La imagen contrapuesta de dos siluetas de mujeres de Gönesdorf (Alemania), de época magdaleniense, grabada en placas de piedra hace unos 12.000 años, nos suscita el cuerpo como algo que está en el imaginario humano hace miles de años y, seguramente, refleja las preocupaciones e intenciones estéticas y sexuales de los machos y hembras del Paleolítico superior. Se trata de dos hembras de perfil, una frente a la otra en una muestra de pureza de líneas increíble. Observamos de manera sutil que el artista ha querido de manera sublime enseñar el cuerpo de la mujer idealizado. Son representaciones atómicas (anatómicas), en este caso estilizadas, más allá de la gravidez o de otras demostraciones en algunos casos hipersexuales. La cabeza de la Venus de Brassenpuy es un reflejo de los cánones diversos que existían antes que la cultura clásica emergiera en el siglo V.
Frontal y lateral de la Venus de Brassempouy
Esto nos indica que la complejidad humana se desarrolla de manera exponencial en el Pleistoceno superior. Los códigos que nos intentan explicar qué ocurre en las bandas de homininos de nuestra especie son reflejo de comunidades que ya han alcanzado la mayoría de edad consciente y están dispuestas a transmitir al mundo sus sentimientos y pensamientos.
La finura de los trazos y la intencionalidad de las figuras nos hacen, a los humanos anatómicamente modernos, sensibles a una realidad que nosotros no hemos dejado de reproducir de manera cotidiana. Una memoria del imaginario que ahora sabemos es milenaria y que, como en la actualidad, se basa en el fetichismo de la imagen como idealización de cuerpo humano en nuestras comunidades.
Por supuesto que no conocemos cuál era la apreciación del sexo social en la prehistoria, pero si somos capaces de entender qué significa la figura humana cuando esta se representa. Somos la misma especie con unos miles de años de diferencia, pero nuestro cerebro social no pude ser muy distinto.
El arte es una realidad que como tal está en la memoria del sistema y no puede sustraerse a éste, pues la memoria manda por encima de las coyunturas sociales. Lo que ignoramos es la trascendencia real de la representación humana en el contexto del Paleolítico, pero sí que somos conscientes su existencia.