viernes, 7 de septiembre de 2012

Ponen en duda evolución lineal del hombre

 El hallazgo de tres fósiles muestra indicios de que el homo erectus, antecesor del hombre actual, no vivió sólo, con él había dos especies más de homínidos. Esto rompe la creencia de que el hombre proviene de una sucesión de especies

La evolución del hombre parece ser más complicada de lo que se creía. Hasta ahora se pensaba que el homo sapiens había surgido de una evolución lineal de varias especies de homos.
Sin embargo, un reciente hallazgo echa abajo esta creencia. Y es que en el norte de Kenia se localizaron tres nuevos fósiles que complican la explicación de la evolución del hombre actual. Este hallazgo cuenta con una mandíbula inferior, un cráneo y parte de un segundo maxilar.
El estudio, que fue publicado en Nature, señala que los vestigios tienen entre 1.78 y 1.95 millones de años, lo que revela que las especies, a las que pertenecieron estos huesos, convivieron con el homo erectus, antecesor directo del homo sapiens.
Esto contradice la idea de evolución lineal. Se cree que restos pertenecieron al homo habilis y al homo rudolfensis, de acuerdo al diario ABC.es.
Todo empezó hace cuatro años cuando unos investigadores hallaron el fósil conocido como 1470. Este era cráneo de gran tamaño con una cara larga y plana.
Algunos paleontólogos apuntaban que estos huesos pertenecían a homo erectus con pequeñas diferencias articulares,. mientras otros argumentaban que se trataba de una especie distinta. En ese momento no había más restos que apoyaran alguna de las hipótesis.
La búsqueda de huesos fósiles continuó en la misma área de Kenia, pero fue hasta 2007 y 2009, que en un radio de 10 kilómetros, se hallaron los tres nuevos fósiles de tres distintos individuos.
La mandíbula superior encontrada conserva sus molares, lo que permite imaginar cómo era el maxilar del fósil 1470.
Los antecesores del hombre, según este estudio, compartieron el mismo hábitat, lo cual se logró ya que tenían diferentes hábitos alimenticios. Este hallazgo puede confirmar que el origen del hombre actual fue diverso.
Lee articulo original en inglés.

martes, 4 de septiembre de 2012

Social Network Size Linked to Brain Size How and why the volume of the orbital prefrontal cortex is related to the size of social networks

 

As humans, we aren't born with formidable armaments or defenses, nor are we the strongest, fastest, or biggest species, yet despite this we are amazingly successful. For a long time it was thought that this success was because our enlarged brains allows each of us to be smarter than our competitors: better at abstract thinking, better with tools and better at adapting our behavior to those of our prey and predators. But are these really the most significant skills our brains provide us with?
Another possibility is that we are successful because we can form long-lasting relationships with many others in diverse and flexible ways, and that this, combined with our native intelligence, explains why homo sapiens came to dominate the planet. In every way from teaching our young to the industrial division of labour we are a massively co-operative species that relies on larger and more diverse networks of relationships than any other species.
In 1992 British anthropologist Robin Dunbar published an article showing that, in primates, the ratio of the size of the neo-cortex to that of the rest of the brain consistently increases with increasing social group size. For example, the Tamarin monkey has a brain size ratio of about 2.3 and an average social group of size of about 5 members. On the other hand, a Macaque monkey has a brain size ratio of around 3.8 but a very large average group size of about 40 members. From this work Dunbar put forward what is now known as the “social brain hypothesis.” The relative size of the neo-cortex rose as social groups became larger in order to maintain the complex set of relationships necessary for stable co-existence. Most famously, Dunbar suggested that given the human brain ratio we have an expected social group size of around 150 people, about the size of what Dunbar called a “clan.”
Now, in the journal Proceedings of the Royal Society B, Dunbar and his colleagues have shown that the size of each individual’s social network is linearly related to the neural volume in a frontal region of each individual’s brain, the orbital prefrontal cortex. This provides strong support for Dunbar’s original conjecture at the individual level for what was previously proposed based on species-level data: Our brains are not as large as they are in order to provide each of us with the raw computational power to think our way out of a sticky situation, instead our brain size helps each of us to deal with the large and complex network of relationships we rely on to thrive.
What the authors have also been able to show is that it's more than just the availability of raw neural material in the right area of the brain that is needed. Within the same study they gave each subject a psychological test of their social skills and what they found was that even if a subject had a larger orbital prefrontal cortex this didn’t necessarily correlate with larger social networks, it also needed the subjects to have developed certain psychological skills, particularly an ability to understand another person’s state of mind. This cognitive skill is called a “theory of mind,” and it is the ability to recognize that others have their own mental states, such as factual knowledge, emotions or beliefs, and that these can be different from our own. It turns out that humans have the most highly developed “theory of mind” amongst the primates. Michael Tomasello and his colleagues have previously shown that while chimpanzees, one of our closest genetic relatives, posses a “theory of mind” it is not nearly as powerful, and this lack of social cognitive ability, combined with Dunbar’s work, suggests that it is this lack that results in their smaller social groups.

Hallan en Kenia restos fósiles de casi 2 millones de años que complican aún más los orígenes del linaje humano

El homo erectus tenía compañía
Mandíbula inferior
La historia de la evolución humana, cómo llegamos a convertirnos en Homo sapiens, la especie a la que pertenecemos, parece cada vez más complicada. El hallazgo de tres nuevos fósiles -un cráneo, una mandíbula inferior y parte de un segundo maxilar- en la orilla del lago Turkana, en el norte de Kenia, indica que dos antiguas especies del género homo convivieron con nuestro antecesor directo, el Homo erectus, hace casi dos millones de años. En concreto, se trata del Homo habilis y del Homo rudolfensis, tradicionalmente considerados anteriores, lo que contradice la idea de una evolución humana lineal. El descubrimiento, que aparece publicado en la revista Nature, puede ayudar a desentrañar los enrevesados orígenes de nuestro linaje.
El homo erectus tenía compañía
Parte de la nueva cara, como fue encontrada


Hace cuatro décadas, los miembros del proyecto de investigación Koobi Fora descubrieron en Kenia un enigmático fósil conocido como «1470». Se trataba de una cabeza ósea fácilmente distinguible por su cráneo de gran tamaño y una cara larga y plana. El hallazgo inició un largo debate sobre quién había sido el propietario de ese extraño rostro. Para algunos paleontólogos, se trataba de un Homo erectus con rasgos particulares, variaciones naturales que se producen en una sola especie, mientras que otros interpretaban que el fósil era la evidencia de una especie distinta. No resultaba fácil llegar a una conclusión, ya que la cara carecía de dientes y mandíbula inferior para compararlos con otros y no existían más fósiles similares.
El homo erectus tenía compañía
Los paleontólogos Meave Leakey y Fred Spoor
«Durante los últimos 40 años hemos buscado en una vasta extensión de sedimentos alrededor del lago Turkana fósiles que confirmen las características únicas de «1470». Por fin, tenemos algunas respuestas», señala Meave Leakey, del Turkana Basin Institute en Nairobi y coautora de la investigación en Nature. Descubiertos entre 2007 y 2009 en un radio de diez kilómetros alrededor del lugar del hallazgo de «1470», los tres nuevos fósiles pertenecientes a tres individuos distintos datan entre 1,78 millones y 1,95 millones de años de antigüedad. La cara, de un ejemplar juvenil, es muy similar a la ya conocida, lo que demuestra que no era una excepcional rareza. Además, la mandíbula superior conserva sus muelas, lo que por primera vez hace posible deducir el tipo de maxilar inferior que se hubiera ajustado a «1470».

Origen diverso

Los restos encontrados pertenecen al Homo habilis o al Homo rudolfensis, aunque los investigadores son reacios, por ahora, a ponerles un nombre científico «por razones técnicas», ya que los paleontólogos todavía discuten cómo definir cada grupo. «Lo que está claro es que dos antiguas especies de homo vivieron junto al Homo erectus», asegura a ABC.es Fred Spoor, responsable de los análisis científicos, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva (Leipzig, Alemania). «No podemos hablar de una línea recta en la evolución».
Los primeros homínidos pudieron compartir el mismo habitat al tener algunas variaciones en los hábitos alimenticios, como también las tienen gorilas y chimpancés, y no competir por los mismos alimentos. Es posible que se conocieran, pero que se evitaran entre ellos.Los científicos creen que la convivencia de dos antiguas especies homo con rasgos distintivos junto al homo erectus confirma el origen diverso del linaje humano. «En un principio éramos varias especies homo, no solo una», apuntan.


 

Why People Believe Conspiracy Theories Why people who believe in one conspiracy are prone to believe others

 

On Wednesday, May 16, I spent several hours on a hot bus in a neon desert called Las Vegas with a merry band of British conspiracists during their journey around the Southwest in search of UFOs, aliens, Area 51 and government cover-ups, all for a BBC documentary. One woman regaled me with a tale about orange balls of energy hovering around her car on Interstate 405 in California, which were subsequently chased away by black ops helicopters. A man challenged me to explain the source of a green laser beam that followed him around the English countryside one evening.
Conspiracies are a perennial favorite for television producers because there is always a receptive audience. A recent Canadian Broadcasting Corporation documentary that I participated in called Conspiracy Rising, for example, featured theories behind the deaths of JFK and Princess Diana, UFOs, Area 51 and 9/11, as if there were a common thread running throughout. According to radio host and conspiracy monger Alex Jones, also appearing in the film, “The military-industrial complex killed John F. Kennedy” and “I can prove that there's a private banking cartel setting up a world government because they admit they are” and “No matter how you look at 9/11 there was no Islamic terrorist connection—the hijackers were clearly U.S. government assets who were set up as patsies like Lee Harvey Oswald.”
Such examples, along with others in my years on the conspiracy beat, are emblematic of a trend I have detected that people who believe in one such theory tend to believe in many other equally improbable and often contradictory cabals. This observation has recently been confirmed empirically by University of Kent psychologists Michael J. Wood, Karen M. Douglas and Robbie M. Sutton in a paper entitled “Dead and Alive: Beliefs in Contradictory Conspiracy Theories,” published in the journal Social Psychological and Personality Science this past January. The authors begin by defining a conspiracy theory as “a proposed plot by powerful people or organizations working together in secret to accomplish some (usually sinister) goal” that is “notoriously resistant to falsification … with new layers of conspiracy being added to rationalize each new piece of disconfirming evidence.” Once you believe that “one massive, sinister conspiracy could be successfully executed in near-perfect secrecy, [it] suggests that many such plots are possible.” With this cabalistic paradigm in place, conspiracies can become “the default explanation for any given event—a unitary, closed-off worldview in which beliefs come together in a mutually supportive network known as a monological belief system.”
This monological belief system explains the significant correlations between different conspiracy theories in the study. For example, “a belief that a rogue cell of MI6 was responsible for [Princess] Diana's death was correlated with belief in theories that HIV was created in a laboratory … that the moon landing was a hoax … and that governments are covering up the existence of aliens.” The effect continues even when the conspiracies contradict one another: the more participants believed that Diana faked her own death, the more they believed that she was murdered.
The authors suggest there is a higher-order process at work that they call global coherence that overrules local contradictions: “Someone who believes in a significant number of conspiracy theories would naturally begin to see authorities as fundamentally deceptive, and new conspiracy theories would seem more plausible in light of that belief.” Moreover, “conspiracy advocates' distrust of official narratives may be so strong that many alternative theories are simultaneously endorsed in spite of any contradictions between them.” Thus, they assert, “the more that participants believe that a person at the centre of a death-related conspiracy theory, such as Princess Diana or Osama [bin] Laden, is still alive, the more they also tend to believe that the same person was killed, so long as the alleged manner of death involves deception by officialdom.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Confirmado el descubrimiento en 2010 de una nueva especie humana coetánea de los neandertales

 
El hallazgo, por último, sugiere un nuevo modelo de evolución humana, basado no en una, sino en múltiples y sucesivas salidas de África, lo que implica una complejidad mucho mayor de lo que se creía hasta ahora.
En marzo de 2010, un extraño fósil salió por primera vez a la luz pública. Encontrado dos años antes en la remota cueva siberiana de Denisova, en los montes Altai, se trataba de un fragmento del dedo meñique de una niña (o de un niño) de unos siete años de edad que habitó en esa región hace más de 50.000 años. En el mismo lugar se encontraron también varios artefactos y herramientas y, algo más tarde, dos piezas dentales.
Los restos eran demasiado escasos como para determinar, por su morfología, la especie humana a la que pertenecían. Así que terminaron en Leizpig (Alemania), en manos de Svante Pääbo, director del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva y uno de los mayores expertos mundiales en ADN fósil.
Pääbo, el investigador que logró secuenciar el genoma del hombre de Neandertal, consiguió extraer del hueso del dedo varias muestras de ADN mitocondrial, un material genético que no se encuentra en el núcleo de las células, sino repartido en diversos orgánulos (mitocondrias) del citoplasma celular y que sólo se transmite de madres a hijas. Por eso bautizó el fósil como “Mujer X”.
Un nuevo grupo humano
Los resultados del análisis genético del homínido de Denisova supusieron una sorpresa mayúscula para los investigadores. De hecho, su ADN mitocondrial no coincidía con el de los neandertales, como se suponía en un principio, y tampoco con el de los hombres modernos, nuestra propia especie. Por el contrario, las diferencias genéticas eran suficientemente profundas como para pensar en un grupo completamente nuevo.
De inmediato, Pääbo y su equipo empezaron a trabajar para obtener, y secuenciar, ADN nuclear del pequeño dedo infantil. Un material imprescindible para confirmar (o desmentir) el “mensaje” sugerido por el ADN mitocondrial del fósil. Hoy, en un artículo que publica la revista Science, el misterio se desvela por fin. Y se confirma lo que los científicos sospechaban: la “mujer X” perteneció a una especie humana desconocida hasta ahora. Una especie que hunde sus raíces en la noche de los tiempos y que está muy emparentada con los neandertales, con los que comparte un ancestro común. «La secuenciación genética muestra que los neandertales y los denisovanos son grupos hermanos, que se separaron de una población ancestral común después de escindirse de los humanos modernos», explicó David Reich, otro de los científicos implicados en la investigación.
Para obtener el ADN del núcleo de las células, Pääbo utilizó método basado en el que le permitió secuenciar el genoma del hombre de Neandertal. Los investigadores consiguieron así una secuencia genética muy detallada y que es comparable a la que se puede obtener para el estudio del genoma humano moderno. «Ésta ha sido la primera vez que se ha descubierto y definido un nuevo grupo de humanos extinguidos a través de las evidencias extraidas de una secuenciación de ADN, y no estudiando la morfología de los huesos», dijo Pääbo. También aseguró que «con unas pocas excepciones técnicas ya no hay diferencias entre lo que podemos aprender del análisis genético de una persona moderna o una de hace 50.000 años, siempre que tengamos huesos suficientemente bien conservados».
Contribución al genoma en Melanesia
El siguiente paso de la investigación fue, precisamente, el de comparar el genoma del homínido de Denisova con el de diferentes poblaciones modernas de muy diversas zonas del planeta. Y el resultado fue que los denisovanos contribuyeron al genoma humano actual, aunque esa contribución varía de una población a otra. «Mientras que los neandertales han contribuido al ADN de todos los humanos que viven hoy fuera de África, los denisovanos sólo han aportado a gente de Papua Nueva Guinea, Fiji, Australia y otros lugares de Melanesia», explicó Pääbo.
Además, algunos alelos denisovanos (cada una de las variantes que puede tener un gen) fueron encontrados tanto en poblaciones de Asia como de Sudamérica y Europa, aunque Pääbo piensa que proceden más de la hibridación entre humanos modernos y neandertales que directamente de los denisovanos.
Pero el estudio aporta otras informaciones sorprendentes. Como por ejemplo que la niña (o niño) cuyo genoma fue secuenciado lleva alelos que en los humanos modernos se relacionan con una piel y cabello oscuros y con ojos marrones. «Es muy probable que fuesen de piel oscura. Realmente es lo único que podemos decir sobre su aspecto. Lo cierto es que del estudio del genoma apenas se pueden deducir características de cómo era de apariencia», dijo Pääbo.
Los investigadores elaboraron también una lista con los cambios ocurridos en el genoma humano desde su separación de los denisovanos. Es decir, cambios que sólo se produjeron en el genoma humano moderno. Y hallaron que la población inicial de denisovanos debió de ser muy pequeña, aunque creció muy rápidamente y se extendió por una buena parte del mundo. «La diversidad genética de los denisovanos era, al parecer, muy inferior a la de los humanos modernos», aclaró Matthias Meyer, que desarrolló la técnica de secuenciación genética que ha permitido llevar a cabo el estudio.
El hallazgo, por último, sugiere un nuevo modelo de evolución humana, basado no en una, sino en múltiples y sucesivas salidas de África, lo que implica una complejidad mucho mayor de lo que se creía hasta ahora.