viernes, 14 de septiembre de 2012

Nuevo simio

http://www.ngenespanol.com/articulos/499211/encuentran-nueva-especie-simio-mono-chango/
Es un nuevo mono, encontrado en la República Democrática del Congo, y el segundo simio descubierto en los últimos 28 años.
Científicos de la Universidad de Nueva York (NYU, por sus siglas en inglés) y la Universidad Atlantic de Florida, identificaron al nuevo simio como unLesula guenón, un cercopiteco (familia de los monos del viejo mundo), encontrado exclusivamente en el África subsahariana.
Aunque los guenón son muy comunes, los lesulas eran desconocidos para los occidentales hasta 2007, cuando un ejemplar joven cautivo se halló en la ciudad de Opala, RDC.
Ahora, un grupo científico se encontró con una nueva especie de estos simios fungiendo como mascota, amarrado a un poste de luz. Es muy conocido por los cazadores del Congo, pero los científicos nunca lo habían visto antes.
Como otros cercopitecos, es pequeño, habita en el bosque, y sus depredadores son los leopardos, humanos y chimpancés.
Esto nos dice que todavía existe un gran número de mamíferos que aún no se documenta, lo que hace pensar que hay recovecos biológicos que falta por explorar.
El estudio fue publicado en PLoSOne.Un nuevo simio

martes, 11 de septiembre de 2012

El mito de la monogamia


Crows can recognise human faces like mammals


Crows have the ability to recognise faces and associate them with negative, as well as positive, feelings, according to a new research.
Researchers from the University of Washington found that the brain pattern in crows was similar to those seen in mammals.
"The regions of the crow brain that work together are not unlike those that work together in mammals, including humans. These regions were suspected to work in birds but not documented until now," John Marzluff, lead researcher, said.
"For example it appears that birds have a region of their brain that is analogous to the amygdala of mammals. The amygdala is the region of the vertebrate brain where negative associations are stored as memories," he said in a statement. 
"Previous work primarily concerned its function in mammals while our work shows that a similar system is at work in birds. Our approach could be used in other animals - such as lizards and frogs - to see if the process is similar in those vertebrates as well," he added.
Twelve adult male crows were captured by investigators all wearing masks that the researchers referred to as the threatening face.
The crows were not treated in a threatening way, but the fact they'd been captured created a negative association with the mask they saw.
Then for the four weeks they were in captivity, they were fed by people wearing a mask different from the first, this one called the caring face.
The masks were based on actual people's faces and both bore neutral expressions so the associations made by the crows was based on their treatment.
The team injected a glucose fluid commonly used in brain imaging into the bodies of fully alert crows that then went back to moving freely about their cages.
The fluid flooded to the parts of the crow brains that were most active as they were exposed for about 15 minutes to someone wearing either the threatening or caring mask.
The brain pattern of the crows showed that the caring masks stimulated brain areas linked to reward, while threatening masks activated regions associated with negativity.
The study will be published in the Proceedings of the National Academy of Sciences.

Evolución humana explicaría el efecto placebo

Un modelo matemático establece una relación entre este efecto y la necesidad orgánica de ahorrar recursos energéticos.

Investigadores de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, han utilizado modelos matemáticos para estudiar el efecto placebo. Gracias a ellos, han podido establecer que este efecto existe por razones evolutivas. Según los científicos, la puesta en marcha del sistema inmune resulta tan costosa para el organismo que éste espera “señales” (como una pastilla) para activarlo. De este modo, el cuerpo garantiza el ahorro de sus propios recursos energéticos.

Una sustancia placebo es aquella capaz de provocar un efecto positivo a ciertos individuos enfermos, si estos no saben que están recibiendo un medicamento falso y creen que es uno verdadero. Es decir, es un tratamiento cuya acción directa no es efectiva, y que funciona debido a las creencias del paciente.

Varias cuestiones emergen de este hecho: si la gente es capaz de recuperarse sin ayuda externa, ¿por qué necesita de un placebo –una señal exterior- para curarse?¿Por qué no hemos desarrollado la capacidad de mejorar inmediatamente por nosotros mismos?

Dado el misterio de la cuestión, la ciencia ha intentado desentrañar el secreto del placebo en diversas ocasiones. Por ejemplo, en 2007, una investigación desarrollada por neurólogos de la Universidad de Michigan reveló un posible mecanismo neuronal que explicaría este efecto.

Según los científicos de la UM, cuando una persona cree que va a tomar una medicina, su cerebro activa una región vinculada a la habilidad de experimentar un beneficio o una recompensa, el núcleo accumbens, y segrega dopamina, provocando el alivio al dolor.



Esperando una señal

Ahora, investigadores de la Universidad de Bristol, en el Reino Unido, han arrojado nueva luz sobre el tema. Los científicos británicos, de la Escuela de Ciencias Biológicas de dicha Universidad, desarrollaron modelos matemáticos del efecto placebo, con el fin de estudiarlo.

Los resultados obtenidos con estos modelos ofrecen una posible explicación evolutiva del fenómeno, y sugieren que el sistema inmune tiene un “interruptor” de encendido y apagado, controlado por la mente.

Según publica NewScientist, la presente investigación comenzó con una observación realizada por Peter Trimmer, biólogo de la Universidad de Bristol y director del estudio: algo parecido al efecto placebo ocurría con muchos animales.

Por ejemplo, el organismo de los hámsters siberianos no lucha contra una infección si las luces de su jaula-laboratorio imitan los breves días y las largas noches del invierno. Pero si se cambia este patrón lumínico, de tal manera que parezca que es verano, la respuesta inmune de estos roedores se dispara.

De igual modo, aquellas personas que creen que están tomando un medicamento, aunque en realidad estén recibiendo un placebo, pueden generar una respuesta inmune que sería el doble de intensa que la de aquellos que no han recibido medicación. Tanto en el caso de estos individuos como en el de los hámsters, lo que ocurriría es que la intervención crea una señal mental que estimula la respuesta inmune.

Para este hecho existe una explicación sencilla, afirma Trimmer: la puesta en marcha del sistema inmune resulta costosa para el organismo, tan costosa que una respuesta inmune fuerte y sostenida podría reducir drásticamente las reservas energéticas de cualquier animal.

En otras palabras, cuando una infección no es letal, el organismo “espera” una señal que le indique que luchar contra ella no le pondrá en peligro de otra manera.



La confianza ayuda al sistema inmune

Esta idea no es nueva, publica la Universidad de Bristol en un comunicado, de hecho ya fue propuesta por el teórico de la psicología Nicholas Humphrey y en ella se ha basado la investigación de Trimmer.

Hace una década, Humphrey propuso que podía ser beneficioso mantener bajo el rendimiento del sistema inmune por las incertidumbres acerca del estado del mundo (como la posibilidad de inanición), y que ciertas claves que indicasen un cambio en este sentido podrían propiciar una alteración en la respuesta inmune, esto es, activarla.

Según la idea de Humphrey, el organismo del hámster siberiano actuaría a partir de la señal lumínica de “verano”, poniendo en marcha su sistema inmune, porque en verano el suministro de alimento está garantizado y la energía para sostener la respuesta inmune al tiempo que otros mecanismos orgánicos, también.

En el caso de los humanos, nosotros responderíamos al tratamiento, aunque fuera falso, porque este nos “aseguraría” un alivio de la infección, lo que permitiría que nuestra respuesta inmune funcionara rápidamente y con éxito, sin comprometer demasiado los recursos energéticos del cuerpo.




Una ventaja evolutiva

El modelo matemático de Trimmer y sus colaboradores parece respaldar todas estas ideas porque indicó que, efectivamente, bajo situaciones de estrés, resulta mejor para el sistema inmune trabajar de manera menos eficiente.

En otras palabras, sus resultados demuestran que poder “encender” o “apagar” el sistema inmune en función de las condiciones del entorno entraña un claro beneficio evolutivo.

De hecho, el modelo reveló que, en entornos difíciles, los animales vivían más tiempo y engendraban más descendencia, si resistían las infecciones sin necesidad de que sus organismos activaran una respuesta inmune.

Sin embargo, el hallazgo más curioso del estudio fue que un tipo particular de creencia en el tratamiento podía tener efectos negativos o positivos Por ejemplo, la creencia en que el tratamiento curará, sin necesidad de respuesta alguna por parte del sistema inmunológico, tenía efectos negativos en la salud del paciente.

De cualquier manera, ahora que un método teórico ha sentado las bases para la comprensión del efecto placebo, futuros trabajos empíricos podrían proporcionar una nueva compresión sobre cómo el efecto placebo puede ser activado y controlado en entornos clínicos.

Según los investigadores, un mejor entendimiento de este efecto podría cambiar el modo de proceder de los médicos e incluso salvar vidas. Los resultados obtenidos por Trimmer y sus colaboradores han aparecido detallados en la revista Evolution and Human Behavior.


Por: Yaiza Martínez (tendencias21.net)