lunes, 25 de mayo de 2015

Lo que se pierde cuando se deja de escribir a mano

NUEVA YORK.- ¿Qué importancia tiene la escritura manuscrita? No demasiada, en opinión de muchos educadores. Los estándares educativos adoptados en Estados Unidos exigen la enseñanza de una escritura legible, pero sólo para jardín de infantes y primer grado. A partir de ahí, el énfasis cambia, para enfocarse en las habilidades con el teclado.
Para los psicólogos y neurocientíficos es demasiado pronto para firmar la partida de defunción de la escritura manuscrita. Nuevas evidencias sugieren que la relación entre la escritura a mano y el desarrollo educativo general de los chicos tiene implicancias más profundas.
Los chicos aprenden más rápido a leer cuando aprender a escribir primero a mano y desarrollan mayor capacidad de generar ideas nuevas y de retener la información.
"Cuando escribimos, se activa automáticamente un circuito neural exclusivo de la escritura -dice Stanislas Dehaene, psicólogo del Collège de France-. En la palabra escrita se produce un reconocimiento central de la expresión, una especie de reconocimiento por simulación mental en el cerebro."
En 2012, un estudio de Karin James, psicóloga de la Universidad de Indiana, apoya ese punto de vista. A niños que no habían aprendido a leer y escribir les mostraron tarjetas con la imagen de una letra o una forma y les pidieron que la reprodujeran de alguna de las siguientes tres maneras: copiar la imagen en una página provista de líneas punteadas, dibujarla en una hoja en blanco o tipearla en una computadora. Luego se les colocó un lector de ondas cerebrales y se les mostró nuevamente la imagen.
Los investigadores descubrieron que el proceso inicial de duplicación tenía gran importancia. Los chicos que habían dibujado una letra manualmente exhibieron mayor actividad en tres áreas del cerebro que se activan en los adultos cuando leen o escriben: el giro fusiforme izquierdo, el giro frontal inferior y la corteza parietal posterior. La actividad de esa zona cerebral en los que tipearon o calcaron la letra o forma fue mucho más débil.
James atribuye esas diferencias al carácter caótico inherente a la escritura manuscrita libre: tenemos que planear y realizar la acción sin la ayuda de una línea punteada y lo más probable es que el resultado sea sumamente variable. "Cuando un chico garabatea malamente una letra, tal vez eso lo esté ayudando a aprender", dice James.
Nuestro cerebro debe entender que cada posible repetición, por ejemplo, de una "a", es la misma cosa, sin importar cómo la veamos escrita. Ser capaces de descifrar cada "a" puede ser más útil para fijar esa eventual representación que ver el mismo resultado repetidamente. "Ésta es una de las primeras demostraciones de que el cerebro se modifica como resultado de esta práctica", dice James.
En otro estudio, James compara a niños que dan forma físicamente a las letras con niños que sólo observan hacerlo a otros. Sus observaciones sugieren que sólo el esfuerzo real pone en funcionamiento ese tipo de actividad cerebral y genera los beneficios de la escritura a mano.
En un seguimiento de chicos de entre 7 y 10 años, la psicóloga Virginia Berninger, de la Universidad de Washington, demostró que cada tipo de escritura -en letra de imprenta, en cursiva o en un teclado- está asociado a patrones cerebrales distintivos y separados, y que cada uno arroja un producto propio y distintivo.
Cuando los niños compusieron un texto a mano, produjeron sistemáticamente más palabras y con más rapidez que cuando lo hicieron sobre un teclado, y expresaron más ideas. Y el mapeo cerebral de la franja de chicos de más edad sugiere que la conexión entre la escritura y la generación de ideas va mucho más allá. Cuando se les pidió a esos chicos que propusieran ideas para una composición, los que mejor escribían a mano experimentaron mayor actividad neural en áreas asociadas con la memoria de trabajo, y un aumento general de la actividad en las redes neuronales asociadas con la lectura y la escritura.
Hasta habría diferencias entre la imprenta y la cursiva manuscritas. En la disgrafía, una disfunción que afecta la capacidad de escribir, por lo general después de una herida cerebral, el déficit puede manifestarse de manera curiosa: en algunos pacientes, la capacidad de escribir en cursiva no se ve demasiado alterada; en otros, ocurre lo mismo, pero con la letra de imprenta.
En la alexia, o afectación de la capacidad de leer, algunos que no entienden la letra de imprenta sí pueden leer la cursiva, y viceversa. Sugiere que ambos modos de escritura activan redes cerebrales distintas.
Para Berninger, la escritura cursiva puede ser un entrenamiento de autocontrol. Algunos investigadores argumentan que puede ser un camino para tratar la dislexia. Un informe de 2012 sugiere que la cursiva puede ser efectiva en personas con disgrafía del desarrollo -dificultades motoras para dar forma a las letras- y que ayudaría a prevenir la reversión e inversión de letras.
Los beneficios de la escritura a mano se extienden más allá de la infancia. Para los adultos, tipear puede ser una alternativa eficiente, pero esa eficiencia puede disminuir la habilidad para procesar información nueva. Aprendemos mejor las letras cuando las confiamos a la memoria a través de la escritura, y la memoria misma y la capacidad de aprender podrían beneficiarse.

Las sorprendentes consecuencias de dejar de escribir a mano

Niños en todo el mundo pasan cada vez más tiempo utilizando computadoras con teclados y pantallas táctiles en lugar de escribir con un bolígrafo y un papel.
¿Perjudica esto su desarrollo y bienestar? Nuevas investigaciones sugieren que podría ser el caso.
El programa BBC Forum habló con la neurocientífica cognitiva Karin James sobre la importancia de aprender a escribir a mano para el desarrollo cerebral de los niños.
James, profesora de la Universidad de Bloomington, Estados Unidos, llevó a cabo investigaciones con niños que todavía no sabían leer. Se trata de niños que, aunque puedan identificar letras, no son todavía capaces de juntarlas para formar palabras.
Los científicos dividieron a los niños en grupos y enseñaron a algunos a escribir a mano distintas letras, mientras que otros utilizaron teclados.
La investigación analizó cómo aprendían los niños las letras.
Los científicos también utilizaron resonancias magnéticas para evaluar la activación cerebral y ver cómo cambia el cerebro a lo largo del tiempo a medida que los niños se familiarizan con las letras del alfabeto.
Escanearon los cerebros de los niños antes y después de enseñarles las letras y compararon los distintos grupos, midiendo el consumo de oxígeno en el cerebro como indicador de la actividad cerebral.
Los investigadores concluyeron que el cerebro responde de distinta manera cuando aprende con letras escritas a mano y cuando lo hace a través de un teclado.

Política educativa

Los niños que trabajaron con letras escritas a mano mostraron patrones de activación cerebral similares a los de las personas alfabetizadas que saben leer y escribir. Esto no pasó con los niños que utilizaron teclados.
Parece que el cerebro responde de forma distinta a las letras cuando los niños aprenden a escribir a mano, estableciendo un vínculo entre el proceso de aprender a escribir a mano y el de aprender a leer.
"Datos de escáneres cerebrales sugieren que el escribir prepara el cerebro para un sistema de aprendizaje que facilita la lectura cuando los niños llegan a esa etapa", dice James.
Ha habido prisa en algunas partes del mundo para introducir las computadoras en las escuelas en edades tempranas. Esto podría mitigar esa prisa
Además, desarrollar habilidades motrices finas para adquirir la destreza que se requiere para producir letras puede ser beneficioso en muchas otras áreas del desarrollo cognitivo, dice James.
Las conclusiones de esta investigación pueden ser beneficiosas para la política educativa.
Según James, "ha habido prisa en algunas partes del mundo para introducir las computadoras en las escuelas en edades tempranas. Esto podría mitigar esa prisa".
En muchas escuelas en Estados Unidos, escribir a mano es optativo para los profesores, así que muchos no lo enseñan.
Este tipo de escritura tiene cada vez menos importancia en los horarios lectivos, dice James.
Una solución podría ser utilizar la caligrafía cuando se introducen las tabletas en las escuelas, escribiendo sobre la pantalla como si fuera con un bolígrafo y un papel.
Pero las investigaciones de James cuestionan que exista una sustitución efectiva a aprender a escribir a mano..

Escribir a mano es un gimnasio para el cerebro

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Colombia. El Tiempo/GDA Cuando Finlandia anunció que, a partir del próximo año, dejará de impartir cursos de caligrafía en sus escuelas, el mundo encendió las alarmas: ¿por qué el país modelo en educación desprecia la letra a mano?
Se supuso que eso obedecía al uso masivo de teclados, pero lo cierto es que fue incomprendido. “La escritura que se realiza a mano, con bolígrafo, no dejará de enseñarse en Finlandia, pues se considera muy importante para adquirir destrezas y memoria”, aclaró Minna Harmanen, del Instituto Nacional de este país escandinavo.
El cambio es que ahora, según explicó, los niños solamente deberán aprender los trazos de un único tipo de escritura: la letra imprenta.
Dejarán de aprender caligrafía pegada o cursiva y el tiempo que se le dedicaba a esta destreza se empleará para enseñarles mecanografía.
Al debate se sumó el economista y grafólogo catalán Joaquim Valls, quien asegura que sumar a mano (sin calculadora) y escribir siguen siendo habilidades necesarias para mantener en forma cerebro, como la clase de educación física ayuda al cuerpo, argumenta el doctor Valls, de 56 años.
Lamentablemente, sostiene el especialista, en Estados Unidos y otras latitudes ya hay generaciones de niños que no escriben casi nunca a mano y las consecuencias han sido graves. “Lo que más se ve afectado es la memoria. El problema con la memoria humana es que no tiene nada que ver con la animal. Nosotros tenemos lo que se llaman recuerdos de futuro; es decir, yo puedo decirte: ‘Recuerda que mañana tienes que hacer esto’. “Estos recuerdos de futuro son los que nos permiten hacer proyectos, ser creativos.
”La creatividad es memoria de futuro (...). La imaginación se basa en la memoria. Por tanto, una persona que no haya entrenado su memoria a partir, por ejemplo, de la escritura a mano, entre otras destrezas, carecerá de capacidad de innovación”.
Valls alerta de que el que carece de la habilidad de innovar está condenado a no ganarse la vida en la actualidad.
¿Cómo entrenar la memoria? Según Valls, la motricidad fina está en los ganglios basales, una zona del cerebro. Todo lo que hacemos de memoria, lo hacemos con los ganglios basales.
Así, cuando se empieza a manejar un vehículo, la persona tiene que pensar dónde está el acelerador, el freno, los cambios. “Toda esta información la administra la corteza cerebral. Conforme se maneja más, se van interiorizando los pasos necesarios para hacerlo y, al final, se hace mecánicamente”, dice.
Esto quiere decir que ese conocimiento se “comprimió” en los ganglios basales. Ahí están todas las actividades que hacemos de memoria, el pensamiento rápido y la motricidad fina. “Así, el niño que escribe a mano está entrenando los ganglios basales”, recalca.
¿Y el teclado? La gran interrogante en la actualidad es ¿cómo hacer compatibles las habilidades que promueve la escritura “a mano” con el uso del teclado? Y Valls responde: “Yo propongo que vayamos al gimnasio del cerebro, que es la letra. Propongo de 10 a 15 minutos al día escribiendo mediante el método grafotransformador.
”Se trata de autoinstrucciones positivas. Yo les pido a mis alumnos que escriban: ‘qué guapo soy’ cinco veces seguidas, fijándose en cómo hacen la letra. La repetición de la frase hace que esta pierda sentido y, como te estás fijando en una letra, ya ni te das cuenta de qué estás escribiendo y la frase va directamente al inconsciente.
”Esto es útil en una situación complicada, porque la frase empoderante surge automáticamente, está grabada en el inconsciente”, dice el economista y grafólogo catalán.
Se dice que, antes de acostarse, es el momento perfecto para entrar en el inconsciente. Lo mejor es escribir por la noche.
“El cerebro tiene filtros, y justo cuando estás a punto de dormirte, baja la guardia, y ahí es donde podemos repetirle una orden positiva varias veces, hasta que la memoriza en el inconsciente (...). Lo mejor sería hacer ese recuento cada noche. Parar, pensar qué puedes aprender o qué puedes mejorar y escribir una segunda parte en positivo. Así, el cerebro se queda con la parte positiva”.
Ojo, no solo cuenta escribir, sino también cómo es la letra. El estudioso concluye diciendo que el esfuerzo por “hacerla bonita” se asocia con una mayor inteligencia emocional. “El optimismo se mejora con renglones ligeramente ascendentes. La perseverancia, cambiando la letra ‘t’; la gestión de emociones, trabajando la letra ‘m’”, dijo.
Los cuadernos de caligrafía siempre han tenido los renglones rectos, lo que crea alumnos obedientes. Lo que proponemos son renglones ligeramente ascendentes, lo cual nos hace escribir con más ganas, más alegría. Escribir hacia abajo es síntoma de desgano, de apatía.

Algunas hormigas construyen letrinas en sus hormigueros.

 
A excepción de los escarabajos peloteros, la mayoría de los animales hace todo lo posible por evitar los excrementos. Los humanos construyen un cuarto entero destinado a su evacuación. Esta repugnancia obedece a un buen motivo: la materia fecal es un nido de bacterias y un foco de infecciones y enfermedades.
Como nosotros, muchos insectos coloniales adoptan medidas para garantizar la higiene en sus nidos y colmenas. Las abejas melíferas abandonan la colmena en vuelos defecatorios para hacer sus necesidades. Algunas hormigas, como las cortadoras de hojas, abonan con las heces los huertos de hongos nutricios, pero solo son manipuladas por cuadrillas de basureras. Las hormigas tienen una fama reconocida de pulcras, se deshacen de las compañeras muertas fuera del hormiguero y depositan las sobras alimentarias y otros desperdicios en cámaras especiales.
Así pues, el biólogo de la Universidad de Ratisbona Tomer J. Czaczkes no ocultó su sorpresa al percatarse de la acumulación de manchas oscuras en los rincones de los nidos de escayola donde vivían sus hormigas negras de jardín (Lasius niger). Más de siete años de observaciones le han convencido de que son pilas de heces.
Para confirmar sus sospechas, añadió un colorante artificial al alimento de 21 colonias de hormigas. Y, en efecto, las manchas oscuras comenzaron a lucir brillantes tonos rojizos y azulados. Las pilas de excremento de hormiga no contenían briznas de alimento, cadáveres ni otro tipo de desperdicios, por lo que Czaczkes y sus colegas llegaron a la conclusión de que las manchas debían corresponder por fuerza a «retretes». Los resultados se dieron a conocer el pasado febrero en PLOS ONE.
Nadie sabe con certeza por qué esta especie guarda las heces en el hormiguero, sobre todo si se tiene en cuenta que los miembros de la familia Formicidae son maníacos de la limpieza. Quizá se utilice como medio de defensa, demarcación del territorio o material de construcción. O podría servir como fuente de sal y otros nutrientes. Czaczkes aventura otra posibilidad: que las heces se almacenen precisamente por su fetidez. «Las hormigas distinguen los amigos de los enemigos por el olor. Tal vez las recién nacidas vayan al aseo y tomen una especie de baño para adquirir el olor de la colonia con rapidez». Todas estas explicaciones resultan factibles, por lo que se deberá seguir investigando para averiguar cuál es la mejor.
«El próximo paso consistirá en dedicar muchas horas de observación tediosa con la esperanza de sorprender a las hormigas en el aseo», afirma. Para poder mirar con discreción un momento tan íntimo, Czaczkes tendrá que construir hormigueros con trampillas transparentes y emplear luz roja, que las hormigas no pueden ver. Así es la entomología, en definitiva.