viernes, 27 de julio de 2012

El Homo heidelbergensis tenía una capacidad de habla similar a la de un niño de 10 años

El hombre de la Sima de los Huesos, el Homo heidelbergensis, estaba lo suficientemente evolucionado como para hablar, aunque su capacidad aún estaba un paso por detrás de la del hombre moderno. Se trata de la evidencia más antigua de la comunicación humana, como explica a DiCYT Ignacio Martínez, investigador y coordinador del Área de Evolución Humana del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos UCM-ISCIII (Universidad Complutense de Madrid-Instituto de Salud Carlos III), quien ha impartido la última conferencia del ciclo del Museo de la Evolución Humana (MEH), en España, que conmemora los 20 años del descubrimiento de Miguelón.

El equipo de Ignacio Martínez trabaja desde finales de los 90 en esta línea de investigación, a través de dos aproximaciones diferentes. “El problema de estudiar el lenguaje es que no tenemos una máquina del tiempo que nos permita saber si hablaban, por lo que estudiamos distintas líneas de evidencia. Si todas coinciden en un mismo punto, tenemos una certidumbre muy seria”, señala el investigador, quien destaca la riqueza y la calidad de los fósiles hallados en la Sima de los Huesos, lo que ha permitido abrir estas dos aproximaciones al problema.

La primera, detalla, trata “de reconstruir la anatomía de las vías aéreas superiores, con lo que hablamos, la garganta y la boca”. “Las personas tenemos una anatomía especial que nos permite producir los sonidos del lenguaje. Por ejemplo, los chimpancés no pueden hacer los sonidos de las consonantes y esto tiene una explicación anatómica. Con los fósiles que disponemos, un hueso hioides (el que está en la base de la lengua) y las vértebras del cráneo 5 que nos permiten saber cómo era su cuello, evidenciamos que la gente de la Sima de los Huesos es diferente a un chimpancé y en lo que se diferencia de éstos se parece mucho a los humanos, aunque todavía no es exactamente igual”, subraya.

Así, a nivel fisiológico, el Homo heidelbergensis “tendría la capacidad de un niño de 10 años, por lo que podría hablar perfectamente”, asegura. Frente a esta aproximación “clásica”, puesto que estos estudios sobre la capacidad anatómica ya se han realizado con otros fósiles en otras partes del mundo, el equipo de investigación de Ignacio Martínez trabaja en una línea novedosa.

“Hemos desarrollado una metodología nueva para estudiar una aproximación al problema que no se le había ocurrido a nadie, a través de la audición”. A través de los huesecillos del oído medio (yunque, martillo y estribo) y también del propio hueso temporal (donde está alojado el oído), se puede hacer una reconstrucción y analizar su funcionamiento. “Es como hacer un audiograma. Con estos fósiles somos capaces de reconstruir con precisión cómo oían. Los humanos oímos de manera diferente a los chimpancés, también porque estamos especializados en el lenguaje. De igual manera que los chimpancés no pueden pronunciar las consonantes, una parte de ellas resuenan en unas frecuencias en las que los chimpancés no tienen sensibilidad y por ello capacidad de distinguirlas con facilidad. En cambio, a esa gama de frecuencias nuestro oído está adaptado y tiene mucha sensibilidad, y por eso distinguimos muy bien las consonantes. Al estudiar los fósiles de la Sima hemos visto cosas similares, su sensibilidad acústica es muy diferente a la de los chimpancés y se parece mucho a la de los humanos, pero todavía no es igual”, agrega el experto.
En cuanto a los nuevos hallazgos realizados en la Sima de los Huesos durante esta campaña, Ignacio Martínez avanza que no les ayudarán a seguir en esta línea, ya que no pertenecen a la región que estudian. No obstante, han abierto nuevas vías de trabajo y prevén trasladar los estudios al oído interno, así como extender la nueva metodología desarrollada en torno a la audición a otros fósiles más antiguos hallados en otras partes del mundo.
Doctor en Biología por la Universidad Complutense de Madrid, Ignacio Martínez es miembro de las excavaciones e investigaciones de la Sierra de Atapuerca desde 1984 y forma parte del equipo que baja a la Sima de los Huesos desde hace más de 20 años Sus principales líneas de investigación se relacionan con la base del cráneo y el origen del lenguaje y la audición en la evolución humana. Es autor de numerosos artículos científicos en las más prestigiosas revistas del campo de la evolución humana (como Nature y Science), libros de ensayo y divulgación. (Fuente: Cristina G. Pedraz/DICYT)

jueves, 26 de julio de 2012

El gran secreto: el ser humano sólo compite consigo mismo

El eje de la evolución humana gira en torno a su éxito en desalojar a competidores biológicos, quedándole tan solo competir con individuos o grupos de su propia especie.


La evolución del ser humano no termina de estudiarse nunca, aunque no se alcanzan interpretaciones definitivas. Las últimas investigaciones apuntan a que el eje de su evolución gira en torno a su éxito en desalojar a todos sus posibles competidores biológicos, quedándole tan solo competir con individuos o grupos de su propia especie.

La Ley de la Competencia Excluyente es aplicable exclusivamente a la Evolución Humana. Según dicho enunciado, el Hombre habría llegado a una cúspide de la Evolución biológica por la cual habría eliminado a todas las demás especies con las que podría competir. Como conclusión de esto, el Hombre solamente puede competir consigo mismo, con los congéneres de su propia especie. Esto explicaría parcialmente el hecho de su versátil adaptabilidad a todos los entornos ambientales del planeta.

De esta peculiar observación única, derivan las agrupaciones gregarias e interesadas del hombre cazador, en grupos humanos superiores que le puedan permitir eliminar a otros competidores humanos, que lo son también ambientales por los recursos naturales de su entorno o hábitat. También derivan las habilidades técnicas que permiten vencer al resto de los grupos, haciendo uso de útiles que los demás no poseen.

Suele decirse que los últimos logros de la evolución son, en el Reino Vegetal, las orquídeas, y en el Reino Animal, la especie humana. Pero, según una investigación del Howard Hughes Medical Institute, la evolución humana ha sido un acontecimiento evolutivo muy específico. El Howard Hughes Medical Institute analizó la historia de 214 genes relacionados con el desarrollo del cerebro y de sus funciones comparando humanos, macacos, ratas y ratones. Los genes de estas diferentes especies de mamíferos evolucionaron mucho más rápido en los humanos que en otros primates e incluso que en el resto de los mamíferos.

La investigación concluye que los humanos se han convertido progresivamente en especies más sociales, lo que ha conducido a que las capacidades cognitivas sean cada vez más ventajosas. Cabría ampliar una parte del estudio para determinar por qué unas subespecies humanas terminan declinando evolutivamente en favor de otras –son literalmente eliminadas-, y si el éxito de esas agrupaciones sociales tiene un escalado o “límite grupal”: es decir, en la evolución humana no ha valido tener “relaciones sociales” con cualquiera, sino con grupos o individuos específicos con los que se piensa que puede haber “éxito grupal”.

La evolución humana se caracteriza por un incremento drástico del tamaño del cerebro y de su complejidad, no de otra serie de habilidades que tengan que ver con su físico, como los dedos oponentes de sus manos o el “extraño bipedismo”, circunstancias especiales que fascinan a los científicos. ¿Qué es lo que llevó a los humanos a esta rápida evolución de su cerebro? Muy probablemente habría sido la eliminación total de sus competidores biológicos. Alcanzado cierto grado de supremacía ambiental, solo quedaban como competidores los congéneres de la misma especie.

Y alcanzado cierto punto de la evolución humana, buena parte de sus desarrollos tecnológicos solo sirven para eliminar a otros grupos humanos, de lo que derivan dos máximas únicamente aplicables a la Especie Humana:

- Máxima a): Es necesaria la competencia entre grupos humanos para que la evolución de la propia Humanidad en general pueda seguir progresando en un beneficio para el éxito total de la especie humana.

- Máxima b): La guerra es la máxima expresión de la anulación de la voluntad del grupo humano vencido y, por ende, del éxito de la evolución Humana. Sin guerra, no hay evolución tecnológica, no se propician avances técnicos. Sin guerra, en suma, no hay evolución humana, como máxima expresión de la misma, ya que la Competencia Excluyente exige que se continúe compitiendo, aunque sea entre miembros de la misma especie.

¿Cuál es la razón por la cual el Hombre no tiene competidor en los diferentes ámbitos biológicos?. Antropólogos, paleontólogos y biólogos suelen limitarse a explicar el éxito evolutivo humano, y algunas de las razones del éxito: un crecimiento desmesurado del órgano encéfalo, las manos con dedos oponentes, el bipedismo, su condición adaptada de omnívoro. Todas ellas son, en suma, consecuencia de su rápida evolución y de una adaptación acelerada que le obligó a fabricar armas y artilugios para tener éxito.

Es probable que el final de algunos grupos humanos –como los Neandertales- haya sido debido a esta Ley de la evolución humana.

El Hombre eliminó a sus competidores naturales, por lo que ya solamente se mueve en el terreno resbaladizo de una “competencia desigual” entre sus propios congéneres. No hay otra especie animal que compita entre grupos de la misma especie, como le ocurre al humano.

El hombre perdió su condición real de cazador cuando comenzó a tender trampas y la trampa no es un invento del nómada, sino del cazador sedentario. Un invento que le permite maximizar esfuerzos para obtener beneficios.

Cuando hablamos de guerra y destrucción deberíamos comenzar a tener en cuenta la competencia excluyente humana. Muchos de los avances técnicos que disfrutamos hoy en día, como la electrónica miniaturizada, los antibióticos, las placas solares, los motores a reacción o la energía nuclear, efectivamente no habría tenido ninguna posibilidad sin las necesidades militares de la II Guerra Mundial o la Guerra Fría, que obligaron a tales esfuerzos.



Los científicos aseguran que en el genoma humano aún permanecen entre un 2 y un 4% de genes neandertales. En la foto, el gigantesco boxeador ruso (y campeón) Nikolai Valuev, cuyo genoma ha sido analizado y se ha descubierto que cuenta con el mayor porcentaje de genoma neandertal que se conoce.

Evolución y cultura

La capacidad para manipular objetos ha conformado una interacción entre cerebro y extremidades que ha sido fundamental. A través de la reiteración de secuencias, se han establecido largos procesos de redundancia que ha permitido  aumentar la capacidad de manipulación y manufacturación, incrementando de esta manera  la complejidad de nuestro funcionamiento neuronal.
Esta capacidad de manipulación que se da en muchos animales, en los homínidos se ha convertido en una necesidad económica y social insustituible, ya desde el momento en que surgieron las primeras herramientas, caracterizadas por una cadena operativa corta, pero compleja, desarrolladas por Homo habilis, hasta la construcción de máquinas por el Homo sapiens. En la base de todo se encuentran la secuenciación de materiales y la organización de formas determinadas que permiten regular energía de manera más eficiente  de lo que lo harían  nuestras  extremidades o nuestro cerebro.
Homo habilis
La manipulación de objectos empezó con Homo habilis

Todos estos cambios que dieron lugar a la inteligencia operativa emergente, hace más de 2,6 millones de años en África, son los que analíticamente configuran los pies de columna de lo que más tarde dará lugar a la cultura. Esta claro que la técnica modifica la etología, estableciendo toda una serie de procesos emergentes cualitativamente distintos.
Después de la inteligencia operativa, existe una función primordial y que seguramente constituye uno de los elementos que nos han permitido la generación de culturas diversas al interactuar en los espacios distintos, y nos ha ayudado a la configuración de un escenario con relaciones complejas. Se trata del lenguaje como herramienta de comunicación, planificación, organización y estructuración  de la red de relaciones sociales, económicas, de conocimiento y de pensamiento. Desconocemos en que momento emerge en los homínidos, pero algunos colegas  piensan que al mismo tiempo que surge nuestro genero, el Homo.
Si es así, la cultura humana es una emergencia de hace más de 2,5 millones de años que a través de las herramientas y del lenguaje ha ido construyendo una red de conocimiento y explotación del entorno, así como trasformando sus relaciones intraespecíficas y configurando el marco cultural del que ahora disfrutamos como realidad humana más compleja.
Por lo tanto, sin técnica, ni inteligencia operativa ni lenguaje, probablemente  no existiría la cultura humana tal y como la conocemos ahora, y quizás nunca hubiéramos alcanzado la humanidad.