Sin duda la existencia de las neuronas espejo fue algo fundamental para el desarrollo de le empatía, para reorientar algunas emociones y para modificar algunos aspectos de la motivación humana.
Este es un espacio para compartir unas serie de temas sobre las ciencias cognitivas y áreas del saber relacionadas
viernes, 12 de agosto de 2011
martes, 9 de agosto de 2011
Somos ultrasociales
¿Qué implicaciones tiene el ser sociales para los diversos aspectos de la vida humana?. En el siguiente video R. Dunbar explica parte de estos aspectos.
chimpis generosos
La generosidad no es un rasgo exclusivo del ser humano. Investigadores del Centro Nacional de Investigación de Primates Yerkes (EE UU) han demostrado que los chimpancés tienen una clara tendencia al altruismo y el comportamiento prosocial.
Para el estudio, los investigadores Victoria Horner y Frans de Waal realizaron una prueba que se centró en ofrecer a siete chimpancés hembra adultas una elección entre dos acciones similares: una que premiaba tanto al participante como a un compañero, y otra que recompensaba sólo al participante. En cada ensayo, el sujeto que elegía, siempre con una compañera a la vista, escogía entre fichas de diferente color. Una ficha podía ser intercambiada por comida ofrecida a ambos miembros (prosocial), y otra ficha de otro color ofrecía alimento únicamente al que elegía (egoísta). Los siete chimpancés mostraron preferencia por la opción prosocial.
El estudio también muestra que los sujetos eran altruistas en especial con los que esperaban pacientemente y les recordaban con cuidado que estaban allí. Los chimpancés que elegían las fichas tenían menos probabilidades de premiar a los que montaban un alboroto, pedían con insistencia o les escupían agua, mostrando así que su altruismo es espontáneo y no está sujeto a la intimidación.
Ahora, los investigadores planean determinar si la tendencia altruista de los chimpancés está relacionada con las interacciones sociales dentro del grupo, tales como el intercambio de alimentos o el apoyo social.
Para el estudio, los investigadores Victoria Horner y Frans de Waal realizaron una prueba que se centró en ofrecer a siete chimpancés hembra adultas una elección entre dos acciones similares: una que premiaba tanto al participante como a un compañero, y otra que recompensaba sólo al participante. En cada ensayo, el sujeto que elegía, siempre con una compañera a la vista, escogía entre fichas de diferente color. Una ficha podía ser intercambiada por comida ofrecida a ambos miembros (prosocial), y otra ficha de otro color ofrecía alimento únicamente al que elegía (egoísta). Los siete chimpancés mostraron preferencia por la opción prosocial.
El estudio también muestra que los sujetos eran altruistas en especial con los que esperaban pacientemente y les recordaban con cuidado que estaban allí. Los chimpancés que elegían las fichas tenían menos probabilidades de premiar a los que montaban un alboroto, pedían con insistencia o les escupían agua, mostrando así que su altruismo es espontáneo y no está sujeto a la intimidación.
Ahora, los investigadores planean determinar si la tendencia altruista de los chimpancés está relacionada con las interacciones sociales dentro del grupo, tales como el intercambio de alimentos o el apoyo social.
Las sabanas, los paisajes habituales de la evolución humana
Las sabanas africanas prevalecieron en la mayoría de los lugares del este de África, donde los ancestros del ser humano y sus parientes simios evolucionaron durante los últimos seis millones de años. Así lo confirma en la revista Nature un equipo internacional de científicos que ha desarrollado un nuevo método de análisis para cuantificar la superficie vegetal.
Un grupo de científicos estadounidenses, australianos, y keniatas ha utilizado isótopos de suelo antiguo para medir la superficie de árboles prehistóricos y la sombra en el pasado geológico, y ha determinado que las sabanas cubiertas de pasto y salpicadas de árboles estuvieron presentes en la mayoría de los lugares del este de África desde hace seis millones de años.
“Existieron hábitats abiertos en los entornos del este de África donde se han encontrado algunos de los primeros fósiles humanos de los últimos millones de años”, afirma Thure Cerling, autor principal del estudio e profesor de geología, geofísica y biología en la Universidad de Utah (EE UU).
Según el geoquímico, “donde hay restos de ancestros humanos, existen indicios de hábitats abiertos mucho más parecidos a las sabanas que a los bosques”.
El estudio, que se publica en Nature, ha permitido desarrollar un método que ha correlacionado ratios de isótopos de carbono en 3.000 muestras de suelo con fotografías por satélite de superficies de árboles y vegetación en 75 ubicaciones tropicales de todo el mundo (la mitad en África).
Las localizaciones representaban cualquier medio: desde el bosque cerrado hasta el pasto abierto, lo que permitió a los científicos determinar el porcentaje de superficie de árboles y de arbusto frondoso de hace millones de años.
Esta nueva forma de cuantificar el grado de apertura de los paisajes tropicales es el primer método “que realmente cuantifica la superficie de canopea, que es la base para clasificar algo como sabana”, afirma el investigador.
Según Cerling, aunque las sabanas del este de África se hicieron más extensas en los últimos dos millones de años, y los ancestros humanos y sus parientes pasaron épocas en estrechos “bosques en galería” paralelos a los corredores fluviales, el nuevo método demuestra que los pastos y las dehesas han prevalecido durante más de seis millones de años en la cuna de la humanidad, con una superficie de árboles de un 40% aproximadamente en la mayoría de las ubicaciones.
Para el equipo de investigación, durante los últimos 7,4 millones de años, en la superficie forestal el 75% eran arboledas cerradas y el 5% o menos pastos abiertos. Pero importantes áreas con superficie forestal por debajo del 40% (arboledas y pastos de sabana) han estado constantemente presentes.
La investigación ha permitido demostrar que más del 70% de las ubicaciones analizadas presentaba menos del 40% de superficie forestal, lo que indica que se trataba de dehesa arbolada o pasto. Menos del 1% de las muestras indicaron ubicaciones donde la superficie arbolada superara el 70%.
“Por tanto, los bosques ‘cerrados’ (más del 80% de superficie forestal) representan una fracción muy reducida de los entornos representados por estos paleosuelos”, detalla Cerling.
A esto se añade el que los fósiles de los primeros humanos y de sus ancestros y parientes extinguidos se han encontrado en entornos abiertos y arbolados del este de África. Los Ardipithecus, por ejemplo, que vivieron hace 4,3 millones de años en bosques según sus descubridores, presentaban un pequeño componente de pastos y otras plantas en su dieta.
“El hecho de que incluyeran pasto significa que se adentraban en la sabana, a menos que estuvieran degustando comida para llevar”, añade Cerling. Según el estudio, durante el paso al bipedalismo (hace unos 4 millones de años), los espacios abiertos ya existían, “incluso predominaban”.
“En algunos periodos, había más arbustos y en otras épocas, menos. Casi nada podría haberse denominado un bosque denso, pero podemos observar ciertos periodos en los que determinados entornos estaban constantemente más poblados de árboles que otros. Descubrimos homínidos en ambos lugares”, declara el experto quien añade que la forma en la que los primeros homínidos repartieron su tiempo entre hábitats “más abiertos” y “más cerrados” sigue siendo una cuestión pendiente. (Fuente: SINC)
Un grupo de científicos estadounidenses, australianos, y keniatas ha utilizado isótopos de suelo antiguo para medir la superficie de árboles prehistóricos y la sombra en el pasado geológico, y ha determinado que las sabanas cubiertas de pasto y salpicadas de árboles estuvieron presentes en la mayoría de los lugares del este de África desde hace seis millones de años.
“Existieron hábitats abiertos en los entornos del este de África donde se han encontrado algunos de los primeros fósiles humanos de los últimos millones de años”, afirma Thure Cerling, autor principal del estudio e profesor de geología, geofísica y biología en la Universidad de Utah (EE UU).
Según el geoquímico, “donde hay restos de ancestros humanos, existen indicios de hábitats abiertos mucho más parecidos a las sabanas que a los bosques”.
El estudio, que se publica en Nature, ha permitido desarrollar un método que ha correlacionado ratios de isótopos de carbono en 3.000 muestras de suelo con fotografías por satélite de superficies de árboles y vegetación en 75 ubicaciones tropicales de todo el mundo (la mitad en África).
Las localizaciones representaban cualquier medio: desde el bosque cerrado hasta el pasto abierto, lo que permitió a los científicos determinar el porcentaje de superficie de árboles y de arbusto frondoso de hace millones de años.
Esta nueva forma de cuantificar el grado de apertura de los paisajes tropicales es el primer método “que realmente cuantifica la superficie de canopea, que es la base para clasificar algo como sabana”, afirma el investigador.
Según Cerling, aunque las sabanas del este de África se hicieron más extensas en los últimos dos millones de años, y los ancestros humanos y sus parientes pasaron épocas en estrechos “bosques en galería” paralelos a los corredores fluviales, el nuevo método demuestra que los pastos y las dehesas han prevalecido durante más de seis millones de años en la cuna de la humanidad, con una superficie de árboles de un 40% aproximadamente en la mayoría de las ubicaciones.
Para el equipo de investigación, durante los últimos 7,4 millones de años, en la superficie forestal el 75% eran arboledas cerradas y el 5% o menos pastos abiertos. Pero importantes áreas con superficie forestal por debajo del 40% (arboledas y pastos de sabana) han estado constantemente presentes.
La investigación ha permitido demostrar que más del 70% de las ubicaciones analizadas presentaba menos del 40% de superficie forestal, lo que indica que se trataba de dehesa arbolada o pasto. Menos del 1% de las muestras indicaron ubicaciones donde la superficie arbolada superara el 70%.
“Por tanto, los bosques ‘cerrados’ (más del 80% de superficie forestal) representan una fracción muy reducida de los entornos representados por estos paleosuelos”, detalla Cerling.
Sabana del este de África en la Reserva Nacional de Samburu en Kenia. (Imagen: Thure Cerling / Universidad de Utah)
A esto se añade el que los fósiles de los primeros humanos y de sus ancestros y parientes extinguidos se han encontrado en entornos abiertos y arbolados del este de África. Los Ardipithecus, por ejemplo, que vivieron hace 4,3 millones de años en bosques según sus descubridores, presentaban un pequeño componente de pastos y otras plantas en su dieta.
“El hecho de que incluyeran pasto significa que se adentraban en la sabana, a menos que estuvieran degustando comida para llevar”, añade Cerling. Según el estudio, durante el paso al bipedalismo (hace unos 4 millones de años), los espacios abiertos ya existían, “incluso predominaban”.
“En algunos periodos, había más arbustos y en otras épocas, menos. Casi nada podría haberse denominado un bosque denso, pero podemos observar ciertos periodos en los que determinados entornos estaban constantemente más poblados de árboles que otros. Descubrimos homínidos en ambos lugares”, declara el experto quien añade que la forma en la que los primeros homínidos repartieron su tiempo entre hábitats “más abiertos” y “más cerrados” sigue siendo una cuestión pendiente. (Fuente: SINC)
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