Este es un espacio para compartir unas serie de temas sobre las ciencias cognitivas y áreas del saber relacionadas
viernes, 1 de marzo de 2013
jueves, 28 de febrero de 2013
Europa y Estados Unidos se lanzan a la conquista del cerebro
Estados Unidos y el Brain Map
Hace unos días, el proyecto americano "Brain Map" fue mencionado en el discurso de "El Estado de la Nación" del presidente Obama. Este no es el primer megaproyecto relacionado con el tema, pues la "Década del Cerebro", fue lanzada antes, en 1990, por el presidente Bush (padre).
Obama comparó este nuevo proyecto "Mapa del Cerebro" con el Proyecto Genoma Humano, que tuvo un enorme impacto científico. Por ejemplo, gracias a este último se han creado varias nuevas áreas científicas y ha cambiado nuestra perspectiva de la genética y la genómica, así como la propia medicina en su totalidad.
Desde el punto de vista económico, también se ha puesto en marcha toda una industria. Según Obama, este proyecto podría tener un éxito económico y científico similar. Sin embargo, hay que recordar también que la "Década del Cerebro" tuvo un éxito muy limitado, y se recuerda hoy con poco entusiasmo.
Ahora habrá que esperar a ver qué pasa con este nuevo proyecto. Con 300 millones de dólares por año (duplicando el proyecto europeo Human Brain, como sucede a menudo en estas comparaciones científicas entre ambos lados del Atlántico), el proyecto americano Brain Map parece dispuesto a comenzar la construcción de un mapa del cerebro.
En principio parece similar al propio proyecto europeo, pero a un nivel más detallado, buscando los principios básicos de funcionamiento neuronal. Para ello será necesario crear nuevas técnicas de investigación, que incluirían desarrollos nanotecnológicos y de gestión de información al nivel molecular y "nano".
Gestionar la información existente y generada a tal nivel nano es el objetivo de una disciplina reciente llamada nanoinformática, en la que nuestro grupo ha participado sus primeros desarrollos. Incluyo al final algunas publicaciones que hemos realizado hasta la fecha en el área de nanoinformática.
¿Quién llegará primero a la meta?
¿Quién va a tener éxito? Si se me permite tratar de ser adivino, tanto el proyecto estadounidense como el europeo probablemente harán avances sustanciales, pero es dudoso que el objetivo final de obtener un mapa detallado del funcionamiento del cerebro se pueda lograr en este corto período de tiempo.
En esta carrera, un proyecto de ciencia básica como el americano --con un presupuesto mayor, además-- puede tener mayores posibilidades de éxito; sin embargo, las comparaciones con el Proyecto Genoma Humano no son realistas.
Este último era un problema que no pretendía realizar avances fundamentales en química o biología básica y se benefició sustancialmente de una estrategia brillante: compartir abiertamente la información y herramientas informáticas generadas por cada grupo.
De hecho, obtener la secuenciación del ADN humano era tarea laboriosa y complicada, pero ya se conocía la estructura del ADN y algunas técnicas fundamentales ya estaban disponibles, por lo que no era imprescindible lograr avances radicales en la ciencia básica o un cambio de paradigma en el sentido de Kuhn.
La secuenciación del ADN progresó rápidamente a través de la coordinación del trabajo entre los distintos grupos y el intercambio libre y abierto de información y de programas de bioinformática en varios continentes. Un problema muy complicado, pero no excesivamente complejo, haciendo un juego de palabras.
Una vez que el genoma humano fue secuenciado, el siguiente objetivo era identificar los genes y las mutaciones que subyacen a muchas enfermedades (cáncer, enfermedades raras, etc); pero esto ha demostrado ser un problema mucho más complejo de lo que fue la secuenciación del ADN. El camino hacia la medicina genómica promete ser mucho más difícil de lo esperado.
Además de la dificultad de lograr un consenso entre más de un centenar de grupos de investigación en el proyecto europeo, superar los desafíos científicos presentados y sobrevivir a la burocracia paquidérmica de este tipo de megaproyectos --particularmente en el proyecto europeo-- existe un riesgo inherente: si fallan, se puede detener el progreso en el área por muchos años.
Un ejemplo es el famoso proyecto de la "Quinta Generación" de ordenadores, lanzado en Japón en los años 80, que tenía por objeto la creación de computadoras inteligentes que pudiesen ser fácilmente programadas y pueden comunicarse con los humanos en lenguaje natural. No tuvo éxito, según la inmensa mayoría de informes; pero podríamos considerar, en el sentido de este blog, que no fue un fracaso para los que se beneficiaron de los mil millones de dólares que el gobierno japonés invirtió en él...
¡Preparados, listos, ya! La carrera acaba de comenzar...
Hace unos días, el proyecto americano "Brain Map" fue mencionado en el discurso de "El Estado de la Nación" del presidente Obama. Este no es el primer megaproyecto relacionado con el tema, pues la "Década del Cerebro", fue lanzada antes, en 1990, por el presidente Bush (padre).
Obama comparó este nuevo proyecto "Mapa del Cerebro" con el Proyecto Genoma Humano, que tuvo un enorme impacto científico. Por ejemplo, gracias a este último se han creado varias nuevas áreas científicas y ha cambiado nuestra perspectiva de la genética y la genómica, así como la propia medicina en su totalidad.
Desde el punto de vista económico, también se ha puesto en marcha toda una industria. Según Obama, este proyecto podría tener un éxito económico y científico similar. Sin embargo, hay que recordar también que la "Década del Cerebro" tuvo un éxito muy limitado, y se recuerda hoy con poco entusiasmo.
Ahora habrá que esperar a ver qué pasa con este nuevo proyecto. Con 300 millones de dólares por año (duplicando el proyecto europeo Human Brain, como sucede a menudo en estas comparaciones científicas entre ambos lados del Atlántico), el proyecto americano Brain Map parece dispuesto a comenzar la construcción de un mapa del cerebro.
En principio parece similar al propio proyecto europeo, pero a un nivel más detallado, buscando los principios básicos de funcionamiento neuronal. Para ello será necesario crear nuevas técnicas de investigación, que incluirían desarrollos nanotecnológicos y de gestión de información al nivel molecular y "nano".
Gestionar la información existente y generada a tal nivel nano es el objetivo de una disciplina reciente llamada nanoinformática, en la que nuestro grupo ha participado sus primeros desarrollos. Incluyo al final algunas publicaciones que hemos realizado hasta la fecha en el área de nanoinformática.
¿Quién llegará primero a la meta?
¿Quién va a tener éxito? Si se me permite tratar de ser adivino, tanto el proyecto estadounidense como el europeo probablemente harán avances sustanciales, pero es dudoso que el objetivo final de obtener un mapa detallado del funcionamiento del cerebro se pueda lograr en este corto período de tiempo.
En esta carrera, un proyecto de ciencia básica como el americano --con un presupuesto mayor, además-- puede tener mayores posibilidades de éxito; sin embargo, las comparaciones con el Proyecto Genoma Humano no son realistas.
Este último era un problema que no pretendía realizar avances fundamentales en química o biología básica y se benefició sustancialmente de una estrategia brillante: compartir abiertamente la información y herramientas informáticas generadas por cada grupo.
De hecho, obtener la secuenciación del ADN humano era tarea laboriosa y complicada, pero ya se conocía la estructura del ADN y algunas técnicas fundamentales ya estaban disponibles, por lo que no era imprescindible lograr avances radicales en la ciencia básica o un cambio de paradigma en el sentido de Kuhn.
La secuenciación del ADN progresó rápidamente a través de la coordinación del trabajo entre los distintos grupos y el intercambio libre y abierto de información y de programas de bioinformática en varios continentes. Un problema muy complicado, pero no excesivamente complejo, haciendo un juego de palabras.
Una vez que el genoma humano fue secuenciado, el siguiente objetivo era identificar los genes y las mutaciones que subyacen a muchas enfermedades (cáncer, enfermedades raras, etc); pero esto ha demostrado ser un problema mucho más complejo de lo que fue la secuenciación del ADN. El camino hacia la medicina genómica promete ser mucho más difícil de lo esperado.
Además de la dificultad de lograr un consenso entre más de un centenar de grupos de investigación en el proyecto europeo, superar los desafíos científicos presentados y sobrevivir a la burocracia paquidérmica de este tipo de megaproyectos --particularmente en el proyecto europeo-- existe un riesgo inherente: si fallan, se puede detener el progreso en el área por muchos años.
Un ejemplo es el famoso proyecto de la "Quinta Generación" de ordenadores, lanzado en Japón en los años 80, que tenía por objeto la creación de computadoras inteligentes que pudiesen ser fácilmente programadas y pueden comunicarse con los humanos en lenguaje natural. No tuvo éxito, según la inmensa mayoría de informes; pero podríamos considerar, en el sentido de este blog, que no fue un fracaso para los que se beneficiaron de los mil millones de dólares que el gobierno japonés invirtió en él...
¡Preparados, listos, ya! La carrera acaba de comenzar...
Víctor Maojo es doctor en medicina e informática y catedrático
de inteligencia artificial. Desde 1993 dirige el Grupo de Informática
Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid. Este artículo fue
publicado originalmente en su blog Ciencia y Sátiras de Tendencias21.
Un estudio revela que los lazos paternos filiales incrementan, además, el bienestar de los niños
La participación de la figura paterna en la infancia de un niño o
de una niña resulta enormemente beneficiosa para la inteligencia y el
comportamiento de los pequeños, señala un estudio reciente realizado por
especialistas de la Universidad de Concordia, en Canadá. La
investigación, realizada sobre una muestra de 138 niños y sus
respectivos padres, sugiere, por otro lado, que las más afectadas ante
la falta de un padre son las niñas, que pueden sufrir serios problemas
emocionales como consecuencia de la ausencia paterna. El departamento de
psicología de la Universidad de Concordia espera que este estudio
impulse la toma de ciertas medidas por parte del Gobierno canadiense,
como el permiso de paternidad. Por Maricar García.
El estudio encontró que las niñas son las más afectadas por la ausencia
de los padres, aunque los investigadores advierten que la ausencia
paterna puede fomentar otros problemas como la falta de apoyo o de
disciplina.
"Las niñas cuyos padres estaban ausentes durante la mitad de su infancia tenían niveles significativamente más altos de problemas emocionales en el colegio que las niñas cuyos padres estaban presentes", comenta Pougnet.
El papel de las madres cuidadoras
Según estadísticas de 2007, en Canadá existe un número creciente de hogares monoparentales. Tanto es así que se estima que alrededor del 13% de las familias canadienses y el 22% de las familias de Quebec, se componen de hogares donde los padres biológicos están ausentes.
"Aunque nuestro estudio examinó el importante papel los padres en el desarrollo de sus hijos, a los niños sin la presencia de padres no les va necesariamente mal", destaca Lisa A. Serbin, coautora del estudio y profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Concordia y miembro del Centro de Investigación en Desarrollo Humano (CRDH).
"Las madres y otros cuidadores son también importantes. Sin duda, los padres tienen un impacto valioso, pero hay muchas formas alternativas de criar a un niño sano en todos los aspectos e incluso algunos, sin ningún contacto con los padres o con padres distantes, están bien intelectual y emocionalmente”, añade Serbin.
Los resultados, sin embargo, deben ahora animar y alentar a los gobiernos a formular políticas que fomenten el aumento de las fórmulas positivas de contacto entre los niños y sus padres. "Iniciativas como el permiso de paternidad para los hombres y clases para aprender a ser padres enfatizan el rol de padres pueden ayudar a maximizar el desarrollo de los niños desde la primera infancia y la preadolescencia", ha concluido Serbin.
Los padres que participan activamente en la crianza de sus hijos
pueden ayudar a que éstos sean más inteligentes y tengan un mejor
comportamiento, revela una nueva investigación de la Universidad de Concordia, en Canadá.
El estudio, cuyos resultados han sido publicados por la American Psichological Association y han sido también dados a conocer a través de un comunicado de la propia Universidad de Concordia, conllevó un examen a largo plazo sobre cómo los padres pueden influir positivamente en el desarrollo de sus hijos mediante una participación activa en su educación y crianza.
"Los padres hacen importantes contribuciones en el desarrollo de la conducta de sus hijos y la inteligencia", señala Erin Pougnet, una de las autoras del estudio, estudiante de doctorado del Departamento de Psicología de la Universidad de Concordia y miembro del Centro de Investigación en Desarrollo Humano (CRDH).
"En comparación con otros niños con padres ausentes, los niños de padres activos tuvieron durante su infancia temprana y media menos problemas de comportamiento y una mayor capacidad intelectual a medida que crecieron, incluso entre los niños de familia en riesgo de exclusión o con pocos recursos económicos”, explica Pougnet.
Una influencia patriarcal
"Independientemente de si los padres viven o no con sus hijos, la capacidad de los progenitores fija los límites adecuados y la estructura del comportamiento de sus hijos influyendo positivamente en la solución de problemas y la disminución de los trabas emocionales tales como la tristeza, el aislamiento social y la ansiedad", continúa Pougnet.
Un total de 138 niños y sus padres participaron en el estudio y fueron evaluados por los investigadores en tres sesiones separadas. Los niños fueron evaluados en dos fases: de tres a cinco años de edad por un lado, y de nueve a trece años por otra.
Éstos completaron tests de inteligencia, mientras que las madres de los pequeños rellenaron cuestionarios sobre el medio ambiente en casa y los conflictos de pareja. Todos los niños han sido reclutados como parte del mayor proyecto de Investigación de Riesgos de la Universidad de Concordia, un estudio intergeneracional puesto en marcha en el año 1976.
Un mayor impacto en las niñas
Los maestros de escuela también fueron incluidos en el estudio, en calidad de observadores de los comportamientos del niño fuera de los hogares. "Los profesores son una fuente un poco más independiente de información que las madres, los padres o los propios niños", cuenta Pougnet, "ya que la ausencia de un padre puede dar lugar a conflictos en casa, la angustia materna y la angustia del niño”.
El estudio, cuyos resultados han sido publicados por la American Psichological Association y han sido también dados a conocer a través de un comunicado de la propia Universidad de Concordia, conllevó un examen a largo plazo sobre cómo los padres pueden influir positivamente en el desarrollo de sus hijos mediante una participación activa en su educación y crianza.
"Los padres hacen importantes contribuciones en el desarrollo de la conducta de sus hijos y la inteligencia", señala Erin Pougnet, una de las autoras del estudio, estudiante de doctorado del Departamento de Psicología de la Universidad de Concordia y miembro del Centro de Investigación en Desarrollo Humano (CRDH).
"En comparación con otros niños con padres ausentes, los niños de padres activos tuvieron durante su infancia temprana y media menos problemas de comportamiento y una mayor capacidad intelectual a medida que crecieron, incluso entre los niños de familia en riesgo de exclusión o con pocos recursos económicos”, explica Pougnet.
Una influencia patriarcal
"Independientemente de si los padres viven o no con sus hijos, la capacidad de los progenitores fija los límites adecuados y la estructura del comportamiento de sus hijos influyendo positivamente en la solución de problemas y la disminución de los trabas emocionales tales como la tristeza, el aislamiento social y la ansiedad", continúa Pougnet.
Un total de 138 niños y sus padres participaron en el estudio y fueron evaluados por los investigadores en tres sesiones separadas. Los niños fueron evaluados en dos fases: de tres a cinco años de edad por un lado, y de nueve a trece años por otra.
Éstos completaron tests de inteligencia, mientras que las madres de los pequeños rellenaron cuestionarios sobre el medio ambiente en casa y los conflictos de pareja. Todos los niños han sido reclutados como parte del mayor proyecto de Investigación de Riesgos de la Universidad de Concordia, un estudio intergeneracional puesto en marcha en el año 1976.
Un mayor impacto en las niñas
Los maestros de escuela también fueron incluidos en el estudio, en calidad de observadores de los comportamientos del niño fuera de los hogares. "Los profesores son una fuente un poco más independiente de información que las madres, los padres o los propios niños", cuenta Pougnet, "ya que la ausencia de un padre puede dar lugar a conflictos en casa, la angustia materna y la angustia del niño”.
"Las niñas cuyos padres estaban ausentes durante la mitad de su infancia tenían niveles significativamente más altos de problemas emocionales en el colegio que las niñas cuyos padres estaban presentes", comenta Pougnet.
El papel de las madres cuidadoras
Según estadísticas de 2007, en Canadá existe un número creciente de hogares monoparentales. Tanto es así que se estima que alrededor del 13% de las familias canadienses y el 22% de las familias de Quebec, se componen de hogares donde los padres biológicos están ausentes.
"Aunque nuestro estudio examinó el importante papel los padres en el desarrollo de sus hijos, a los niños sin la presencia de padres no les va necesariamente mal", destaca Lisa A. Serbin, coautora del estudio y profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de Concordia y miembro del Centro de Investigación en Desarrollo Humano (CRDH).
"Las madres y otros cuidadores son también importantes. Sin duda, los padres tienen un impacto valioso, pero hay muchas formas alternativas de criar a un niño sano en todos los aspectos e incluso algunos, sin ningún contacto con los padres o con padres distantes, están bien intelectual y emocionalmente”, añade Serbin.
Los resultados, sin embargo, deben ahora animar y alentar a los gobiernos a formular políticas que fomenten el aumento de las fórmulas positivas de contacto entre los niños y sus padres. "Iniciativas como el permiso de paternidad para los hombres y clases para aprender a ser padres enfatizan el rol de padres pueden ayudar a maximizar el desarrollo de los niños desde la primera infancia y la preadolescencia", ha concluido Serbin.
Las mejores hazañas cognitivas son producto de individuos que interactuaban entre sí
Mientras las “culturas” de otras especies animales se basan
exclusivamente en la imitación y otros procesos de aprovechamiento, las
culturas humanas no sólo entrañan aprovechar sino, fundamentalmente,
cooperar. El Homo Sapiens está adaptado para actuar y pensar
cooperativamente en grupos culturales hasta un grado desconocido en
otras especies. De hecho, las hazañas cognitivas más formidables de
nuestra especie, sin excepción, no son producto de individuos que
obraron solos, sino de individuos que interactuaban entre sí, y lo dicho
vale para las tecnologías complejas, los símbolos lingüísticos y
matemáticos, y las más complicadas instituciones sociales. Por Michael
Tomasello.
En muchas especies animales, los individuos aprovechan la experiencia y la empeñosa labor de otros aprendiendo de ellos en el intercambio social. En la actualidad, los biólogos utilizan el término cultura cuando se produce un aprendizaje social tal que distintas poblaciones de una misma especie desarrollan maneras también distintas de hacer las cosas. Desde esta perspectiva tan amplia, se puede decir que muchas especies animales viven en grupos que difieren desde el punto de vista cultural, entre ellos una diversidad de especies de aves, mamíferos marinos y primates.
Desde luego, los seres humanos son el paradigma de las especies culturales. A diferencia de sus parientes más próximos, los grandes simios -que habitan las zonas ecuatoriales de África o de Asia- los seres humanos se han diseminado por todo el planeta. Dondequiera que van, inventan artefactos y prácticas comportamentales nuevas para lidiar con las exigencias del medio ambiente local.
En el Ártico, las poblaciones indígenas construyen iglús y cazan ballenas en kayaks; en los trópicos, construyen chozas de paja y cazan mamíferos terrestres con arcos y flechas. Para ellos, esos artefactos y comportamientos no son detalles interesantes sino necesidades. Pocos seres humanos podrían sobrevivir en la tundra o en las pluviselvas tropicales si no pertenecieran a un grupo con cultura, munido de artefactos y prácticas comportamentales preexistentes y pertinentes. Si tenemos en cuenta el número de cosas que el individuo humano debe aprender en sociedad (entre ellas, las convenciones lingüísticas necesarias para comunicarse), comprenderemos que la cultura de esta especie es cuantitativamente única en comparación con las de otros animales.
Peculiaridades de la cultura humana
Hay, sin embargo, dos características fácilmente observables de esa cultura que indican que es única también cualitativamente. La primera es la evolución cultural acumulativa. A menudo, los artefactos y las prácticas de comportamiento de los humanos adquieren mayor complejidad con el paso del tiempo (tienen una "historia"). Cuando un individuo inventa un artefacto o una manera de hacer las cosas apropiada para las circunstancias, los otros la aprenden pronto. Ahora bien, cuando otro individuo introduce alguna mejora al procedimiento, todos -incluso los niños en pleno desarrollo- aprenden la nueva versión perfeccionada. Se genera así una suerte de "trinquete cultural" que instala cada versión en el repertorio del grupo y asegura su vigencia hasta que alguien encuentra algo más novedoso y más útil. Así como los individuos de esta especie heredan genes que implicaron adaptaciones en el pasado, también heredan a través de la cultura artefactos y prácticas comportamentales que representan, de algún modo, la sabiduría colectiva de sus antepasados. Hasta el presente, no sabemos de ninguna otra especie animal que acumule las modificaciones comportamentales y garantice su complejidad con esta suerte de "trinquete cultural".
La segunda característica que hace única la cultura humana es la creación de instituciones sociales. Se trata de conjuntos de prácticas comportamentales guiadas por distintos tipos de normas y reglas que los individuos reconocen mutuamente. Por ejemplo, en todas las culturas los individuos se atienen a reglas culturales para aparearse y casarse. Si alguien transgrede esas reglas, sufre una sanción, que puede llegar al ostracismo absoluto. En el curso de ese proceso, los seres humanos crean entidades concretas definidas culturalmente; por ejemplo, maridos, esposas (y padres) que tienen derechos y obligaciones también definidos por la cultura (el filósofo John Searle concibe ese proceso como creación de nuevas "funciones de estatus" [status functions]).
Daré otro ejemplo: en todas las culturas humanas existen reglas y normas para compartir los alimentos y otros objetos valiosos, y para la eventualidad de comerciarlos. Durante el proceso de intercambio, atribuimos a algunos objetos la condición de dinero (es decir, un papel impreso de determinada manera), hecho que les confiere un rol definido, respaldado por la cultura. Hay otros tipos de reglas y de normas para instituir líderes grupales -jefes y presidentes, por ejemplo-, que tienen derechos y obligaciones especiales con respecto a la toma de decisiones. Y también es posible crear nuevas reglas para el grupo. Lo que dijimos acerca del "trinquete cultural" podemos repetirlo con respecto a las instituciones sociales: ninguna otra especie animal tiene algo que se parezca ni remotamente a las instituciones sociales.
Habilidades cooperativas
Tras estas dos características de la cultura humana -los artefactos acumulativos y las instituciones sociales- hay todo un conjunto de habilidades cooperativas y motivaciones para colaborar que son exclusivas de nuestra especie. Esta afirmación es evidente en el caso de las instituciones sociales, que representan maneras de interactuar organizadas en cooperación y acordadas por el grupo, entre las cuales hay reglas para lograr que, los que no cooperan cumplan lo acordado. Las funciones de estatus representan acuerdos cooperativos según los cuales existen entidades tales como los maridos, los padres, el dinero y los jefes, con los derechos y las obligaciones que tienen. Inspirándonos en la obra de filósofos de la acción como Michael Bratman, Margaret Gilbert, Searle y Raimo Tuomela, podemos dar el nombre de "intencionalidad compartida" a los procesos psicológicos subyacentes que hacen posibles esas formas únicas de cooperación.
Básicamente, la intencionalidad compartida comprende la capacidad de generar con otros las intenciones y los compromisos conjuntos para las empresas cooperativas. Esos compromisos e intenciones acordados en común se estructuran por medio de procesos de atención conjunta y conocimiento mutuo, que descansan todos sobre las motivaciones cooperativas de ayudar a otros y compartir cosas con ellos.
Aunque son menos evidentes, las enormes tendencias cooperativas de los seres humanos también desempeñan un papel decisivo en la producción del “efecto de trinquete” cultural. Es verdad que el proceso más elemental involucrado en el efecto de trinquete es el aprendizaje imitativo (según parece, los humanos lo emplean con gran fidelidad de transmisión), cuya característica intrínseca no es la cooperación sino el aprovechamiento. Sin embargo, existen además otros dos procesos cooperativos fundamentales para producir el efecto trinquete.
En primer lugar, los seres humanos se enseñan mutuamente distintas cosas y no reservan sus enseñanzas para los parientes. Enseñar es una forma de altruismo mediante la cual ciertos individuos donan información a otros para que la utilicen. Si bien existen algunas otras especies en las que encontramos actividades similares a la enseñanza (en su mayoría, comportamientos aislados dirigidos a las crías), no hay datos sistemáticos de ensayos reproducibles que indiquen una instrucción activa en el caso de los primates que no son humanos.
En segundo lugar, los seres humanos tienden a imitar a otros individuos del grupo para parecerse a ellos, es decir, para no desentonar (tal vez en aras de la identidad grupal). Además, a veces invocan ante otros miembros del grupo normas sociales de conformidad o de aquiescencia acordadas de manera cooperativa, y respaldan su apelación esgrimiendo frente a quienes no las acatan la posibilidad de castigos y sanciones. Por lo que sabemos hasta ahora, ninguno de los otros primates crea colectivamente y pone en evidencia normas grupales tendientes a la conformidad. Tanto la enseñanza con estas normas hacen su aporte a la cultura acumulativa conservando en el grupo las innovaciones hasta que surge una innovación posterior.
Cultura de cooperación
En consecuencia, mientras las “culturas” de otras especies animales se basan exclusivamente en la imitación y otros procesos de aprovechamiento, las culturas humanas no sólo entrañan aprovechar sino, fundamentalmente, cooperar. Los Homo sapiens están adaptados para actuar y pensar cooperativamente en grupos culturales hasta un grado desconocido en otras especies. De hecho, las hazañas cognitivas más formidables de nuestra especie, sin excepción, no son producto de individuos que obraron solos sino de individuos que interactuaban entre sí, y lo dicho vale para ls tecnologías complejas, los símbolos lingüísticos y matemáticos, y las más complicadas instituciones sociales.
A medida que crecen, se desarrolla en los niños un tipo especial de inteligencia natural, que abarca habilidades exclusivas de nuestra especie para colaborar, comunicarnos y aprender socialmente, además de tomar parte e otras formas de intencionalidad compartida, habilidades que van constituyendo su capacidad de participar en ese pensar grupal cooperativo. Esas habilidades especiales surgieron de los procesos de construcción de un nicho cultural y de la coevolución genético-cultural: en otras palabras, surgieron como adaptaciones que permitieron a los seres humanos actuar con eficacia en cualquiera de los numerosos mundos culturales que se han construido.
Es necesario adoptar muchos enfoques distintos para explicar la cooperación y la cultura humanas; para explicar las donaciones caritativas, los símbolos lingüísticos y matemáticos, y las instituciones sociales. En el escenario actual, la cooperación y la cultura son objeto de estudio de la biología evolucionista, de la economía experimental, de la teoría de juegos, de la antropología cultural y biológica, de la psicología cognitiva, social y evolutiva y de muchas otras disciplinas. En nuestro grupo de investigación hemos decidido abordar estos temas por medio de estudios comparativos entre niños y sus parientes más próximos entre los primates, los chimpancés. Abrigamos la esperanza de ver con mayor claridad lo que ocurre en estos casos algo más simples que en las mil complejidades del comportamiento adulto y de las sociedades. Desde luego, la comparación entre los niños y los chimpancés puede echar alguna luz sobre los orígenes de la cooperación humana en sus aspectos filogenéticos y ontogenéticos.
Michael Tomasello es co Director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig y Manchester y del Centro de Investigación de Primates Wolfgang Köhler. Este texto es un extracto de su libro ¿Por qué cooperamos?, publicado por Katz Editores, Madrid 2010. Se reproduce con autorización.
En muchas especies animales, los individuos aprovechan la experiencia y la empeñosa labor de otros aprendiendo de ellos en el intercambio social. En la actualidad, los biólogos utilizan el término cultura cuando se produce un aprendizaje social tal que distintas poblaciones de una misma especie desarrollan maneras también distintas de hacer las cosas. Desde esta perspectiva tan amplia, se puede decir que muchas especies animales viven en grupos que difieren desde el punto de vista cultural, entre ellos una diversidad de especies de aves, mamíferos marinos y primates.
Desde luego, los seres humanos son el paradigma de las especies culturales. A diferencia de sus parientes más próximos, los grandes simios -que habitan las zonas ecuatoriales de África o de Asia- los seres humanos se han diseminado por todo el planeta. Dondequiera que van, inventan artefactos y prácticas comportamentales nuevas para lidiar con las exigencias del medio ambiente local.
En el Ártico, las poblaciones indígenas construyen iglús y cazan ballenas en kayaks; en los trópicos, construyen chozas de paja y cazan mamíferos terrestres con arcos y flechas. Para ellos, esos artefactos y comportamientos no son detalles interesantes sino necesidades. Pocos seres humanos podrían sobrevivir en la tundra o en las pluviselvas tropicales si no pertenecieran a un grupo con cultura, munido de artefactos y prácticas comportamentales preexistentes y pertinentes. Si tenemos en cuenta el número de cosas que el individuo humano debe aprender en sociedad (entre ellas, las convenciones lingüísticas necesarias para comunicarse), comprenderemos que la cultura de esta especie es cuantitativamente única en comparación con las de otros animales.
Peculiaridades de la cultura humana
Hay, sin embargo, dos características fácilmente observables de esa cultura que indican que es única también cualitativamente. La primera es la evolución cultural acumulativa. A menudo, los artefactos y las prácticas de comportamiento de los humanos adquieren mayor complejidad con el paso del tiempo (tienen una "historia"). Cuando un individuo inventa un artefacto o una manera de hacer las cosas apropiada para las circunstancias, los otros la aprenden pronto. Ahora bien, cuando otro individuo introduce alguna mejora al procedimiento, todos -incluso los niños en pleno desarrollo- aprenden la nueva versión perfeccionada. Se genera así una suerte de "trinquete cultural" que instala cada versión en el repertorio del grupo y asegura su vigencia hasta que alguien encuentra algo más novedoso y más útil. Así como los individuos de esta especie heredan genes que implicaron adaptaciones en el pasado, también heredan a través de la cultura artefactos y prácticas comportamentales que representan, de algún modo, la sabiduría colectiva de sus antepasados. Hasta el presente, no sabemos de ninguna otra especie animal que acumule las modificaciones comportamentales y garantice su complejidad con esta suerte de "trinquete cultural".
La segunda característica que hace única la cultura humana es la creación de instituciones sociales. Se trata de conjuntos de prácticas comportamentales guiadas por distintos tipos de normas y reglas que los individuos reconocen mutuamente. Por ejemplo, en todas las culturas los individuos se atienen a reglas culturales para aparearse y casarse. Si alguien transgrede esas reglas, sufre una sanción, que puede llegar al ostracismo absoluto. En el curso de ese proceso, los seres humanos crean entidades concretas definidas culturalmente; por ejemplo, maridos, esposas (y padres) que tienen derechos y obligaciones también definidos por la cultura (el filósofo John Searle concibe ese proceso como creación de nuevas "funciones de estatus" [status functions]).
Daré otro ejemplo: en todas las culturas humanas existen reglas y normas para compartir los alimentos y otros objetos valiosos, y para la eventualidad de comerciarlos. Durante el proceso de intercambio, atribuimos a algunos objetos la condición de dinero (es decir, un papel impreso de determinada manera), hecho que les confiere un rol definido, respaldado por la cultura. Hay otros tipos de reglas y de normas para instituir líderes grupales -jefes y presidentes, por ejemplo-, que tienen derechos y obligaciones especiales con respecto a la toma de decisiones. Y también es posible crear nuevas reglas para el grupo. Lo que dijimos acerca del "trinquete cultural" podemos repetirlo con respecto a las instituciones sociales: ninguna otra especie animal tiene algo que se parezca ni remotamente a las instituciones sociales.
Habilidades cooperativas
Tras estas dos características de la cultura humana -los artefactos acumulativos y las instituciones sociales- hay todo un conjunto de habilidades cooperativas y motivaciones para colaborar que son exclusivas de nuestra especie. Esta afirmación es evidente en el caso de las instituciones sociales, que representan maneras de interactuar organizadas en cooperación y acordadas por el grupo, entre las cuales hay reglas para lograr que, los que no cooperan cumplan lo acordado. Las funciones de estatus representan acuerdos cooperativos según los cuales existen entidades tales como los maridos, los padres, el dinero y los jefes, con los derechos y las obligaciones que tienen. Inspirándonos en la obra de filósofos de la acción como Michael Bratman, Margaret Gilbert, Searle y Raimo Tuomela, podemos dar el nombre de "intencionalidad compartida" a los procesos psicológicos subyacentes que hacen posibles esas formas únicas de cooperación.
Básicamente, la intencionalidad compartida comprende la capacidad de generar con otros las intenciones y los compromisos conjuntos para las empresas cooperativas. Esos compromisos e intenciones acordados en común se estructuran por medio de procesos de atención conjunta y conocimiento mutuo, que descansan todos sobre las motivaciones cooperativas de ayudar a otros y compartir cosas con ellos.
Aunque son menos evidentes, las enormes tendencias cooperativas de los seres humanos también desempeñan un papel decisivo en la producción del “efecto de trinquete” cultural. Es verdad que el proceso más elemental involucrado en el efecto de trinquete es el aprendizaje imitativo (según parece, los humanos lo emplean con gran fidelidad de transmisión), cuya característica intrínseca no es la cooperación sino el aprovechamiento. Sin embargo, existen además otros dos procesos cooperativos fundamentales para producir el efecto trinquete.
En primer lugar, los seres humanos se enseñan mutuamente distintas cosas y no reservan sus enseñanzas para los parientes. Enseñar es una forma de altruismo mediante la cual ciertos individuos donan información a otros para que la utilicen. Si bien existen algunas otras especies en las que encontramos actividades similares a la enseñanza (en su mayoría, comportamientos aislados dirigidos a las crías), no hay datos sistemáticos de ensayos reproducibles que indiquen una instrucción activa en el caso de los primates que no son humanos.
En segundo lugar, los seres humanos tienden a imitar a otros individuos del grupo para parecerse a ellos, es decir, para no desentonar (tal vez en aras de la identidad grupal). Además, a veces invocan ante otros miembros del grupo normas sociales de conformidad o de aquiescencia acordadas de manera cooperativa, y respaldan su apelación esgrimiendo frente a quienes no las acatan la posibilidad de castigos y sanciones. Por lo que sabemos hasta ahora, ninguno de los otros primates crea colectivamente y pone en evidencia normas grupales tendientes a la conformidad. Tanto la enseñanza con estas normas hacen su aporte a la cultura acumulativa conservando en el grupo las innovaciones hasta que surge una innovación posterior.
Cultura de cooperación
En consecuencia, mientras las “culturas” de otras especies animales se basan exclusivamente en la imitación y otros procesos de aprovechamiento, las culturas humanas no sólo entrañan aprovechar sino, fundamentalmente, cooperar. Los Homo sapiens están adaptados para actuar y pensar cooperativamente en grupos culturales hasta un grado desconocido en otras especies. De hecho, las hazañas cognitivas más formidables de nuestra especie, sin excepción, no son producto de individuos que obraron solos sino de individuos que interactuaban entre sí, y lo dicho vale para ls tecnologías complejas, los símbolos lingüísticos y matemáticos, y las más complicadas instituciones sociales.
A medida que crecen, se desarrolla en los niños un tipo especial de inteligencia natural, que abarca habilidades exclusivas de nuestra especie para colaborar, comunicarnos y aprender socialmente, además de tomar parte e otras formas de intencionalidad compartida, habilidades que van constituyendo su capacidad de participar en ese pensar grupal cooperativo. Esas habilidades especiales surgieron de los procesos de construcción de un nicho cultural y de la coevolución genético-cultural: en otras palabras, surgieron como adaptaciones que permitieron a los seres humanos actuar con eficacia en cualquiera de los numerosos mundos culturales que se han construido.
Es necesario adoptar muchos enfoques distintos para explicar la cooperación y la cultura humanas; para explicar las donaciones caritativas, los símbolos lingüísticos y matemáticos, y las instituciones sociales. En el escenario actual, la cooperación y la cultura son objeto de estudio de la biología evolucionista, de la economía experimental, de la teoría de juegos, de la antropología cultural y biológica, de la psicología cognitiva, social y evolutiva y de muchas otras disciplinas. En nuestro grupo de investigación hemos decidido abordar estos temas por medio de estudios comparativos entre niños y sus parientes más próximos entre los primates, los chimpancés. Abrigamos la esperanza de ver con mayor claridad lo que ocurre en estos casos algo más simples que en las mil complejidades del comportamiento adulto y de las sociedades. Desde luego, la comparación entre los niños y los chimpancés puede echar alguna luz sobre los orígenes de la cooperación humana en sus aspectos filogenéticos y ontogenéticos.
Michael Tomasello es co Director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig y Manchester y del Centro de Investigación de Primates Wolfgang Köhler. Este texto es un extracto de su libro ¿Por qué cooperamos?, publicado por Katz Editores, Madrid 2010. Se reproduce con autorización.
miércoles, 27 de febrero de 2013
neuronas y caricias
Un
equipo de científicos estadounidenses ha hallado en ratones las neuronas
que detectan las caricias. El trabajo muestra que estas células
promueven un estado de bienestar cuando se activan, en respuesta a las
caricias ‘placenteras’, pero serán necesarios más estudios para
confirmar si existen neuronas con propiedades similares también en
humanos.
A pesar de los numerosos estudios fisiológicos existentes al respecto, esta es la primera vez que se identifican in vivo neuronas sensoriales que detectan caricias ‘placenteras’. El grupo utilizó un pincel diseñado para simular el tipo de caricias que estos animales pueden sentir, con el cual rozaban sus patas traseras. Después, los investigadores utilizaron técnicas de imagen para mostrar que un tipo de neuronas, que expresan la proteína MRGPRB4, eran las que respondían al estímulo.
Estas células nerviosas carecen de fibras de mielina e inervan exclusivamente la piel con pelo a través de grandes ramificaciones que, según el estudio, se asemejan a los campos receptivos de las fibras C humanas.
El trabajo revela que estas neuronas se activan acariciando la piel peluda del animal, pero no ante una estimulación dañina, como puede ser una punzada o un pellizco. Es más, al aplicar esos estímulos nocivos se activan otras neuronas –las que expresan la proteína MRGPRD– que no responden ante las caricias.
Los resultados parecen abrir una puerta para comprender la función de este tipo de neuronas durante los comportamientos naturales.
A pesar de los numerosos estudios fisiológicos existentes al respecto, esta es la primera vez que se identifican in vivo neuronas sensoriales que detectan caricias ‘placenteras’. El grupo utilizó un pincel diseñado para simular el tipo de caricias que estos animales pueden sentir, con el cual rozaban sus patas traseras. Después, los investigadores utilizaron técnicas de imagen para mostrar que un tipo de neuronas, que expresan la proteína MRGPRB4, eran las que respondían al estímulo.
Estas células nerviosas carecen de fibras de mielina e inervan exclusivamente la piel con pelo a través de grandes ramificaciones que, según el estudio, se asemejan a los campos receptivos de las fibras C humanas.
El trabajo revela que estas neuronas se activan acariciando la piel peluda del animal, pero no ante una estimulación dañina, como puede ser una punzada o un pellizco. Es más, al aplicar esos estímulos nocivos se activan otras neuronas –las que expresan la proteína MRGPRD– que no responden ante las caricias.
Los resultados parecen abrir una puerta para comprender la función de este tipo de neuronas durante los comportamientos naturales.
The “Language” Gene and Women’s Wagging Tongues
By Athena Andreadis
Aka, How to Twist Science to Reinforce Gender Stereotypes
Genes are subject to multiple layers of regulation. An early regulatory point is transcription. During this process, regulatory proteins bind to DNA regions (promoters and enhancers) that direct gene expression. These DNA/protein complexes attract the transcription apparatus, which docks next to the complex and proceeds linearly downstream, producing the heteronuclear (hn) RNA that is encoded by the gene linked to the promoter. The hnRNA is then spliced and either becomes structural/regulatory RNA or is translated into protein.
Transcription factors are members of large clans that arose from ancestral genes that went through successive duplications and then diverged to fit specific niches. One such family of about fifty members is called FOX. Their DNA binding portion is shaped like a butterfly, which has given this particular motif the monikers of forkhead box or winged helix. The activities of the FOX proteins extend widely in time and region. One of the FOX family members is FOXP2, as notorious as Fox News – except for different reasons: FOXP2 has become entrenched in popular consciousness as “the language gene”. As is the case with all such folklore, there is some truth in this; but as is the case with everything in biology, reality is far more complex.
FOXP2, the first gene found to “affect language” (more on this anon), was discovered in 2001 by several converging observations and techniques. The clincher was a large family (code name KE), some of whose members had severe articulation and grammatical deficits with no accompanying sensory or cognitive impairment. The inheritance is autosomal dominant: one copy of the mutated gene is sufficient to confer the trait. When the researchers definitively identified the FOXP2 gene, they found that the version of FOXP2 carried by the KE affected members has a single point mutation that alters an invariant residue in its forkhead domain, thereby influencing the protein’s binding to its DNA targets.
Like all transcription factors, FOXP2 regulates many promoters. The primary domains of FOXP2 influence are brain and lung development. Some of its downstream targets are themselves regulators of brain function (most prominently neurexin CNTNAP2). Not surprisingly, deleting or mutating both FOXP2 copies in mice results in early death, whereas doing so to one copy leads to decreased vocalization and slightly impaired motor learning. FOXP2 is broadly conserved across vertebrates, but its critical functional regions have tiny but telling differences even between humans and their closest ape relatives. Like other genes that influence human-specific attributes, human FOXP2 seems to have undergone positive selection during the broad intervals of crucial speciation events. Along related lines, Neanderthals and Denisovans apparently had the same FOXP2 allele as contemporary humans, and by this criterion were fully capable of the articulation that makes language possible.
Which brings us to the nub of the issue. What does FOXP2 do in brain? Genes don’t encode higher-order functions, let alone behavior. Also recall that the KE family members have a very circumscribed defect, despite its dramatic manifestation. Finally, keep firmly in mind that language in humans includes a complex genetic component that involves many loci and just as many environmental interactions. FOXP2 does not encode inherent language ability. Instead, the time and place of its expression as well as studies in cell systems and other organisms (zebra finches, rodents) indicate that FOXP2 may be involved in neuronal plasticity, which in turn modulates capacity for learning by forming new synaptic connections. FOXP2 may also be involved in regulation of motor neuron control in certain brain regions (cortical motor areas, cerebellum, striatum) that affect the ability to vocalize, sing and, in humans, form the complex sounds of language.
Given its connection, however over-interpreted, to “what makes a human” as well as its chromosomal location (in 7q31, which also harbors candidates for autism and dementia), it’s not surprising that FOXP2 has acquired quasi-mythic dimensions in the lay imagination. However, careful studies have shown that the genes on 7q31 responsible for autism and dementia are distinct from FOXP2. Also, as I said earlier, FOXP2 does not code for language ability – and even less for its culturally determined manifestations (many of which are a minefield of confirmation biases, unquestioned assumptions and simply sloppy work).
The latest round in the misrepresentation of FOXP2 is the gone-viral variation of “there’s more of this ‘language protein’ in the left hemisphere of 4-year girls and that’s why women are three times as talkative as men”. This came from the PR pitch of a research team who did a study primarily on rats (which confirmed the link between FOXP2 levels and vocalization) and then, perhaps attempting to latch onto a catchy soundbite, extended the gender link to humans based on… a single PCR amplification of ten Broca’s area cortices (from postmortem brains of 4-year olds, five from each sex; Broca’s area is involved in language processing).
To begin with, all studies conducted so far definitively show that women and men utter the same number of words by any metric chosen – and that in fact men talk more than women in mixed-gender conversations (to say nothing of the gender-linked ratio of interruptions). And whereas it’s true that girls develop vocal competence slightly earlier than boys and show higher linguistic skills during the early acquisition window, this difference is transient. Furthermore, the FOXP1 control that the authors of the study argue does not show a gender-correlated change (unlike FOXP2) in fact is on the verge of doing so, and the relative statistical significances might well change if a larger number of samples were tested. Finally, whereas decrease of FOXP2 reduces vocalization and increases pitch in male rat pups, it has the opposite effect in female rat pups. In other words, the correlation between FOXP2 levels and vocalization/pitch is not straightforward even in rats.
In the larger context of expression and reception of vocalizations, the difference is not how much women talk, but how welcome and/or valued their input is. Even trivial zomboid blathering is given higher value if it’s culturally coded as masculine (examples: sport newscasters; most congressmen). In fairness to the researchers of the study that caused all this rehashing of kneejerk stereotypes and evopsycho Tarzanism, here is the concluding paragraph of their paper. It states something both measured and, frankly, obvious:
Lai CS, Fisher SE, Hurst JA, Vargha-Khadem F, Monaco AP (2001). A forkhead-domain gene is mutated in a severe speech and language disorder. Nature 413(6855):519-23.
White SA, Fisher SE, Geschwind DH, Scharff C, Holy TE (2006). Singing mice, songbirds, and more: models for FOXP2 function and dysfunction in human speech and language. J. Neurosci. 26(41):10376-9.
Bowers JM, Perez-Pouchoulen M, Edwards NS, McCarthy MM (2013). FOXP2 mediates sex differences in ultrasonic vocalization by rat pups and directs order of maternal retrieval. J. Neurosci. 33(8):3276-83.
Mark Liberman. Gabby Guys: The Effect size (Language Log, Sept. 23, 2006)
Mark Liberman. An Invented Statistic Returns (Language Log, Feb. 22, 2013)
Athena Andreadis. Eldorado Desperadoes: Of Mice and Men (Starship Reckless, July 18, 2009)
Athena Andreadis. Miranda Wrongs: Reading Too Much into the Genome (Starship Reckless, June 10, 2011)
Aka, How to Twist Science to Reinforce Gender Stereotypes
Genes are subject to multiple layers of regulation. An early regulatory point is transcription. During this process, regulatory proteins bind to DNA regions (promoters and enhancers) that direct gene expression. These DNA/protein complexes attract the transcription apparatus, which docks next to the complex and proceeds linearly downstream, producing the heteronuclear (hn) RNA that is encoded by the gene linked to the promoter. The hnRNA is then spliced and either becomes structural/regulatory RNA or is translated into protein.
Transcription factors are members of large clans that arose from ancestral genes that went through successive duplications and then diverged to fit specific niches. One such family of about fifty members is called FOX. Their DNA binding portion is shaped like a butterfly, which has given this particular motif the monikers of forkhead box or winged helix. The activities of the FOX proteins extend widely in time and region. One of the FOX family members is FOXP2, as notorious as Fox News – except for different reasons: FOXP2 has become entrenched in popular consciousness as “the language gene”. As is the case with all such folklore, there is some truth in this; but as is the case with everything in biology, reality is far more complex.
FOXP2, the first gene found to “affect language” (more on this anon), was discovered in 2001 by several converging observations and techniques. The clincher was a large family (code name KE), some of whose members had severe articulation and grammatical deficits with no accompanying sensory or cognitive impairment. The inheritance is autosomal dominant: one copy of the mutated gene is sufficient to confer the trait. When the researchers definitively identified the FOXP2 gene, they found that the version of FOXP2 carried by the KE affected members has a single point mutation that alters an invariant residue in its forkhead domain, thereby influencing the protein’s binding to its DNA targets.
Like all transcription factors, FOXP2 regulates many promoters. The primary domains of FOXP2 influence are brain and lung development. Some of its downstream targets are themselves regulators of brain function (most prominently neurexin CNTNAP2). Not surprisingly, deleting or mutating both FOXP2 copies in mice results in early death, whereas doing so to one copy leads to decreased vocalization and slightly impaired motor learning. FOXP2 is broadly conserved across vertebrates, but its critical functional regions have tiny but telling differences even between humans and their closest ape relatives. Like other genes that influence human-specific attributes, human FOXP2 seems to have undergone positive selection during the broad intervals of crucial speciation events. Along related lines, Neanderthals and Denisovans apparently had the same FOXP2 allele as contemporary humans, and by this criterion were fully capable of the articulation that makes language possible.
Which brings us to the nub of the issue. What does FOXP2 do in brain? Genes don’t encode higher-order functions, let alone behavior. Also recall that the KE family members have a very circumscribed defect, despite its dramatic manifestation. Finally, keep firmly in mind that language in humans includes a complex genetic component that involves many loci and just as many environmental interactions. FOXP2 does not encode inherent language ability. Instead, the time and place of its expression as well as studies in cell systems and other organisms (zebra finches, rodents) indicate that FOXP2 may be involved in neuronal plasticity, which in turn modulates capacity for learning by forming new synaptic connections. FOXP2 may also be involved in regulation of motor neuron control in certain brain regions (cortical motor areas, cerebellum, striatum) that affect the ability to vocalize, sing and, in humans, form the complex sounds of language.
Given its connection, however over-interpreted, to “what makes a human” as well as its chromosomal location (in 7q31, which also harbors candidates for autism and dementia), it’s not surprising that FOXP2 has acquired quasi-mythic dimensions in the lay imagination. However, careful studies have shown that the genes on 7q31 responsible for autism and dementia are distinct from FOXP2. Also, as I said earlier, FOXP2 does not code for language ability – and even less for its culturally determined manifestations (many of which are a minefield of confirmation biases, unquestioned assumptions and simply sloppy work).
The latest round in the misrepresentation of FOXP2 is the gone-viral variation of “there’s more of this ‘language protein’ in the left hemisphere of 4-year girls and that’s why women are three times as talkative as men”. This came from the PR pitch of a research team who did a study primarily on rats (which confirmed the link between FOXP2 levels and vocalization) and then, perhaps attempting to latch onto a catchy soundbite, extended the gender link to humans based on… a single PCR amplification of ten Broca’s area cortices (from postmortem brains of 4-year olds, five from each sex; Broca’s area is involved in language processing).
To begin with, all studies conducted so far definitively show that women and men utter the same number of words by any metric chosen – and that in fact men talk more than women in mixed-gender conversations (to say nothing of the gender-linked ratio of interruptions). And whereas it’s true that girls develop vocal competence slightly earlier than boys and show higher linguistic skills during the early acquisition window, this difference is transient. Furthermore, the FOXP1 control that the authors of the study argue does not show a gender-correlated change (unlike FOXP2) in fact is on the verge of doing so, and the relative statistical significances might well change if a larger number of samples were tested. Finally, whereas decrease of FOXP2 reduces vocalization and increases pitch in male rat pups, it has the opposite effect in female rat pups. In other words, the correlation between FOXP2 levels and vocalization/pitch is not straightforward even in rats.
In the larger context of expression and reception of vocalizations, the difference is not how much women talk, but how welcome and/or valued their input is. Even trivial zomboid blathering is given higher value if it’s culturally coded as masculine (examples: sport newscasters; most congressmen). In fairness to the researchers of the study that caused all this rehashing of kneejerk stereotypes and evopsycho Tarzanism, here is the concluding paragraph of their paper. It states something both measured and, frankly, obvious:
“Gender is a purely human construct consisting of both self and others’ perception of one’s sex and is arguably the first and most salient of all phenotypic variables. Sex differences in how language is received and processed and how speech is produced has the potential to influence gender both within and external to an individual. Whether human sex differences in FOXP2, and possibly FOXP1 as well, contribute to gender variation in language is a question for future research.”Relevant publications and links:
Lai CS, Fisher SE, Hurst JA, Vargha-Khadem F, Monaco AP (2001). A forkhead-domain gene is mutated in a severe speech and language disorder. Nature 413(6855):519-23.
White SA, Fisher SE, Geschwind DH, Scharff C, Holy TE (2006). Singing mice, songbirds, and more: models for FOXP2 function and dysfunction in human speech and language. J. Neurosci. 26(41):10376-9.
Bowers JM, Perez-Pouchoulen M, Edwards NS, McCarthy MM (2013). FOXP2 mediates sex differences in ultrasonic vocalization by rat pups and directs order of maternal retrieval. J. Neurosci. 33(8):3276-83.
Mark Liberman. Gabby Guys: The Effect size (Language Log, Sept. 23, 2006)
Mark Liberman. An Invented Statistic Returns (Language Log, Feb. 22, 2013)
Athena Andreadis. Eldorado Desperadoes: Of Mice and Men (Starship Reckless, July 18, 2009)
Athena Andreadis. Miranda Wrongs: Reading Too Much into the Genome (Starship Reckless, June 10, 2011)
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