miércoles, 18 de noviembre de 2009

Biologia de la religión

Hay un interesante artículo de Fred H. Previc, psicólogo experimental y neurocientífico, "The role of the extrapersonal brain systems in religious activity" (Previc 2006), donde se elabora un interesante marco teórico sobre el origen neuro-fisio-psicológico de la religiosidad. Tal hipótesis proporciona una plausible base neuronal para un número grande de datos empíricos psicológicos y antropológicos1 que evidencian que la religión es un subproducto 'natural' de nuestro funcionamiento neuropsicológico y evolución.

Se trata en resumen de cómo las capacidades visuoespaciales y extrapersonales pueden ser la base del pensamiento mágico-religioso. De acuerdo con Boyer, Atran, Guthrie, Barrett, Bloom y otros investigadores, la religión emerge de la activación de un sistema de conceptos intuitivos e innatos destinados originalmente para actividades cotidianas como el entendimiento del mundo externo y la interacción social (Teoría de la Mente, agencia, detección de meta, sistema de precaución, sistema de inferencias teleológicas, reconocimiento de rostros). De acuerdo con tales autores, más allá del factor sociocultural implicado en la formación de la doctrina religiosa específica de acuerdo al contexto ambiental, los humanos nacemos con un limitado juego de capacidades cuyo fin es elaborar conceptos sobre el mundo en la medida en que interactuamos con él (sin estimulación no hay desarrollo de las mismas), tales capacidades cognitivas aparecen tempranamente en la infancia (no son aprendidas), y son conceptos, o "teorías intuitivas", que abarcan lo animado, los objetos inanimados, las personas, el reconocimiento de patrones y detectar metas e intenciones en los objetos y las personas.

Todas estas funciones implican una capacidad fundamental para, a modo interpretativo, "proyectarse fuera de sí mismo", esto es, elaborar metarrepresentaciones de objetos, eventos y circunstancias que están en un espacio y tiempo real fuera del cerebro. Así pues, el pensamiento mágico-religioso y cósmico-trascendental (común denominador de las religiones2) es uno de los resultados, encontrados en toda sociocultura (Atran y Norenzayan 2005 p. 713, Previc 2006 p. 500), de tal capacidad funcional. Cabe aclarar que, aunque la religiosidad no es la función final de tales sistemas cognitivos-proyectivos, en cambio tampoco es resultado de un funcionamiento anormal de los mismos. Se trata del subproducto natural (predecible aunque no inevitable según Boyer) de funciones destinadas evolutivamente para otros fines.

Entre tanto Previc postula que el cerebro humano tiene un espacio virtual (en el que se encuentran los objetos y eventos externos) mediante el cual puede crear metarrepresentaciones y enfocarse hacia él en metas conductuales. Aunque puede resultar ficticio, lo que interesa es que significa que el cerebro-mente puede "proyectarse" (concepto que se tiene desde hace mucho en psicología y filosofía) hacia el tiempo y el espacio reales externos, y cómo explica el pensamiento religioso, pero no sólo esto sino también explica la cognición social, la creatividad, las fantasías, las alucinaciones, los sueños y la inteligencia misma (en tanto que planificación de soluciones). Dejando lo "metafórico", se trata de un sistema de activación de áreas cerebrales específicas que comprende sobretodo el área ventral del lóbulo frontal (cognición social, control emocional, orientación hacia el futuro, creencia/descreencia -Harris) y el lóbulo temporal (asociación visuoespacial, emociones, memoria, lenguaje). El lóbulo temporal directamente se asocia visuoespacialmente al lóbulo parietal (sentido de ubicación en el espacio), a estructuras límbicas (emociones), así como el área prefrontal ventromedial está directamente vinculada a los ganglios basales (recompensa, ritual, aprendizaje) y también al sistema límbico (amígdala). La activación dopaminérgica regula tal sistema ventromedial, y así DA se presenta como el neurotransmisor clave en los procesos y funciones mediados por este sistema. De hecho hay evidencia de que DA propicia el pensamiento mágico-religioso en individuos escépticos (Brugger 2002).

[Niveles anormalmente altos de DA sobre-excitan este sistema, lo que resulta implicado en trastornos mentales y alteración del pensamiento religioso (hiperreligiosidad, delirios místicos). En esto también coinciden las observaciones separadas de Boyer y Previc sobre una sobre-activación del sistema de precaución (Boyer) o de la metarrepresentación extrapersonal (Previc 2006).]

Al presentarse DA como regulador clave del sistema, éste funciona entonces dirigido por el placer de la motivación y la búsqueda de recompensa (justamente las metas conductuales que están sobre-activadas en los trastornos de ansiedad y las adicciones). Por mi parte agrego otros datos que resultan relevantes: una relación de sustratos neurales de expectativa-recompensa entre 1) la religiosidad (éxtasis místico: caudado, cíngulo anterior, ínsula), 2) el efecto placebo (cíngulo anterior, prefrontal medial, ínsula) y 3) el sistema creencia/descreencia (caudado, cíngulo anterior). Aquí las estructuras gangliobasales y frontolímbicas resultan fundamentales en lo que respecta a expectativa/recompensa, quedando estos resultados enmarcados en la hipótesis de Previc, al ser la metarrepresentación (~ proyección extrapersonal) un eje fundamental en los procesos implicados aquí.

Por otro lado, también agrego datos del registro fósil (paleoneurología) que convergen con Previc al evidenciar un mayor desarrollo en las últimas etapas de la hominización y encefalización, de los lóbulos parietal, temporal y fronto-límbico3. Diversas áreas del lóbulo parietal conforman los substratos nerurales de capacidades como abstracción simbólica y metarepresentación, implicados en capacidades congitivas nucleares del pensamiento mágico-religioso (Boyer 2003, Boyer & Barrett 2006), tal como la agencia sobrenatural4.

A modo de conclusión. Se tiene por un lado un 'sistema' sentado en la vía frontoventral-límbica del sistema visual , que está mayormente modulado por el sistema de recompensa/expectativa (dopamina). En este 'sistema' también están los módulos de cognición social y regulación emocional. Por otro lado se tiene un 'sistema' formado por diversas áreas y funciones parietales y temporales (conciencia visuoespacial, abstracción, simbolismo, proyección, metarepresentación, memoria, emociones) que a su vez integran las vías dorsal y medial visuales (el where y el when respectivamente). El dominio religioso (Boyer 2008), que consiste fundamentalmente en representaciones mentales 'sobrenaturales' y artefactos y ritual asociados, intuición moral asociada, experiencias místicas/espirituales asociadas, y cohesión endosocial asociada; está integrado por un set de capacidades y procesos «susceptible a varias formas de manipulación cultural» (Atran & Norenzayan 2005 p. 720), asentados en todas éstas grandes áreas cerebrales (sobre todo parietales y temporales), y sería, en términos neurobiológicos, un subproducto de la integración funcional de las vías visuales y la cognición emocional-social.


1. Ver p.ej. "Evolution and Religion - Darwin’s God", un artículo que resume los más sobresalientes trabajos en el estudio científico de la religión. Se aborda tanto la teoría del subproducto como la adaptacionista.

2. Boyer & Bergstrom 2008: «Lo que el término religión denota está extensamente disputado en la antropología contemporánea y los estudios religiosos (Saler 1993), entonces puede ser de ayuda comenzar con una áspera demarcación del campo de lo que se investiga. Modelos evolutivos, como se supone, explican una colección entera de comportamientos y representaciones mentales que son encontradas en muchos grupos humanos diferentes, incluyendo lo siguiente: representaciones mentales de agentes no físicos, incluyendo a fantasmas, antepasados, espíritus, dioses, demonios, brujas, etc., y creencias sobre la existencia y los rasgos de estos agentes (...)»

3. Bruner 2003 "Fossil traces of the human thought: paleoneurology and the evolution of the genus Homo". Según el patrón de encefalización en homínidos y simios de Semendeferi y Damasio, resultan sobretodo los lóbulos parietal y temporal los más desarrollados y ciertamente, los verdaderos determinantes de "lo humano" durante nuestra evolución, en lugar de como siempre se ha pensado que lo era el lóbulo frontal. Esto responde más o menos con claridad cuándo pudieron aparecer (o cuándo se hicieron altamente complejos) los conceptos de tipo trascendental-cósmico, entretanto ambas capacidades necesarias para desarrollar conceptos abstractos como "dios", y que evidentemente sí se relacionan con cierto incremento en el tamaño de tales áreas. Es igualmente elocuente que algunas áreas frontales (corteza fronto-límbica) relacionadas a su vez con la religión (emociones y cognición social), también estén más desarrolladas en humanos.

4. Boyer 2003 "Religious thought and behaviour as by-products of brain function" (y también Boyer & Barrett 2006), establece correlatos neurales para los mecanismos cognitivos envueltos en el pensamiento religioso, indica que la agencia sobrenatural deriva de la activación del sistema de detección de meta (detección de contingencia: surco temporal superior -STS, córtex parietal superior -surco intraparietal derecho), y del sistema de agencia (detección de señales sociales -STS + imitación + empatía: córtex frontal medio, STS, córtex parietal inferior, estructuras subcorticales y límbicas).

Religión y cognición

Dos disciplinas científicas buscan el origen de la espiritualidad en el desarrollo de la mente. Todas las sociedades humanas presentan creencias religiosas, a pesar de que la religiosidad no supone un estímulo obvio para la reproducción o la supervivencia. ¿De dónde procede entonces nuestra tendencia a creer que el mundo está hecho con un propósito o a confiar en agentes sobrenaturales? La periodista de la revista Science, Elisabeth Culotta, analiza en un artículo reciente las respuestas dadas a esta cuestión por dos ramas de la ciencia aparentemente alejadas entre sí: la arqueología y las ciencias cognitivas.
La religiosidad humana hunde sus raíces en nuestras habilidades cognitivas


Todas las sociedades humanas tienen sus dioses, tanto si su culto se rinde en catedrales góticas como si se celebra en pirámides maya.

En todas las culturas, los humanos han destinado recursos a elaborar rituales y a construir edificios religiosos. Sin embargo, la religión no supone un estímulo obvio para la reproducción o la supervivencia.

¿Por qué surge, entonces?, se pregunta la periodista de la revista Science, Elizabeth Culotta en un artículo aparecido recientemente en dicha revista. Bajo el título “On the Origins of Religion" (En el origen de la religión), Culotta, en un intento de desentrañar esta cuestión, analiza dos disciplinas muy distintas que se han dedicado a estudiar la religiosidad humana: la arqueología y la psicología cognitiva.

Antecedentes darvinistas

Ya Charles Darwin abordó el tema de la religión desde la perspectiva de su tesis sobre el origen de las especies, y buscó evidencias de que la religión podía ser explicada por pequeños avances en la cognición y en la estructura social humanas.

Sin embargo, según Culotta, para Darwin, el origen de la religión no supuso un misterio sino uno de los frutos del desarrollo seguido por el ser humano.

Tal y como él mismo escribió en El origen del hombre. La selección natural y la sexual: “tan pronto como las importantes facultades de la imaginación, el asombro y la curiosidad, junto con la capacidad de razonamiento, se desarrollaron parcialmente, el hombre comenzó a especular sobre su propia existencia”.

Culotta afirma que, en los últimos quince años, un número creciente de investigadores ha intentado responder al misterio de la religiosidad siguiendo la estela de Darwin e indagando en la hipótesis que éste defendía: que la religión surge de forma natural, fruto de los procesos corrientes de la mente humana.

Con estos estudios, se ha abierto un nuevo campo de investigación denominado “ciencia cognitiva de la religión”, que se apoya en la psicología, la antropología y la neurociencia para comprender las bases del pensamiento religioso, explica la autora.

Religión en la arqueología

En la actualidad, a pesar de que no se ha alcanzado al respecto un consenso general entre los científicos, para Culotta las respuestas potenciales a ciertas preguntas (como, por ejemplo, si la materia genera el dominio invisible de lo espiritual o si la religión es un fenómeno que puede ser explicado científicamente) podrían encontrarse en la interpretación de ciertos datos arqueológicos y, también, de la información surgida del estudio de nuestra mente.

Por un lado, la arqueología está ofreciendo información potencialmente relevante para la comprensión del inicio de la religiosidad humana, gracias al hallazgo de antiguos diseños geométricos de contenido simbólico o de antiquísimas tumbas cuyo análisis ha revelado la existencia de rituales de enterramiento, entre otros.

Culotta explica que los arqueólogos están buscando señales de religiones antiguas en relación con una de las habilidades cognitivas propias del ser humano: el comportamiento simbólico.

En este sentido, el arqueólogo Colin Renfrew, de la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, asegura que la religión sería una forma particular de un comportamiento social simbólico más amplio.

Con esta idea acerca de la mente humana, los arqueólogos exploran las religiones antiguas y buscan en sus excavaciones señales del inicio del comportamiento simbólico en nuestra especie.

Religión en la mente

Por su parte, especialistas en ciencias cognitivas como Justin Barret, de la Universidad de Oxford, han asegurado que existen propiedades funcionales en nuestros sistemas cognitivos que nos hacen propicios a la creencia en agentes sobrenaturales.

Barret y otros investigadores ven las raíces de la religión en nuestra sofisticada cognición social, explica Culotta.

Según ellos, los humanos tendemos a ver señales de “agentes” –mentes similares a las nuestras- que actúan sobre el mundo y a interpretar éste como si estuviera hecho con un propósito.

Los humanos tenemos, afirman estos científicos, una tremenda capacidad para impregnar, incluso a los objetos inanimados, de creencias, deseos, emociones y conciencia. Esta capacidad, según el psicólogo de la Universidad de Yale, Paul Bloom, estaría en el núcleo de muchas de las creencias religiosas.

Estos campos del conocimiento, la arqueología y las ciencias cognitivas, se están desarrollando en paralelo en esta dirección, relacionando las evidencias empíricas de los registros arqueológicos y los modelos teóricos de los psicólogos, señala Culotta.

Según la autora, todavía no ha habido entre ambas disciplinas más que ligeros atisbos de actividad interdisciplinar, pero los especialistas están de acuerdo en que este terreno de investigación está experimentando el surgimiento de nuevas e interesantes evidencias en lo referente al origen de las religiones, y que tal vez lo más importante esté aún por llegar.