La comunicación es un aspecto fundamental de la vida cotidiana. Este hecho queda bien reflejado por la amplia variedad de maneras en que las personas intercambiamos información, no sólo con palabras, sino también usando el rostro y otras partes del cuerpo. Un equipo de científicos del Instituto Max Planck para la Cibernética Biológica en Tubinga, Alemania, ha comprobado que las expresiones faciales en movimiento, como por ejemplo en una película, las podemos reconocer mucho mejor que en una fotografía estática. La secuencia de video tiene que ser por lo menos de una décima de segundo para que esta ventaja se materialice. Una expresión facial puede decir mucho. En numerosas culturas, el balanceo vertical de la cabeza significa asentimiento, lo que ante las explicaciones de un interlocutor significa que le entendemos, en tanto que fruncir el ceño puede interpretarse, en el contexto adecuado, como una petición al interlocutor para que vuelva a explicar mejor lo que acaba de decir pues no lo comprendemos. Los científicos del Instituto Max Planck para la Cibernética Biológica han constatado que podemos clasificar una expresión mucho mejor cuando se mueve de manera natural que cuando está "congelada" en una fotografía. Para adquirir la ventaja de la información dinámica, tenemos que ver la expresión en movimiento durante al menos 100 milésimas de segundo. Si la secuencia de video es más breve, nuestro cerebro es menos capaz de interpretar el movimiento facial. Algunas expresiones dependen de cambios en la orientación de la cabeza, por ejemplo un movimiento vertical o bien horizontal de ésta, en tanto que otras se basan en movimientos complejos que resulta difícil detectar en una imagen estática. "Las expresiones faciales, de la misma manera que los ademanes y el movimiento corporal, son un fenómeno dinámico y tienen que ser investigadas con ayuda de secuencias de video, con el propósito de conseguir una mejor comprensión de la información dinámica que está siendo procesada", subraya Christian Wallraven, coautor del estudio. Los resultados de este estudio también son relevantes para el campo de la animación por ordenador, ya que en esta especialidad el objetivo es crear avatares artificiales y animaciones faciales que sean capaces de comunicarse de modo realista. Scitech News |
Este es un espacio para compartir unas serie de temas sobre las ciencias cognitivas y áreas del saber relacionadas
viernes, 12 de febrero de 2010
LA IMPORTANCIA DEL COMPONENTE DINAMICO DE LAS EXPRESIONES FACIALES
jueves, 11 de febrero de 2010
lunes, 8 de febrero de 2010
Los bonobos son los “Robin Hood” de los primates
Los bonobos son los “Robin Hood” de los primates, según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Duke y la Universidad de Harvard (EE.UU.) publicado en la revista Current Biology. A diferencia de los chimpancés, el egoísmo no va con ellos, y siempre están dispuestos a compartir su comida.
A esta conclusión llegaron tras realizar varios experimentos con bonobos en sus hábitats naturales. En uno de ellos, realizado cerca de Kinshasa, en el Congo, se ofreció a un primate la oportunidad de devorar una montaña de comida para él sólo mientras uno de sus compañeros lo miraba tras una puerta. En pruebas con diferentes individuos, los bonobos siempre optaron por abrir la puerta y compartir el festín. “Un chimpancé nunca haría esto voluntariamente”, explica Brian Hare, profesor de Antropología Evolutiva de la Universidad de Duke. “Los chimpancés se ayudan unos a otros, pero bajo ningún concepto comparten su comida”, sobre todo los adultos, puntualiza.
Hare asegura que los bonobos viven en una especie de "mundo de Peter Pan", y que “nunca crecen”. Richard Weangham, antropólogo de Harvard y coautor del estudio, atribuye esta generosidad infantil a la abundancia de alimento del entorno donde habitan, al sur del río Congo, un entorno privilegiado donde ni siquiera tienen que competir con los gorilas, como sí hacen los chimpancés.
A esta conclusión llegaron tras realizar varios experimentos con bonobos en sus hábitats naturales. En uno de ellos, realizado cerca de Kinshasa, en el Congo, se ofreció a un primate la oportunidad de devorar una montaña de comida para él sólo mientras uno de sus compañeros lo miraba tras una puerta. En pruebas con diferentes individuos, los bonobos siempre optaron por abrir la puerta y compartir el festín. “Un chimpancé nunca haría esto voluntariamente”, explica Brian Hare, profesor de Antropología Evolutiva de la Universidad de Duke. “Los chimpancés se ayudan unos a otros, pero bajo ningún concepto comparten su comida”, sobre todo los adultos, puntualiza.
Hare asegura que los bonobos viven en una especie de "mundo de Peter Pan", y que “nunca crecen”. Richard Weangham, antropólogo de Harvard y coautor del estudio, atribuye esta generosidad infantil a la abundancia de alimento del entorno donde habitan, al sur del río Congo, un entorno privilegiado donde ni siquiera tienen que competir con los gorilas, como sí hacen los chimpancés.
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