viernes, 29 de mayo de 2009

Ser sexy


Hoy lo sientes: es uno de esos días en que te has levantado radiante, la energía te envuelve y parece que todo va a salir bien. Te has entretenido en el baño, retocando, cuidando y mejorando tus encantos. Has escogido con cuidado la ropa, interior y exterior, y muestras más piel que de costumbre. Cuando te miras al espejo, lo sabes: hoy estás sexy. Hoy te vas a comer el mundo. Estás que te sales. Pero ¿qué es exactamente lo que ves en el espejo? ¿Por qué sientes esa electrizante sensación de poderío? ¿Cuáles son las razones de tu vibrante confianza? ¿Por qué determinados rasgos son atractivos para los humanos, y otros en cambio no? En suma: ¿qué te hace sexy? Y sobre todo: ¿puede comprarse en tiendas? Existen señales sexuales que todos compartimos, y que están programadas genéticamente porque han evolucionado. Los genes que son su causa se han hecho dominantes, ya que sus portadores tenían más éxito reproductivo. En el sentido más literal del término, la evolución es el triunfo de lo sexy, puesto que quienes más atraen dejan mayor descendencia. Estudiando los artificios que utilizamos los hombres y las mujeres para tener más atractivo sexual y proyectarlo, podemos deducir qué cosas encontramos deseables. Viendo lo que exageramos y lo que corregimos, sabemos lo que buscamos (y lo que los demás quieren ver en nosotros).
Algunos dicen que apreciar la belleza es lo que nos diferencia de los animales, una característica única y propia de los humanos que nos separa del resto de la biosfera; la hermosura parece inefable, y su disfrute quizá nos haga superiores. Pero cuando se analiza en detalle, resulta que consideramos bonito aquello que es evolutivamente positivo. La belleza puede definirse en términos de ventaja evolutiva, y eso no nos separa, sino que nos une al resto de los seres vivos. Nuestros genes quieren hacer muchas copias de sí mismos, así que procuran seleccionar bien la pareja con la cual hacerlo. Lo bello resulta estar relacionado con dos características básicas que busca todo ser vivo dotado de reproducción sexual al seleccionar sus parejas: fertilidad y calidad del genoma. A las que en humanos, monos sociales, se añade una tercera directamente relacionada con ello, y que es el estatus social. Buscamos fertilidad para asegurarnos de que nuestros genes pasen a la siguiente generación, y nos procuramos genomas de calidad que combinar con el nuestro para que nuestros descendientes sobrevivan. Y parejas de alcurnia, porque así la descendencia disfrutará de una vida mejor. Todas las cosas que nos atraen son indicadoras de fertilidad, de buenos genes o de alta posición social, como un análisis del mundo de la moda y del maquillaje confirma. Los genes quieren, pero el arte engaña.

El ubicuo encanto de la
Lo primero que se le pide a una pareja es la capacidad de tener descendencia; o sea, fertilidad. De nada sirve a los genes que su portador se aparee con alguien estéril, así que la tendencia a buscar señales, siquiera indirectas, de fertilidad es muy fuerte. Lo cual explica el persistente y ubicuo encanto de la juventud, extendido por pueblos y culturas diversas y siempre una de las principales cualidades del atractivo: lo joven es bello porque es fértil. Después de los 40 años, la fertilidad de la mujer declina estrepitosamente; en los hombres el efecto no es tan marcado, pero también se da. Por tanto, todo lo que transmita juventud, verdadero o falso, es mucho más sexy. De ahí el Botox, los miles de millones gastados anualmente en cremas contra las arrugas y lociones contra la calvicie. Las enormes pestañas rizadas, la raya oscura, la sombra de los párpados o las cejas depiladas agrandan visualmente el ojo respecto a la cara: una proporción típica de la infancia y la juventud. Las frentes anchas y despejadas, como los peinados voluminosos (¡aquellos cardados!), aumentan el tamaño de la cabeza en relación con el cuerpo, otro signo de inmadurez física. Pero nuestros genes saben que hay otras características corporales que también expresan capacidad de tener hijos. Se ha comprobado empíricamente que una correcta relación entre el ancho de las caderas y la cintura es una señal de capacidad reproductiva. Quizá los corsés eran una tortura, pero funcionaban. Aunque los signos más asociados a la belleza en todas las culturas, incluso entre los niños (no contaminados por los prejuicios adultos), son la simetría en los rasgos y la estatura. Sucede que ambas variables indican a la vez calidad genética y una infancia bien provista. Solo un buen genoma es capaz de igualar los dos lados de un cuerpo que, pese a su aparente simetría bilateral, en el fondo es asimétrico. La estatura también es heredable, lo que indica que, en igualdad de condiciones económicas, la variación de la altura del individuo depende sobre todo de los genes recibidos. Conclusión: un individuo alto y con rasgos faciales simétricos es mejor pareja.
Hay otros indicadores de calidad del genoma: la ausencia de enfermedades visibles, así como la inexistencia de imperfecciones y marcas en la piel, tienden a mostrarnos un sistema inmunitario superior y buenas capacidades de cicatrización. Ambas características son muy deseables en un descendiente, hasta tal punto que se dice que no hay mayor antiafrodisíaco que el resfriado común. Los efectos contra el atractivo de granos o grandes cicatrices visibles son obvios. Por el contrario, las largas melenas y las uñas desmedidas indican estados de salud y buena alimentación persistentes en el tiempo, y son, por tanto, marcadores de calidad genética y de buena crianza.

jueves, 28 de mayo de 2009

Los roborts y lo cotidiano


Al igual que hoy en día nadie puede vivir sin su móvil, dentro de unos años no podremos concebir nuestra actividad diaria sin un robot. En el campo de la robótica estamos en un momento parecido al que vivía la telefonía móvil hace seis o siete años. No somos conscientes de lo avanzada que está la tecnología, pero el momento de que los androides pasen a formar parte de nuestra vida cotidiana está mucho más cerca de lo que pensamos”, asegura Antonio López, investigador de la UNED y coautor de Robots, genes y bytes: El desarrollo de la tecnología y los cambios sociales hasta 2020, un estudio pionero en el que colaboran expertos del Instituto de Prospectiva Tecnológica de la Comisión Europea sobre cómo se producirá la inserción de la robótica en la sociedad y qué consecuencias traerá. Para empezar, barajan fechas exactas para cada avance. Aseguran, por ejemplo, que en 2027: “La relación entre el ser humano y la máquina será más simple, y se desarrollarán máquinas inteligentes que puedan pensar, ver, escuchar, tomar decisiones y actuar como un ser humano”. Y en 2050, nuestra relación será tal: “Que se puedan convertir incluso en nuestra pareja”, asegura López. Pero empecemos por el principio; no somos conscientes de hasta qué punto la robótica forma ya parte de nuestra sociedad.
Ya están aquí

En la industria automovilística, prácticamente la mitad de la actividad ya está robotizada, y en el sector químico, la automatización se acerca al 30% de las tareas ¿Sabías que las ventas mundiales de robots (sin contar los industriales) en 2008 ascendieron a 2,5 millones de dólares? ¿Y que actualmente hay unos 1.000 millones de robots operativos en todo el planeta? De hecho, los expertos estiman que en 2011 se alcanzarán los 11,5 millones de dólares en ventas de robots de servicios. No en balde, hoy por hoy comprar uno es un 80% más barato que en 1990. En España, precisamente estamos en el sexto lugar mundial en robotización ¿por qué? Pues según Manuel Armada, vicedirector del Instituto de Automática Industrial del CSIC: “España es uno de los cinco mayores productores de coches del mundo, y la mayoría de los robots industriales avanzados están en este sector. También hay un alto nivel de robotización en la fabricación de electrodomésticos, de nuevo un sector muy presente aquí”. Pero ¿cómo será el paso de estos robots del ámbito industrial a nuestro entorno más cercano?
La invasión silenciosa

“Aunque todavía no lo vemos, esta transición ya ha empezado. La aparición de la llamada robótica de servicios se está produciendo de manera silenciosa. Un ejemplo son los robots cirujanos Da Vinci, de los que ya hay unos 300 en todo el mundo, capaces de realizar operaciones delicadas como la extirpación de un cáncer de colon e incluso una operación a corazón abierto. Aunque se han vendido como la manera de que las manos de un cirujano experto y único pueda operar en cualquier parte del mundo sin moverse de casa, en realidad su uso se generalizará en todos los hospitales. En el desarrollo del Da Vinci influyó especialmente el apoyo de la NASA, pues les interesaba que si se producía algún problema de salud en la ISS, por ejemplo, existiera algún sistema para intervenir a distancia. Otra aplicación que ya está muy avanzada es la de la robótica destinada a las personas discapacitadas o con movilidad reducida. También en la recuperación de lesiones en hospitales hay cada vez más robots. En los hogares también existen miles de Roombas, las aspiradores inteligentes, y en Japón ya se comercializan algunos que hacen las tareas del hogar. En definitiva, en los próximos años empezaremos a ver muchas novedades”, cuenta Armada.

Según el estudio de López, en los próximos diez años los expertos que ha consultado confirman que se producirá una introducción paulatina de los robots y sistemas de automatización avanzada en cuatro grandes áreas: “En primer lugar, en el control del tráfico, no solo de aviones, sino también de automóviles, lo que permitirá un aumento de seguridad de los pasajeros y reducirá, en el caso del transporte aéreo, en un 50% los puestos de trabajo respecto al año 2000.

En segundo lugar, los robots nos sustituirán en condiciones extremas: por ejemplo, bajo el agua, llegarán a más 10.000 metros de profundidad. También en el ámbito industrial habrá transformaciones radicales. Y por último, en el campo de la salud existirán microrrobots que permitirán una cirugía no invasiva”. Todo eso está sujeto a que esta tecnología deje de ser tan cara.

Por ejemplo, en el caso de los robots asistenciales para personas mayores, no hay muchas economías que puedan aguantar el coste de un asistente de un millón de euros. En Japón, “una sociedad en peligro de extinción por la rapidez con la que está envejeciendo su población” según Armada, hay ya muchos de estos “cuidadores” en uso. Sin embargo, es muy probable que en el futuro haya grandes rebajas en el precio de los robots que se comercialicen en masa. Según López: “Se convertirá en un objeto de consumo masivo, y su precio no será superior al de otro electrodoméstico de calidad, como un televisor de alta definición”.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Cambio climático y pobreza


El Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) ha expuesto con claridad los impactos de la modificación del clima, a los que los pobres son particularmente vulnerables. Si el mundo no mitiga la emisión de gases de efecto invernadero con eficencia y estabiliza así el clima de la Tierra, es probable que esos impactos lleguen a superar con creces la capacidad de las comunidades para adaptarse a ellos.

Cientos de miles de granjeros de varios países en desarrollo dependen por completo de una agricultura regada únicamente por la lluvia. Con los cambios en la precipitación y el aumento de la salinidad de los acuíferos subterráneos, sobre todo en las áreas costeras, muchísimos granjeros pobres se verían privados de sus medios de subsistencia. Una situación así sería la causa de muchísimo sufrimiento. De hecho, varios factores, como el aumento de la población y del nivel de ingresos, y la tendencia a consumir más proteínas animales, ya están amenazando la seguridad alimentaria mundial.

El cambio climático agravaría esa tendencia y pondría en peligro las vidas de una cantidad ingente de personas. El mundo necesita emprender con urgencia medidas dirigidas tanto a adaptarnos como a mitigar el cambio.”

Planeamiento femenino

"Mientras ellos tienden a la acción física inmediata, ellas aislan a sus rivales y piensan más la conducta que ejercerán contra el otro", destacó la UIA en un comunicado.

Las conclusiones aparecen en un estudio electroencefalográfico y neurovegetativo de adultos con altos niveles de agresividad, efectuado por el doctor Óscar Galicia Castillo, investigador de esa universidad jesuita.

El también director del Laboratorio de Neurociencias de la UIA dijo en la nota que de acuerdo con la clase de "manifestaciones conductuales" que exponen los sujetos se puede distinguir el tipo de agresión que ejercen.

El académico y su equipo de investigadores realizaron más de 90 pruebas a hombres y mujeres con características agresivas en el Centro de Reinserción Social (penal) de Atlacholoaya, en el central estado de Morelos.

Mediante pruebas de personalidad, cuestionarios socioeconómicos y análisis electrofisiológicos, el doctor encontró que las mujeres son más "proactivas" y los hombres más "reactivos".

Cuando la persona reacciona con alta actividad emotiva ante un estímulo desagradable y no puede controlar su exaltación se le denomina como agresor reactivo.

En cambio, "cuando la respuesta emocional es más débil, el sujeto se presenta calmado y planea su estrategia para disparar su enojo en el momento que lo requiera, se le designa como agresor proactivo", destacó Galicia Castillo.

Mientras que el 70 por ciento de la población masculina del Centro de Rehabilitación seleccionado agredía físicamente ante un estímulo negativo, sólo el diez por ciento de las mujeres recurría a los golpes, porque la mayoría prefiere "aislar" a quienes las hacen enojar.

El objetivo de la investigación, según el académico, es "comprobar la existencia de distintas formas de funcionamiento cerebral en cada tipo de agresor".

Galicia Castillo supone "que existen personas mucho más susceptibles a ser agresivas por su propia configuración cerebral".

Cuando esta situación "se asocia con condiciones sociales adversas y hostiles, muy probablemente se tendrá a una persona que puede transformarse en un facineroso", precisó.

El experto explicó que este fenómeno posiblemente se relaciona con las diferencias de "papeles laborales" que se acentuaron en el cerebro hace más de cien mil años.

El varón se encargaba de la caza para brindar el alimento al hogar, debía ir detrás de la presa y matarla, mientras la mujer se quedaba en la aldea recolectando frutos.

Al contrario de los hombres, la jerarquía en las mujeres no se establecía con base en la fuerza física, sino en quién podía ser una mejor dirigente, explica el neurocientífico mexicano.

Por estas circunstancias "el hombre desarrolló más el sistema límbico, es decir, el área cerebral que se encarga de toda respuesta emotiva, y las mujeres desenvolvieron mejor la zona de la corteza prefrontal, responsable de regular el sistema de las emociones", puntualizó.

El cerebro y la vigencia del vudú

Por Sharon Begley
Los “médicos” vudú creen que se puede dañar a una persona clavándole agujas al muñeco que la representa. Los especialistas en neurociencia social, un campo que busca la raíz cerebral de las interacciones sociales, piensan que la activación selectiva de determinada área del cerebro también tiene efectos precisos. Y puede explicar sentimientos tales como el prejuicio, el juicio moral, el temor y el rechazo social. Para Hal Pashler y Ed Vul, psicólogos de la Universidad de California en San Diego y el MIT, respectivamente, hay mucho de vudú en esa ciencia: en un trabajo que van a publicar este año en Perspectives of Psychological Science, puntualizan que los métodos y análisis son tan deficientes que los neurocientíficos deben dar marcha atrás, repetir sus experimentos y “corregir el registro”.

Las críticas se basan tanto en argumentos científicos como psicológicos y sociales. El público y la prensa están enamorados de las imágenes cerebrales. Y no es que se trate de hallazgos específicos que pueden asimilar (nadie va por la vida diciendo: “Mi corteza cingulada anterior es muy activa; seguro que estoy sintiendo rechazo social”), sino de algo mucho más profundo. La actividad cerebral se percibe como experiencias reales, como sentimientos o pensamientos. Cuando los escaneos revelan que el cerebro de los adictos se “ilumina” cuando ven los utensilios que utilizan en su hábito, el común de la gente considera la adicción como algo real, más biológico que cuando el adicto sólo dice que le dan ganas cuando ve una droga.

Las imágenes cerebrales comunican el mensaje equivocado (y la prensa tiene mucha de la culpa) de que pensamientos, emociones y respuestas son inmutables, lo que determina en buena medida la opinión que tenemos de nosotros mismos y de los demás, sobre todo cuando tomamos en cuenta el libre albedrío. Se acerca el día en que las imágenes cerebrales se utilicen para predecir conductas, actitudes y aptitudes. ¿Es posible que, en un futuro, las organizaciones de ayuda humanitaria utilicen escáneres para identificar la actividad del cerebro de un aspirante cuando observa imágenes de sufrimiento? ¿Acaso el Ejército exigirá escaneos para determinar la angustia que experimentan los reclutas al pensar en el dolor? Por desgracia, “los tipos de datos que ofrecen los artículos sobre imágenes cerebrales no consiguen comunicar con exactitud la capacidad de predicción de las imágenes”, dice el neurocientífico Russ Poldrack, de la UCLA. Sin embargo, cuando un inexperto se entera de la estrecha correlación entre la actividad cerebral y los sentimientos, no la entiende. El año pasado, una corte india sentenció a una mujer a cadena perpetua porque un escaneo cerebral indicó que conocía detalles sobre un asesinato que sólo el asesino podía saber. En EE. UU. hay compañías que comercializan un “detector de mentiras” que usa imágenes cerebrales.

El núcleo de los ataques contra las neuroimágenes puede comprenderse con las estadísticas (si le
desagradan, pase a la página siguiente). Muchos estudios afirman que hay una alta correlación entre los patrones de actividad cerebral y algunos pensamientos o sentimientos. La correlación de “1” se considera perfecta y significa que cuando aparece una cosa (un patrón de actividad cerebral), siempre surge la segunda (por ejemplo, sentimientos de angustia). Muchos estudios han publicado correlaciones de 0,8, 0,9 o más, una cifra que es “demasiado buena para ser verdad”, apunta Andrew Gelman, de la Universidad de Columbia: las mediciones subyacentes (de personalidad o patrones de actividad cerebral) tienen menor correlación interna que la propuesta, así que no pueden correlacionarse con otras. Aunque muchas de las asociaciones publicadas quizá reflejen algo real (a estas alturas, es imposible saberlo), los críticos argumentan que “una considerable cantidad” de los datos obtenidos podría ser “completamente ilusoria”. Interrogué a los estadísticos acerca de esta crítica y todos concuerdan. “Las correlaciones de 0,9 no son creíbles en ningún contexto de ciencias sociales”, dice William Eddy, de Carnegie Mellon.

Los neurocientíficos acusados de practicar “vudú” no se cruzaron de brazos y respondieron con blogs. Aunque en algunos casos, no le hacen favor alguno a su causa. Algunas defensas, comenta Gelman, son muy malas y les hacen quedar como tontos “porque se metieron con estadísticas que desconocen”. Pero la réplica de Matthew Lieberman y colegas de la UCLA que se va a publicar junto con el artículo crítico presenta argumentos que incluyen el hecho de que su trabajo va más allá de las correlaciones. En todo caso, los autores reconocen que algunas de las mismas fueron exageradas.

Una vez calmados los ánimos, la contienda podría conducir a una mejor calidad de los estudios de neuroimágenes. Los científicos saben evitar las correlaciones “vudú”, apunta Poldrack, “aunque la solución podría ser incómoda”: haría que las estadísticas se convirtieran en humo “a menos que tengan un efecto superfuerte”. Como cabe suponer, los científicos se muestran recelosos de usar una herramienta tan rigurosa que invalide sus descubrimientos legítimos, dice Poldrack. En su laboratorio, el artículo crítico “me hizo repensar la forma en que presentaremos los resultados. Y muchas instituciones de investigación, incluida la mía, estamos analizando viejos datos para verificar que las conclusiones fueron válidas”. ¿Quién dijo que el vudú no funciona?

EL ANALISIS DE UTENSILIOS DE 13.000 AÑOS ATRAS REVELA SU USO PARA DESCUARTIZAR ANIMALES

El análisis bioquímico de un raro conjunto de objetos de piedra de la Civilización Clovis, desenterrados recientemente en la afueras de la ciudad de Boulder, en Colorado, EE.UU., indica que algunos de los utensilios fueron usados para descuartizar camellos y caballos de la edad de hielo, que poblaban Norteamérica hasta su extinción hace unos 13.000 años, según un estudio de la Universidad de Colorado en Boulder.

El estudio es el primero en identificar residuos proteicos de camellos extintos en herramientas de piedra en Norteamérica, y es sólo el segundo estudio en identificar residuos de proteínas equinas en un utensilio de la Civilización Clovis, según destaca el antropólogo Douglas Bamforth de la citada universidad, quien dirigió el estudio. El conjunto de objetos es uno de los pocos de la Cultura Clovis que han podido ser encontrados en Norteamérica.

Muchos arqueólogos creen que la Cultura Clovis coincide con la fecha en la que llegaron los primeros humanos al continente americano, viniendo desde Asia a través del Puente de Tierra de Bering, hace entre 13.000 y 13.500 años.

Este conjunto de enseres es conocido como la Colección Mahaffy, por habérsele dado el apellido del residente de Boulder y propietario de las tierras donde se hizo el hallazgo, Patrick Mahaffy. La colección es una de tan sólo dos de la Cultura Clovis que han sido analizadas en busca de residuos proteicos de mamíferos de la edad de hielo. El otro conjunto de enseres proviene del estado de Washington. Además de los residuos de camellos y de caballos en los artefactos, un tercer objeto de la Colección Mahaffy es la primera herramienta clovis en la que se hayan detectado vestigios de proteínas de oveja.

Docenas de especies de mamíferos norteamericanos se extinguieron a finales del Pleistoceno, incluyendo camellos americanos, caballos americanos, mamuts lanudos, tigres dientes de sable, rinocerontes lanudos, perezosos gigantes no arborícolas, y otros. Los científicos especulan con que esos mamíferos de la edad de hielo desaparecieron como resultado de la presión excesiva que la caza humana ejerció sobre ellos, o bien por culpa del cambio climático, o incluso a consecuencia de los estallidos en el aire de fragmentos de un cometa. Sin embargo, ninguna conclusión es lo bastante firme para convencer a todos. Las causas exactas de la extinción de esa fauna aún no están claras.

La Colección Mahaffy consta de 83 utensilios de piedra, incluyendo cuchillos y un hacha. Descubierto en Mayo del 2008 por Brant Turney, el conjunto de objetos fue desenterrado tras retirar la capa de tierra de unos 46 centímetros de grosor que lo cubría. Los enseres parecen no haber sido tocados desde que fueron guardados allí hace unos 13.000 años.

Scitech News

lunes, 25 de mayo de 2009

Por experiencia de otros

Mucha gente no acaba de aceptar que una fuente muy útil y fiable de información puede ser la experiencia de otro individuo. Las personas creen a menudo que la mejor manera de predecir cuán felices podrán ser con una experiencia futura es conociendo detalles sobre esa experiencia. Sin embargo, podría resultarles tanto o más útil conocer cuán felices han sido quienes han vivido ya dicha experiencia.

Ésta es la conclusión de un nuevo estudio dirigido por el psicólogo Daniel Gilbert de la Universidad de Harvard, en el cual se ha comprobado que si las personas quieren saber cuánto disfrutarán con una experiencia determinada, les resultará más útil saber cuánto disfrutó otra persona al vivir esa experiencia, que conocer detalles sobre la experiencia en sí misma.

"En lugar de cerrar los ojos e imaginar nuestro futuro, deberíamos examinar la experiencia de quienes han vivido esa situación", resume Gilbert.

Él y sus colegas estudiaron cómo las personas toman decisiones basadas en predicciones de cuánto placer, satisfacción o utilidad esas decisiones les traerán.

Se pidió a las personas analizadas en el estudio que predijeran cuánto disfrutarían un evento futuro sobre el cual no sabían absolutamente nada. De este modo, su ignorancia sobre el evento en sí mismo garantizaba que no pudieran recurrir a imaginarse viviendo la situación específica. A algunos individuos se les dijo cuánto disfrutó del mismo evento alguien del todo desconocido para ellos, y valiéndose de esta información fueron capaces de hacer predicciones excepcionalmente precisas.

En un experimento, por ejemplo, las mujeres predijeron cuánto disfrutarían de una "cita rápida" con un hombre.

Las citas rápidas, una forma cada vez más popular de conocerse para personas sin pareja, constan de sesiones en las que hombres y mujeres tienen numerosas "minicitas" con hasta 30 personas distintas, que suelen durar de tres a cinco minutos. Después de cada cita, el hombre y la mujer seleccionan una casilla en una tarjeta para apuntar si desearían volver a ver a la persona otra vez.

En el experimento, algunas mujeres no sabían nada sobre el hombre, excepto cuánto disfrutó con él otra mujer, a la que ellas no conocían de nada. Otras mujeres leyeron el perfil personal del hombre y vieron su fotografía.

Las mujeres que supieron del resultado de una experiencia previa de una desconocida con ese hombre hicieron mucho mejor el trabajo de predecir su propio disfrute de la cita rápida que aquellas que estudiaron el perfil del hombre y su fotografía.

Un dato interesante de los resultados del estudio es que las mujeres de ambos grupos esperaban equivocadamente que el perfil y la foto del hombre les permitirían hacer un pronóstico mucho más preciso de su experiencia futura con él que el testimonio de una desconocida, y mantuvieron esa creencia incluso después de terminar el experimento.

Creencias y memoria

Un equipo de investigadores ha descubierto que las personas de la tercera edad que creen que las personas mayores tendrían muy malos resultados en un test para comprobar la memoria, tienen un rendimiento peor que aquellas personas mayores que no hacen caso a los estereotipos sobre el envejecimiento y la pérdida de la memoria.

En este nuevo estudio, el profesor de psicología Tom Hess y un equipo de investigadores de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, demuestran que la habilidad para recordar se ve afectada negativamente cuando se activan estereotipos negativos al respecto en una situación dada. Por ejemplo, los sujetos de la tercera edad tendrán un mal rendimiento en un test de memoria si se les dice que las personas mayores rinden muy poco en ese tipo específico de test. La memoria también se resiente si estas personas creen que son menospreciadas por otros individuos a causa de su edad avanzada.

“Estas situaciones pueden ser parte de la vida diaria de una persona mayor”, explica Hess. “Por ejemplo, preocuparse por lo que otros piensan sobre ellos en el trabajo, tiene un efecto negativo en su eficacia laboral y, refuerza, de este modo, el estereotipo negativo". Sin embargo, añade Hess, “la otra cara de la moneda es que aquellos que no se sienten estigmatizados, o se hallan en situaciones en las que se activan los puntos de vista más positivos sobre el envejecimiento, muestran niveles de memoria significativamente más altos”. Dicho de otra forma, si usted confía en que el envejecimiento no devastará su memoria, tendrá más probabilidades de llevar a cabo correctamente tareas de uso de la misma.

En el estudio también se descubrió un par de factores que afectaban al alcance de la influencia de los estereotipos negativos en las personas mayores. Por ejemplo, los individuos de entre 60 y 70 años de edad sufrían mucho más cuando estos estereotipos negativos se activaban, que lo que sufrían quienes estaban entre los 71 y los 82 años. Sin embargo, las personas de este último grupo, tenían un rendimiento peor cuando se sentían estigmatizadas.

En el estudio, también se desveló que los efectos negativos más fuertes los experimentaban aquellas personas mayores con niveles más altos de educación. “Nuestra interpretación es que se trata de algo que encaja con la idea de que aquellos que más valoran su habilidad para recordar cosas, son los que más probabilidades tienen de poseer una mayor sensibilidad ante las implicaciones negativas de los estereotipos y, por tanto, son también quienes más tienden a experimentar los problemas asociados a dichos estereotipos".