Una nueva investigación de la Universidad de Pittsburgh finalmente podría proporcionar pruebas sobre las etapas iniciales de la evolución de los sexos separados, una teoría que sostiene que machos y hembras evolucionaron de ancestros hermafroditas. Se sabe muy poco sobre estas etapas iniciales, debido al mucho tiempo transcurrido desde entonces, lo cual ha dificultado, o en algunos aspectos imposibilitado, el estudio de esa transición.
Sin embargo, Tia Lynn Ashman, una ecóloga especializada en la evolución vegetal, del Departamento de Ciencias Biológicas de la citada universidad, ha documentado la evolución inicial de sexos separados en una especie de fresa silvestre que aún realiza una transición desde el hermafroditismo.
Estos resultados también se aplican a los animales (mediante la teoría unificada) y proporcionan la primera prueba que apoya a la teoría que sostiene que el establecimiento de sexos separados fue consecuencia de una mutación genética en genes hermafroditas que condujo a cromosomas sexuales masculinos y femeninos. Con la capacidad de reproducirse pero sin el riesgo de engendrar descendencia con defectos por culpa de la autofertilización en los hermafroditas, los sexos separados prosperaron.
El estudio también muestra que las plantas pueden proporcionar conocimientos sobre la evolución animal y humana. "Tenemos la oportunidad de observar la evolución de cromosomas sexuales en las plantas porque esa evolución es más reciente", apunta Ashman. "No veríamos esto en los animales porque los cromosomas sexuales se desarrollaron hace mucho tiempo. En su lugar, podemos realizar un estudio de una especie que ahora esté en esa etapa inicial y aplicarlo a los animales basándonos en la teoría unificada, la que sostiene que la biología animal y la vegetal se superponen a menudo".
Para el estudio actual, Ashman y Rachel Spigler trabajaron con una especie de fresa silvestre en la cual no está completa la evolución de sexos separados, de forma que existen plantas hermafroditas entre las plantas masculinas y femeninas. Los cromosomas sexuales en estas plantas tienen dos posiciones de genes en un cromosoma: una que controla la esterilidad y la fertilidad en las plantas masculinas y la otra en las femeninas. Los descendientes que heredan ambas versiones de fertilidad son plantas hermafroditas capaces de autorreproducirse. Las plantas que poseen una versión de fertilidad y una de esterilidad se convierten en masculinas o femeninas. Aquellas que tienen ambas versiones de esterilidad son completamente estériles, no pueden reproducirse, y, de este modo, mueren sin dejar descendencia.
Las plantas de un solo sexo no sólo se reproducen entre sí, sino también con plantas hermafroditas, y transmiten la mutación, lo cual puede originar descendientes de un solo sexo. También puede originar plantas estériles, pero las plantas con genes que favorezcan la producción de descendientes fértiles tienden a ser más exitosas.
Cuando se tienen en cuenta los efectos nocivos de la autofertilización en las hermafroditas, se debe esperar un descenso gradual del número de plantas de esta clase. Como consecuencia, se trasmitirán menos cromosomas con ambas versiones de fertilidad y aumentará la frecuencia de individuos de un solo sexo.
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viernes, 23 de enero de 2009
Como la actividad social afecta la genética de la especie
Una nueva investigación sugiere que ciertos sucesos ocurridos en siglos recientes tienen un impacto sustancial sobre los patrones de la diversidad genética en el suroeste de Europa. El estudio muestra que los patrones geográficos de ascendencia de la población parecen estar influenciados por las conversiones religiosas tanto de judíos como de musulmanes en la Península Ibérica.
La mayoría de los estudios sobre la diversidad genética europea se ha centrado sobre las variaciones a gran escala y las interpretaciones basadas en acontecimientos ocurridos durante la prehistoria, pero las emigraciones y las invasiones en épocas históricas pueden tener también efectos profundos sobre el "paisaje" genético.
El profesor Mark A. Jobling, del Departamento de Genética en la Universidad de Leicester, y sus colegas, realizaron un sofisticado análisis genético de 1.140 hombres de la Península Ibérica y de las Islas Baleares, centrándose en el cromosoma Y, el que es transmitido del padre al hijo.
Los investigadores encontraron un nivel remarcablemente alto de ascendencia judía sefardita (19,8 por ciento) y del norte de África (10,6 por ciento) en esta enorme muestra de cromosomas Y modernos. La Península Ibérica tiene un pasado reciente complejo, con la residencia durante largo tiempo de estas dos poblaciones con orígenes geográficos diferentes y características religiosas y culturales únicas.
La gran proporción de ancestros judíos sefarditas detectada no se ajusta a las expectativas que cabría esperar a partir de los registros históricos. Estas proporciones sugieren, según Jobling, un elevado nivel de conversión religiosa, ya fuese voluntaria o forzada, promovida por episodios históricos de intolerancia social y religiosa que condujeron finalmente a la integración de los descendientes dentro del grupo social dominante, ante lo poco conveniente de seguir fuera de tal grupo.
Adicionalmente, el linaje del norte de África en las poblaciones ibéricas exhibe una baja diversidad. La distribución geográfica de la ascendencia del norte de África en la península no refleja la colonización inicial y la posterior retirada. Es probable que fuera resultado de un movimiento poblacional posterior y forzado, que está más marcado en algunas regiones que en otras, según Jobling.
La investigación demuestra que tanto los episodios de inmigración desde Oriente Medio como desde el Norte de África, en los últimos dos milenios, y la introducción de nuevos tipos de cromosoma Y, eventos todos ellos impulsados por la conversión religiosa y los matrimonios mixtos, han tenido un gran impacto sobre las poblaciones modernas en España, Portugal y las Islas Baleares. Además, los hallazgos demuestran que la historia reciente debe ser tomada en consideración cuando se investiguen los impactos de los acontecimientos ocurridos durante la prehistoria temprana de Europa.
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La mayoría de los estudios sobre la diversidad genética europea se ha centrado sobre las variaciones a gran escala y las interpretaciones basadas en acontecimientos ocurridos durante la prehistoria, pero las emigraciones y las invasiones en épocas históricas pueden tener también efectos profundos sobre el "paisaje" genético.
El profesor Mark A. Jobling, del Departamento de Genética en la Universidad de Leicester, y sus colegas, realizaron un sofisticado análisis genético de 1.140 hombres de la Península Ibérica y de las Islas Baleares, centrándose en el cromosoma Y, el que es transmitido del padre al hijo.
Los investigadores encontraron un nivel remarcablemente alto de ascendencia judía sefardita (19,8 por ciento) y del norte de África (10,6 por ciento) en esta enorme muestra de cromosomas Y modernos. La Península Ibérica tiene un pasado reciente complejo, con la residencia durante largo tiempo de estas dos poblaciones con orígenes geográficos diferentes y características religiosas y culturales únicas.
La gran proporción de ancestros judíos sefarditas detectada no se ajusta a las expectativas que cabría esperar a partir de los registros históricos. Estas proporciones sugieren, según Jobling, un elevado nivel de conversión religiosa, ya fuese voluntaria o forzada, promovida por episodios históricos de intolerancia social y religiosa que condujeron finalmente a la integración de los descendientes dentro del grupo social dominante, ante lo poco conveniente de seguir fuera de tal grupo.
Adicionalmente, el linaje del norte de África en las poblaciones ibéricas exhibe una baja diversidad. La distribución geográfica de la ascendencia del norte de África en la península no refleja la colonización inicial y la posterior retirada. Es probable que fuera resultado de un movimiento poblacional posterior y forzado, que está más marcado en algunas regiones que en otras, según Jobling.
La investigación demuestra que tanto los episodios de inmigración desde Oriente Medio como desde el Norte de África, en los últimos dos milenios, y la introducción de nuevos tipos de cromosoma Y, eventos todos ellos impulsados por la conversión religiosa y los matrimonios mixtos, han tenido un gran impacto sobre las poblaciones modernas en España, Portugal y las Islas Baleares. Además, los hallazgos demuestran que la historia reciente debe ser tomada en consideración cuando se investiguen los impactos de los acontecimientos ocurridos durante la prehistoria temprana de Europa.
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Enfluencia emocional
Martes, 20 de Enero de 2009 10:41
Todos sabemos que aunque las cosas nos vayan muy bien, si las personas con las que nos unen vínculos afectivos son desgraciadas, no seremos tan felices como lo seríamos si ellas también fuesen afortunadas. En un estudio reciente se ha intentado rastrear a gran escala la influencia de la felicidad de las personas cercanas sobre la de uno mismo.
Nicholas Christakis, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, y James Fowler, de la Universidad de San Diego en California, analizaron datos recolectados durante el Framingham Heart Study (Estudio Cardiaco de Framingham) para comprobar si la felicidad podía "contagiarse" de persona a persona, y si se forman grupos de felicidad dentro de las redes sociales.
En el Framingham Heart Study, 5124 adultos de entre 21 y 70 años de edad fueron reclutados y estudiados con el debido seguimiento entre 1971 y 2003, para examinar varios aspectos de su salud y su vida. Se pidió a los participantes identificar a sus familiares, amigos íntimos, lugar de residencia y lugar de trabajo, para garantizar que pudieran ser contactadas cada dos a cuatro años para el citado seguimiento. Los autores del nuevo estudio encontraron 53.228 lazos sociales entre los 5.124 participantes, y un total de 12.067 personas. Fowler y Christakis se centraron sobre las vidas de 4.739 participantes en el periodo desde 1983 hasta 2003.
Durante el estudio original, se recogieron datos adicionales sobre el estado de ánimo, empleando una escala de puntuación de la depresión.
Valiéndose de análisis estadísticos, los autores del nuevo estudio midieron cómo las redes sociales se correlacionaban con la felicidad manifestada. Encontraron no sólo que personas que vivían en la misma casa y que se volvían más felices elevaban la probabilidad de que los otros residentes ganaran también en felicidad, sino que además se vieron efectos similares en hermanos y hermanas que vivían cerca y hasta en vecinos con quienes hubiera buena relación.
Un aspecto importante de los resultados del estudio es la conclusión alcanzada por los investigadores de que una estrecha proximidad física es esencial para que la felicidad se contagie. Una persona será más feliz (con un 42 por ciento de probabilidades) si un amigo o amiga de ella, que viva a menos de media milla (unos 800 metros) pasa a ser feliz. El efecto es sólo del 22 por ciento para amigos que viven a una distancia mayor que esa pero inferior a dos millas (3,2 kilómetros), y disminuye hasta volverse insignificante a medida que la distancia física aumenta más.
Los hallazgos sugieren que las concentraciones de individuos felices resultan del contagio de felicidad de unos a otros, y que no son sólo el resultado de una tendencia de las personas a relacionarse con otras similares a ellas.
Conviene advertir, sin embargo, que en otra investigación también reciente, Jason Fletcher, de la Universidad de Yale, y Ethan Cohen-Cole, del Banco de la Reserva Federal de Boston, han alertado que los métodos empleados para detectar los efectos de las redes sociales en el estudio de Christakis y Fowler están sujetos a interpretaciones y valoraciones engañosas que podrían sugerir efectos inexistentes.
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Todos sabemos que aunque las cosas nos vayan muy bien, si las personas con las que nos unen vínculos afectivos son desgraciadas, no seremos tan felices como lo seríamos si ellas también fuesen afortunadas. En un estudio reciente se ha intentado rastrear a gran escala la influencia de la felicidad de las personas cercanas sobre la de uno mismo.
Nicholas Christakis, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, y James Fowler, de la Universidad de San Diego en California, analizaron datos recolectados durante el Framingham Heart Study (Estudio Cardiaco de Framingham) para comprobar si la felicidad podía "contagiarse" de persona a persona, y si se forman grupos de felicidad dentro de las redes sociales.
En el Framingham Heart Study, 5124 adultos de entre 21 y 70 años de edad fueron reclutados y estudiados con el debido seguimiento entre 1971 y 2003, para examinar varios aspectos de su salud y su vida. Se pidió a los participantes identificar a sus familiares, amigos íntimos, lugar de residencia y lugar de trabajo, para garantizar que pudieran ser contactadas cada dos a cuatro años para el citado seguimiento. Los autores del nuevo estudio encontraron 53.228 lazos sociales entre los 5.124 participantes, y un total de 12.067 personas. Fowler y Christakis se centraron sobre las vidas de 4.739 participantes en el periodo desde 1983 hasta 2003.
Durante el estudio original, se recogieron datos adicionales sobre el estado de ánimo, empleando una escala de puntuación de la depresión.
Valiéndose de análisis estadísticos, los autores del nuevo estudio midieron cómo las redes sociales se correlacionaban con la felicidad manifestada. Encontraron no sólo que personas que vivían en la misma casa y que se volvían más felices elevaban la probabilidad de que los otros residentes ganaran también en felicidad, sino que además se vieron efectos similares en hermanos y hermanas que vivían cerca y hasta en vecinos con quienes hubiera buena relación.
Un aspecto importante de los resultados del estudio es la conclusión alcanzada por los investigadores de que una estrecha proximidad física es esencial para que la felicidad se contagie. Una persona será más feliz (con un 42 por ciento de probabilidades) si un amigo o amiga de ella, que viva a menos de media milla (unos 800 metros) pasa a ser feliz. El efecto es sólo del 22 por ciento para amigos que viven a una distancia mayor que esa pero inferior a dos millas (3,2 kilómetros), y disminuye hasta volverse insignificante a medida que la distancia física aumenta más.
Los hallazgos sugieren que las concentraciones de individuos felices resultan del contagio de felicidad de unos a otros, y que no son sólo el resultado de una tendencia de las personas a relacionarse con otras similares a ellas.
Conviene advertir, sin embargo, que en otra investigación también reciente, Jason Fletcher, de la Universidad de Yale, y Ethan Cohen-Cole, del Banco de la Reserva Federal de Boston, han alertado que los métodos empleados para detectar los efectos de las redes sociales en el estudio de Christakis y Fowler están sujetos a interpretaciones y valoraciones engañosas que podrían sugerir efectos inexistentes.
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jueves, 22 de enero de 2009
Función del llanto
Todos hemos vivido alguna ocasión en que llorar nos ha servido para desahogarnos y sentirnos mejor. ¿Pero por qué es beneficioso llorar? Y, por otra parte, ¿realmente hay veces en que llorar pueda empeorar nuestro estado de ánimo en vez de mejorarlo? Los psicólogos Jonathan Rottenberg y Lauren M. Bylsma de la Universidad del Sur de Florida, junto con su colega Ad J.J.M. Vingerhoets de la Universidad de Tilburgo, han hecho algunos hallazgos interesantes sobre la psicología del llanto.
Estos psicólogos analizaron los testimonios detallados de más de 3.000 personas que experimentaron episodios recientes de llanto (fuera del laboratorio), y constataron que los efectos beneficiosos de llorar dependen de cuándo, dónde y por qué lo hace cada individuo en particular.
Los autores del estudio comprobaron que la mayoría de las personas que expusieron sus episodios recientes de llanto afirmaba haberse sentido mejor después de llorar. Sin embargo, un tercio de las personas informaba no haberse sentido mejor, y una décima parte aseveraba incluso haber experimentado un empeoramiento de su estado de ánimo después de llorar.
El análisis de los testimonios también reveló que las personas que al llorar recibieron apoyo social tenían mayores probabilidades de sentirse mejor después del llanto.
Las investigaciones realizadas hasta la fecha no han logrado establecer con claridad por qué llorar es beneficioso, pues, entre otras cosas, los resultados, a menudo, parecen depender de cómo se estudia el llanto. Por ejemplo, estudiarlo en directo y bajo condiciones de laboratorio entraña bastantes dificultades. Los voluntarios que acuden a un laboratorio para llorar y explicar cómo se sienten después, no suelen describir efectos positivos de la experiencia. En la mayoría de los casos, se sienten peor. Esto puede deberse a las condiciones estresantes inducidas por la propia investigación y el entorno del laboratorio, incluyendo por ejemplo ser filmados o contemplados mientras lloran. Esto a veces puede producir efectos negativos, como por ejemplo pasar vergüenza, que superan a los efectos beneficiosos usualmente producidos por el llanto.
Pese a todo, estos estudios realizados en laboratorios han generado datos detallados acerca de los efectos físicos del llanto. Llorar deja en el sujeto un efecto tranquilizante, que se traduce en una respiración más pausada, pero también acarrea experimentar una desagradable tensión nerviosa, que hace latir más deprisa el corazón y sudar más.
Sin embargo, el efecto relajante que el llanto tiene sobre el cuerpo suele durar más tiempo que la excitación desagradable. Ese efecto relajante puede surgir más tarde, neutralizando a la tensión nerviosa desatada al llorar, lo cual podría explicar por qué la gente tiende a recordar más la faceta beneficiosa del llanto.
La investigación realizada ha demostrado que los efectos del llanto también dependen de quién derrama las lágrimas. Por ejemplo, las personas con ansiedad o alteraciones del estado de ánimo son las que menos probabilidades tienen de experimentar los efectos positivos del llanto.
Estos psicólogos analizaron los testimonios detallados de más de 3.000 personas que experimentaron episodios recientes de llanto (fuera del laboratorio), y constataron que los efectos beneficiosos de llorar dependen de cuándo, dónde y por qué lo hace cada individuo en particular.
Los autores del estudio comprobaron que la mayoría de las personas que expusieron sus episodios recientes de llanto afirmaba haberse sentido mejor después de llorar. Sin embargo, un tercio de las personas informaba no haberse sentido mejor, y una décima parte aseveraba incluso haber experimentado un empeoramiento de su estado de ánimo después de llorar.
El análisis de los testimonios también reveló que las personas que al llorar recibieron apoyo social tenían mayores probabilidades de sentirse mejor después del llanto.
Las investigaciones realizadas hasta la fecha no han logrado establecer con claridad por qué llorar es beneficioso, pues, entre otras cosas, los resultados, a menudo, parecen depender de cómo se estudia el llanto. Por ejemplo, estudiarlo en directo y bajo condiciones de laboratorio entraña bastantes dificultades. Los voluntarios que acuden a un laboratorio para llorar y explicar cómo se sienten después, no suelen describir efectos positivos de la experiencia. En la mayoría de los casos, se sienten peor. Esto puede deberse a las condiciones estresantes inducidas por la propia investigación y el entorno del laboratorio, incluyendo por ejemplo ser filmados o contemplados mientras lloran. Esto a veces puede producir efectos negativos, como por ejemplo pasar vergüenza, que superan a los efectos beneficiosos usualmente producidos por el llanto.
Pese a todo, estos estudios realizados en laboratorios han generado datos detallados acerca de los efectos físicos del llanto. Llorar deja en el sujeto un efecto tranquilizante, que se traduce en una respiración más pausada, pero también acarrea experimentar una desagradable tensión nerviosa, que hace latir más deprisa el corazón y sudar más.
Sin embargo, el efecto relajante que el llanto tiene sobre el cuerpo suele durar más tiempo que la excitación desagradable. Ese efecto relajante puede surgir más tarde, neutralizando a la tensión nerviosa desatada al llorar, lo cual podría explicar por qué la gente tiende a recordar más la faceta beneficiosa del llanto.
La investigación realizada ha demostrado que los efectos del llanto también dependen de quién derrama las lágrimas. Por ejemplo, las personas con ansiedad o alteraciones del estado de ánimo son las que menos probabilidades tienen de experimentar los efectos positivos del llanto.
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