga estimación del propio Pääbo.
De momento, ya tienen el 60 por ciento del mensaje en clave química que rigió la vida de la especie desaparecida. Y al contrastarlo con el que llevamos nosotros también han identificado 20 regiones genéticas que pudieron desempeñar un papel importante en nuestro triunfo como especie.
En ellas se incluye un gen cuya participación conocemos en el desarrollo de nuestros cráneo, costillas y clavícula, y que, por tanto, podría ayudar a explicar cómo y por qué hay diferencias entre nuestro esqueleto y el neandertal.
De otros tres genes en exclusiva humanos sabemos que intervienen en el autismo, el síndrome de Down y la esquizofrenia. Esto no implica en modo alguno que los neandertales las padecieran, sino solo que quizá participaron en procesos evolutivos relacionados con el desarrollo cognitivo.
Otras regiones identificadas apuntan a la diabetes (y por tanto, al metabolismo) y a aspectos como el sudor y el gusto.
También se han localizado diferencias en genes relacionados con la piel, lo que podría interpretarse como que “algo ha cambiado en la fisiología o morfología de la piel humana comparada con la neandertal”, en opinión de Pääbo.
Pero, para conocer el auténtico significado de estos descubrimientos, necesitaremos investigar más y, sobre todo, recurrir a una tercera especie. “Habrá que colocar la versión humana de un gen en unos ratones y la neandertal en otros. Y estudiarlos”, explica Carles Lalueza-Fox, paleogenetista del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF) y participante en el estudio.

Cosas de familia

Mientras tanto, podemos ocuparnos de la otra gran cuestión: ¿Se aparearon o no?
Pocas veces la pregunta más repetida del cotilleo universal ha alcanzado el rango de incógnita científica. Y muchas menos hay pruebas de la respuesta.
El rumor se centra esta vez en dos especies que compartieron el nada desdeñable territorio de Europa durante unos 60.000 años. Por un lado, los neandertales, surgidos como tal especie en suelo europeo hace unos 400.000 años y borrados de la faz de los fósiles hace unos 28.000. Por otro, los primeros humanos con rasgos modernos. Con cuna en África, se lanzaron a ampliar horizontes hace unos 100.000 años y conquistaron el mundo en una evolución cuyo testigo portamos los hombres y mujeres de hoy en día. Empeñados en saber si de verdad aquellos tatarabuelos se pasaron unos 70.000 años sin llegar a mayores con esos otros seres con pinta de gente con los que compartían mundo.

Pues sí, lo hicieron

La respuesta es: sí. Y las portadoras de tal misiva han sido tres chicas. O mejor, apenas 500 miligramos de polvo extraídos con un taladro de dentista de lo que, hace unos 30.000 años, debieron de ser sus tibias.
Cuando las descubrieron en el yacimiento de Vindjia, en la actual Croacia, ya se encontraban fragmentadas. Se las seleccionó gracias a la buena calidad de su ADN, un material cuya composición empieza a alterarse en cuanto un ser fallece y que se contamina fácilmente con el de cualquier otra forma de vida de su cercanía, ya sea microbio o investigador. Aun así, el 95% de los resultados obtenidos con las avanzadísismas técnicas de secuenciación del Proyecto Genoma Neandertal pertenecían a microorganismos instalados durante siglos en los huesos.
El resto compone ese 60% de genes que deberían empezar a hablarnos de la especie a la que una vez dirigieron. Pero para que sus mensajes tengan sentido hace falta un contexto.
Carles Lalueza nos explica que la mejor forma de hacerlo es: “Alinear los genomas del chimpancé, el humano y el neandertal, y ver en qué posiciones el neandertal es idéntico al chimpancé y diferente del humano”.
La cantidad de diferencias marcará el grado de distancia evolutiva entre unos y otros, y ayudará a establecer el grado de parentesco (o su ausencia). El genoma del chimpancé está disponible desde 2005, y por la parte humana se ha secuenciado para la ocasión el ADN de cinco contemporáneos nuestros procedentes de África occidental, Sudáfrica, Papúa-Nueva Guinea, China y Francia.

Pocos, pero bien avenidos

Y al establecer la comparación, surgió la sorpresa. Los genomas de los no-africanos tenían entre un 4 y un 5% más de posibilidades de coincidir con los neandertales que el de los africanos. ¿Cómo es posible, si la rama de homínidos africanos que daría lugar a los neandertales se extinguió y los ancestros de sapiens actual salieron de ese continente cientos de miles de años después?
A pesar del reconocido escepticismo inicial, Pääbo y sus colegas tuvieron que admitir que la pasión había podido más que las razones filogenéticas. Se abría la vía para los detalles: dónde, cuándo y cuánto se unieron neardentales y humanos? Los dos primeros interrogantes podían responderse gracias a la similitud en los porcentajes de parecido neandertal entre lugares tan distantes como Francia y Papúa-Nueva Guinea, sobre todo porque en este último no se han encontrado fósiles de esa especie.
A menos que la hibridación se produjera justo cuando los primeros hombres modernos salieron de África y se expandieron por el mundo con su porción de genes neandertales ya puestos. Esta explicación, por la que se inclina el estudio, sitúa la escena amatoria en Oriente Medio, hace entre 45.000 y 60.000 años (véase el recuadro en página anterior). En cuanto al cuánto, parece que la fogosidad “intercultural” se mantuvo en cifras más bien modestas. La porción de genes neandertales en la población actual se calcula entre un 1 y un 4%. Esta cantidad no indica que hayan descubierto un grupo de genomas concretos que todos los no-africanos compartimos a modo de escudo heráldico neandertal. Más bien se trata de una huella genérica en nuestra especie, que Svante Pääbo aclaraba al presentar el estudio: “Son partes del genoma al azar. Puede dar la casualidad de que yo tenga ciertas partes con origen neandertal y que quizá usted tenga otras. Pero nada indica que se hayan fijado partes neandertales en todos los no-africanos”.

Quién con quién

Lo que sí aporta ese dato es una leve pista demográfica. David Reich, genetista de Harvard que también intervino en el estudio, perfila dos opciones: “Pudo ocurrir con muchos apareamientos en poblaciones muy grandes, o con pocos en poblaciones colonizadoras bastante pequeñas”.
Una duda para el futuro, como la posibilidad de encuentros posteriores en otras zonas de Europa, o si en el llamado “flujo genético” de neandertales a modernos participaron más ellos o ellas. Este detalle, para el que los investigadores no han obtenido suficientes datos, podría hablarnos de la relación entre “autóctonos” e “invasores”: ¿intercambiaban hembras, por ejemplo?
Mientras se aclara, Pääbo destaca “haber demostrado que eran biológicamente capaces de producir descendencia”. Una afirmación que algunos prefieren mantener en el rango de lo anecdótico, como manifestaba Juan Luis Arsuaga a nuestro compañero Álex Fernández Muerza, y que otros ya llevaban preconizando hace mucho tiempo.

¿novedad o confirmación?

Erik Trinkaus, antropólogo de la Universidad Washington en San Luis (EEUU), publicó en la revista PNAS en 2007 una investigación en la que defendía que ciertos rasgos físicos de fósiles postneandertales solo podían explicarse como un cruce entre aquellos y los humanos modernos. Ahora, sigue concediendo más peso al registro fósil que a una muestra genética que tilda de “patética”, y apuesta así por encuentros más frecuentes: “El estudio de Pääbo utiliza un argumento muy enrevesado para contradecir la hibridación europea, a pesar de que sus propios datos genéticos indican que había variantes ‘neandertales’ en Siberia, y por tanto, por toda Eurasia. No es más que el antiguo prejuicio de siempre contra los neandertales europeos”.
Porque existen prejuicios. Al menos, a pie de calle. A pesar de todo, descubrimientos como que enterraban a sus muertos, organizaban las “estancias” de sus cuevas y cuidaban de sus enfermos no parecen haber calado en la conciencia colectiva, porque el concepto neandertal sigue asociándose con lo arcaico y zafio, y suscita reticencia a llevar “sangre de las cavernas”.
Aunque solo será cuestión de tiempo descubrir que la tenemos todos. Pääbo considera posible que: “Formas arcaicas africanas contribuyeran a los africanos actuales”, lo que nos igualaría en el grado de “cavernez”.

domingo, 23 de mayo de 2010

LA CAPACIDAD MENTAL DE VALORAR LA INTENCION DE UNA PERSONA Y EL RESULTADO DE SU ACCION


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Psicología
Miércoles, 19 de Mayo de 2010 09:43
Imagine este suceso: Una mujer y su amigo están paseando por una factoría química. Llegan hasta una máquina expendedora de café, a cuyo lado hay un depósito con la etiqueta “Tóxico”. La mujer ve este rótulo de advertencia pero aún así vierte un poco de fino polvo blanco del depósito en una taza de café que ha preparado para su amigo, buscando deliberadamente envenenarle. El amigo bebe el café pero sale ileso del incidente, porque, sin que la mujer lo supiera, resulta que el polvo era tan sólo azúcar.

Foto: Wikipedia
La mayoría de la gente se sentiría indignada ante la conducta de esa mujer, y consideraría que su acto es moralmente repugnante. Sin embargo, en un nuevo estudio, ciertos pacientes con daños en una región cerebral conocida como corteza prefrontal ventromedial reaccionaron de manera muy diferente. Fueron incapaces de experimentar una respuesta emocional normal ante la situación anteriormente descrita, y basaron su valoración sólo en el resultado, es decir sólo tuvieron en cuenta que el hombre no sufrió ningún daño. A su entender, el acto de la amiga era moralmente tolerable.

Eso indica que la capacidad del cerebro humano para responder apropiadamente al intento de hacer daño, es decir, sentir una fuerte indignación hacia el sujeto que ha tratado de hacerlo, se asienta en la corteza prefrontal ventromedial, una región cerebral del tamaño de una ciruela, ubicada por encima y hacia detrás de los ojos, y que interviene en la regulación de las emociones.

Tal como señala Liane Young, del Departamento de Ciencias Cognitivas y del Cerebro, del MIT, el hallazgo hace encajar una nueva pieza del rompecabezas de cómo el cerebro humano construye la moral.

Trabajando con investigadores de la Universidad del Sur de California dirigidos por Antonio Damasio, Young estudió un grupo de nueve pacientes con daños en la corteza prefrontal ventromedial causados por aneurismas o tumores.

Tales pacientes tienen problemas procesando emociones sociales tales como la empatía o la vergüenza, pero tienen intactas sus capacidades para el razonamiento y otras funciones cognitivas.

En el nuevo estudio, los investigadores trataron de averiguar el papel exacto de las respuestas emocionales en la confección de valoraciones morales. Presentaron a los sujetos 24 situaciones y les preguntaron cómo reaccionarían ante tales sucesos. Los sucesos de mayor interés para los investigadores eran aquellos en los que la intención de la persona no coincidía con el resultado de su acción, ya fuese porque fallaba al intentar hacer daño, o bien porque causaba un daño de manera involuntaria y accidental.

Al ser confrontados con intentos fallidos de causar daño, los pacientes eran perfectamente capaces de comprender las intenciones del autor de los hechos, pero no le consideraban moralmente responsable. Los pacientes valoraron incluso los intentos fallidos de hacer daño a alguien como más permisibles que los daños causados sin querer a una persona (como envenenar accidentalmente a alguien), o sea, justo al revés de como lo valoraría una persona adulta normal, para quien es moralmente más reprochable un intento fallido de asesinato que matar a alguien por accidente.

Es resumidas cuentas, la manera que esos pacientes tienen de juzgar a los demás no va más allá de los resultados finales de sus actos.

La capacidad de culpabilizar a quienes tratan de causar daño, aún cuando acaben fracasando en su intento, podría haber evolucionado como una manera de protegernos de aquellos con malas intenciones. Esta información sobre la intención que tenía una persona al hacer algo es fundamental para realizar valoraciones sobre el grado de confianza que nos merece cada persona y para decidir de quienes nos conviene hacernos amigos y a quienes debemos evitar a toda costa. Alguien que desea hacernos daño, aún cuando no lo haya conseguido aún, es tan enemigo como alguien que ya nos haya hecho ese mismo daño.
Scitech News

EL MESTIZAJE DA MAYOR ATRACTIVO FISICO

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Psicología
Martes, 18 de Mayo de 2010 09:54
Esta afirmación ya no es una mera frase. En una investigación, se ha comprobado que la percepción de la belleza se ve influida por el grado de mestizaje.
Foto: Cardiff U.
En el mayor estudio de su tipo, el Dr. Michael Lewis, de la Escuela de Psicología de la Universidad de Cardiff, preparó una colección aleatoria de 1205 rostros de personas blancas, negras y mestizas.

Cada rostro fue entonces puntuado a partir del grado de atractivo físico con que otras personas lo valoraban.

Los rostros mestizos, como promedio, fueron considerados los más atractivos.

Estudios previos a menor escala ya habían sugerido que las personas mestizas eran percibidas como más atractivas que las personas con un solo tipo de ascendencia. Este estudio fue un intento de comprobar en una muestra mayor de población la incidencia de este fenómeno.

El estudio también podría tener implicaciones más amplias que sólo el atractivo.

Establecida por vez primera vez en 1876 por Darwin, la heterosis (o vigor híbrido) es un fenómeno biológico que predice que el mestizaje conduce a una descendencia que es genéticamente mejor que sus padres.

Como la heterosis es considerada como un efecto biológico universal, es posible que los humanos estemos sujetos a su influencia, y esa percepción instintiva de superioridad biológica ayuda a explicar por qué las personas mestizas nos parecen más atractivas.

Los resultados parecen confirmar que las personas cuyo acervo genético es más diverso, son percibidas, en promedio, como más atractivas que quienes poseen un acervo genético más reducido. Esto se puede considerar como una evidencia de heterosis entre grupos de población humanos.
Scitech News