miércoles, 10 de octubre de 2012

Entrevista a Pablo Herreros


Liderazgo primate

En los animales no humanos, cuando los grupos comienzan a ser numerosos y hay que gestionar situaciones de riesgo o cambio, ceder el liderazgo a uno o varios de los miembros es una estrategia muy eficaz. Por ejemplo, en especies en las que los individuos deben actuar y moverse continuamente, debido a las presiones ecológicas y sociales, es muy probable que aparezcan relaciones de líder/seguidores que organicen y coordinen al grupo. Estos patrones también emergen en otras actividades colectivas como son la caza, la defensa contra depredadores y el mantenimiento de la paz en el seno del grupo.

Sesión de acicalamiento en babuinos (imagen: Sockmister / Flickr).

Entre los chimpancés, los líderes son los encargados de la defensa y de las patrullas por los límites del territorio. Reciben grandes sesiones de acicalamiento, pero también son los que más tiempo acicalan a otros; aunque está repartido entre más individuos. Entre otras, una responsabilidad fundamental de todo macho alfa es la de intervenir en la resolución de conflictos que aseguren la estabilidad del grupo. Estos suelen mediar en los conflictos poniendo fin en las peleas o equilibrando las fuerzas entre los contrincantes. El antropólogo Ted Lewellen, identificó en sus estudios sobre política esta misma función del liderazgo en casi la totalidad de las sociedades humanas.
Pero en ocasiones, la fuerza del líder se puede convertir en una debilidad, debido al aislamiento al que te someten los otros miembros. Este es el caso de Estados Unidos durante el periodo Bush, el cual se vio aislado en varias ocasiones por gran parte de la comunidad internacional. Y es que algunos líderes parecen invitar al resto a cooperar contra ellos y pueden llegar a ser sustituidos por otros si no son eficaces en estas funciones. Por esta razón, es fundamental la capacidad de establecer alianzas con otros miembros clave del grupo que apoyen tu posición. En la colonia de chimpancés de Arhem, en Holanda, el primatólogo Frans de Waal, describió cómo algunos líderes eran depuestos por otros tras perder todos sus apoyos, al igual que en el caso norteamericano.
Afortunadamente, la existencia de otras lealtades en el grupo suponen una oposición muy efectiva en forma de contrapoder que frena los excesos de los individuos dominantes. En varias poblaciones de chimpancés, se tiene constancia de la creación de coaliciones de hembras contra líderes déspotas o muy agresivos. Estas conductas tienen mucha lógica, si pensamos que las hembras están especialmente interesadas en la estabilidad y el equilibrio del grupo.




Según la creencia popular, el líder es siempre el más fuerte. Varios estudios demuestran que no siempre es así. En muchas ocasiones, el liderazgo se consigue de manera indirecta, ya que no se puede exigir ni aspirar directamente a él, según lo constatado en diversas sociedades preindustriales. Es cierto que en algunas especies con jerarquías estrictas, los individuos dominantes suelen tomar el rol de líder. Esto sucede en especies como los babuinos, los gorilas y los lobos. Pero en muchos casos, los individuos dominantes no pueden ser líderes porque no facilitan el seguimiento de otros con su conducta. Muy al contrario, estos suelen mostrarse muy agresivos e intolerantes a la proximidad física debido a su poder. Este tipo de individuos no pueden ser calificados de verdaderos líderes, sino más bien dictadores que normalmente tienen poca influencia sobre el día a día del grupo.
Por las observaciones realizadas en primates y en algunas sociedades preindustriales, el liderazgo emerge de forma natural cuando damos prioridad a las relaciones, poseemos conocimientos o habilidades especiales, formamos alianzas con miembros relevantes del grupo o asumimos las responsabilidades implícitas en el puesto. Además, todos estos factores procuran prestigio y reputación al sujeto que es o aspira a ser líder; lo que será fundamental para mantenerse un poco más de tiempo en el poder, puesto que este nunca es eterno. Por esta razón, al igual que sucede en las organizaciones humanas, es importante recordar que el liderazgo no es un tema individual sino un fenómeno colectivo. La razón es que los líderes necesitan de manera irremediable el apoyo en otros para sostener dicha posición en la jerarquía. Aunque estos son los que obtienen la mejor recompensa, también son los que más comparten. De lo contrario, no obtendrán la cooperación del resto en el futuro. Aparte de intervenir en los conflictos, como ya hemos mencionado, si son protagonistas de uno, también pueden ser los más interesados en dar el primer paso para su resolución, ya que nunca saben cuando necesitarán a su oponente.
Pero, ¿quién suele liderar? Y ¿qué motivación hay para hacerlo? Según algunas investigaciones realizadas con peces, parece que aquellos individuos que más necesidades tienen de un recurso en particular tienden a liderar con más frecuencia. Los modelos matemáticos y simulaciones de software realizadas así lo avalan. Estos predicen que en un gran porcentaje de las ocasiones, el compañero con menos recursos energéticos, de manera espontánea, emergerá como líder para coordinar el forrajeo. Quizá sea esta la razón por la que se ha observado a las hembras asumir posiciones de liderazgo en diversas especies, como por ejemplo lémures y gibones.

 

En chimpancés, los individuos dominantes y despóticos no suelen tomar el papel de líder (imagen: Patries71 / Flickr).

En un experimento, Jennifer Harcourt y colaboradores colocaron pares de peces en peceras para registrar su comportamiento. Al poco tiempo comenzaron a coordinar sus movimientos en busca de alimento. Se demostró que las diferencias de personalidad eran cruciales a la hora de conseguir la coordinación. Los peces valientes emergieron como líderes y los más tímidos como seguidores. Estos roles se retroalimentaban socialmente el uno al otro: el líder proporcionaba seguridad a los tímidos y estos facilitaban el liderazgo efectivo a los valientes.
En humanos ocurre algo muy similar, la extraversión correlaciona con la emergencia del liderazgo. Por ejemplo, los experimentos con humanos muestran que los que más hablan tienen muchas posibilidades de serlo. No en el sentido de hablar por hablar, sino de establecer vínculos con otras personas del grupo a través del lenguaje, que es el medio de expresión más usado por nuestra especie.
Por otro lado, no conviene confundir liderazgo con dominancia o despotismo, ya que estos últimos caracteres pueden ejercer una fuerza contraria que complique la emergencia del líder. Es cierto que en animales con jerarquías estrictas, los individuos dominantes suelen tomar el papel de líder, como es el caso de los babuinos, los gorilas y los lobos, pero no sucede así con los chimpancés, los humanos o los orangutanes.

Al margen de estas correlaciones, en muchos casos, los individuos dominantes no lideran porque no facilitan el seguimiento. Muy al contrario, estos individuos dominantes operan de manera autónoma, debido a su poder y acceso preferencial a los recursos. Este tipo de individuos rara vez se convierten en verdaderos líderes. Más bien son déspotas autoritarios que tienen poca influencia sobre el día a día del grupo. Debemos tener en cuenta que la fuerza también puede ser una debilidad si el líder se aísla, ya que favorece que el resto del grupo se alíe en su contra.
¿Qué derechos y deberes tienen los líderes?
Los líderes de los chimpancés, aunque son los que obtienen la mejor recompensa, también son los que más comparten. De lo contrario, los líderes no obtendrán la cooperación de los miembros de su equipo en el futuro, tan necesario en las batidas de caza, las patrullas por los límites o la defensa ante depredadores. Si tienen un conflicto, también pueden ser los primeros en dar un paso para su resolución, ya que nunca saben cuándo necesitarán a su «oponente».
Es por esto, que el líder suele ser el individuo con más alianzas del grupo. En el caso de algunas sociedades preindustriales, es también el encargado de establecer una red de alianzas con otros líderes regionales o nacionales, así como de iniciar las empresas colectivas, como son las temporadas de pesca y la caza de ballenas, actividades que implican pasar varios días en alta mar y la cooperación de muchos hombres a la vez.
Otra de sus funciones principales es la de intervenir en la resolución de los conflictos, a veces de manera imparcial, para devolver la estabilidad al grupo. De hecho, se han observado comunidades de chimpancés en los cuales, los machos alfa eran expulsados, debido a que creaban más enfrentamientos de los que resolvían, algo especialmente peligroso para las hembras y su descendencia. Por esto no es raro el que las hembras creen una coalición para expulsar a líderes agresivos y permitir que otros más tolerantes asciendan al poder.
Aunque son necesarias más investigaciones sobre liderazgo, tanto en animales humanos como animales no humanos, cada día estamos más seguros de que el fenómeno del liderazgo, más allá de las ambiciones personales, cumple una importante función social en los grupos que están inmersos en tiempos de inestabilidad y crisis, precisamente como los que estamos viviendo en estos momentos.



 Autor: Pablo Herreros




martes, 9 de octubre de 2012

Convivencia de especies

Hace 40.000 años, existían en el planeta cinco especies o subespecies: Homo erectus, Homo neanderthalesis, Homo de Denisova, Homo sapiens y Homo floresiensis. En los últimos 20.000 años sólo nuestra especie,  Homo sapiens se ha adaptado y ahora mismo ocupa todos los continentes. El cuello de botella evolutivo fue tremendo, pues pasamos de una diversidad y variabilidad biológica importante, a una reducción extrema, de manera que ahora todo nuestro pol genético esta sintetizado en Homo sapiens. Si nosotros nos extinguimos, el género Homo desaparecerá para siempre de la faz de la Tierra.
Cráneo de Homo sapiens
Cráneo de Homo sapiens, la única especie de este género que se mantiene

Tenemos, por lo tanto, una gran responsabilidad, si queremos continuar sobreviviendo en el planeta. ¿Cómo podemos asumirla? ¿Cómo sobrevivir al probable colapso evolutivo al que estamos impelidos? Estas son cuestiones que debemos plantearnos y para hacerlo debemos analizar con profundidad cómo hemos llegado hasta aquí.
Si la presión selectiva aumenta, cuando se dispone de una fuerte diversidad genética, en forma de especies o subespecies, podemos tener diferentes respuestas intrínsecas a la propia variabilidad y diversidad específica. Así, el género Homo puede asegurar por alguna de sus ramas respuestas adaptativas y, por lo tanto, garantizar la supervivencia.
 Al contrario, cuando un género se reduce a una sola especie, este hecho puede ser catastrófico, si aquélla no supera el estrés selectivo y se colapsa. Entonces estamos ante el final de toda una evolución biológica del orden de los primates y nos ocurriría lo mismo que les sucedió a especies que nos han precedido, caso del Homo habilis, Homo rudolfensis, Homo ergaster, Homo erectus, etc...
Es interesante resaltar cómo en nuestro proceso evolutivo como género, cuando se produce el cuello de botella a nivel de especies hace unos 20.000 años, los humanos respondemos a la perdida de diversidad biológica aumentando de forma exponencial nuestra diversidad cultural, hasta el punto que en el siglo XXI han llegado miles de conductas y lenguas que demuestran la variabilidad de comportamientos de las poblaciones humanas en el planeta.
Como ya hemos anunciado anteriormente, es una mala noticia la tendencia cultural a la homogenización y dirigirnos, por lo tanto, hacia el pensamiento único. Nadie sabe si esta homogenización que no tiene en cuenta los aprendizajes diversos puede fallarnos. Si esto es así, habremos perdido toda la información de miles de años de evolución y, por lo tanto, desaparecerán posibles alternativas.
Si bien una estrategia inteligente sería integrar la diversidad gracias a la tecnología, para poderlo llevar a cabo tendríamos que mantenerla. Es decir, la diversidad cultural es un patrimonio de especie, que nos queda como resultado de las adquisiciones que la humanidad extinguida nos ha dejado al adaptarse al espacio y al paso del tiempo.

Evolución y colapso

Las poblaciones reaccionan con pérdidas demográficas, con readaptaciones, con nuevas adaptaciones técnicas, emigración masiva, etc., antes las presiones que pueden sufrir por distintas causas.  En estas situaciones, el objetivo es subsistir a la purga a que es sometido el sistema.
Una de las respuestas más conocidas, a parte de las posibilidades que ya hemos explicado, es la emigración o conquista de nuevas áreas geográficas. Por lo tanto, están relacionadas con la movilidad.  Pero ésta, cuando está basada en desplazamientos territoriales, provoca la reubicación de numerosas personas en un mismo entorno y la competencia entre ellas para la adquisición de recursos, en el caso de que el sitio nuevo a ocupar se encuentre ya habitado.
Movimientos migratorios
Movimientos migratorios

Si el territorio está vastamente ocupado, la destrucción de redes por parte de la población nueva que se establece en él, puede provocar la confrontación y, como consecuencia, una caída demográfica ante la llegada de intrusos con otros planteamientos y necesidades económicas en muchos casos no compartidas.
Los humanos somos primates muy sociales, pero también muy territoriales. Es fácil que se produzca una agregación entre distintas poblaciones en un régimen de crisis.  Las guerras y conflictos por el espacio producen pérdida de carga demográfica y en algunos casos, de comunidades enteras o asimilación.
Sin embargo, se puede producir un sometimiento de un grupo o población sobre otra, con el objetivo de transformarlos en elementos subsidiados, en el mejor de los casos, o esclavizados. Hasta tal punto ha sido importante la conquista de tierra y la división social que, a nivel evolutivo el esclavismo ha sido un modo de producción.
Un nivel de esclavos elevado significa una gran cantidad de especimenes que no tienen una buena ingesta continua y se convierten en potenciales victimas económicas y sociales, rebajando su esperanza de vida y, por lo tanto, pueden producirse pérdidas demográficas importantes.
En este sentido, la movilidad en forma de emigración, y el propio aumento exponencial de la complejidad, han favorecido soluciones como las que hemos expuesto. En muchos de los casos no son soluciones adecuadas que se traduzcan en formas de progreso en las poblaciones humanas, pero si en formas de resolución y resistencia biológica.
Con fuerzas endógenas o exógenas, o la combinación de ambas, las comunidades humanas pueden reaccionar para adaptarse con la estrategia de la movilidad. En caso de cambio hacia el frío, abandonar latitudes septentrionales, y ante el calor, buscar acomodo en zonas templadas y húmedas.
De todos modos, si no existe movilidad ni cambios drásticos, deben rebajar el número de componentes, y por lo tanto, reducir exponencialmente el número de especimenes. Ello, puede llevar a poblaciones a la extinción por confinamiento en territorios que no reciban inputs genéticos.

lunes, 8 de octubre de 2012

Las herramientas y la evolución humana



La elaboración de herramientas líticas en la evolución humana

      El estudio de las industrias líticas es interesante  porque la causa determinante del cambio de la etología de los homínidos lo debemos buscar en la evolución de la complejidad de los sistemas técnicos de producción de instrumentos. Juan Luis de Arsuaga en la página Atapuerca afirma que de la fabricación de los instrumentos y su socialización emerge el comportamiento cultural. Las grandes adquisiciones del género 'Homo' -el lenguaje o el comportamiento simbólico complejo- no hubieran sido posibles sin la inteligencia operativa, sin la retroalimentación que se produce entre cerebro y manos al confeccionar herramientas.  

      El hombre necesita las siguientes capacidades para poder transformar una roca y obtener herramientas: 1) La planificación de procesos; 2) La visualización de los procesos antes de realizarlos; 3) Formalización de los procesos y como consecuencia su estandarización; 4) La capacidad de gestión empírica de los procesos mentales; 5) El uso sistemático de materiales extrasomáticos en todos los procesos de adquisición de energía.

Imagen de Fundación La Caixa. Escultor Quaggs y Asoc. Dibujos Marcos Terradillos

      Sin las capacidades citadas es imposible establecer un sistema técnico en la producción de herramientas líticas; esta es la singularidad que define al primate humano y que le da una jerarquía dentro de su propio orden.



Emmanuel Roudier es un autor de cómic francés, y un verdadero experto en Prehistoria paleolítica

      Para producir una herramienta se necesita de un largo encadenamiento de acciones mentales y físicas hasta llegar a conseguir la forma deseada y el proceso termina con el uso del objeto producido. En primer lugar, el hombre debe determinar el conjunto de herramientas que se necesitan para desarrollar una actividad determinada, a continuación tiene que conseguir las materias primas en su entorno natural. Después, en la mayoría de los casos, se trasladan a las zonas de talla o campamentos y a continuación empieza su modelado por percusión o por proyección siguiendo el esquema mental prestablecido.

      Los tallistas prehistóricos eligieron, como materia prima, rocas duras criptocristalinas de rotura concoidea. Durante la talla de estas rocas se producen ondas vibratorias que se transmiten de igual modo en todas direcciones (el vidrio doméstico sería un buen ejemplo, si tiene el grosor adecuado, para ver las características de la fractura concoidea).


Lasca de sílex en cuyo dibujo es posible apreciar lo afilado de su borde. Vemos su cara dorsal (con negativos de lascados anteriores), el talón y la cara ventral con el concoide y las ondas de fractura.

        La talla origina diferentes tipos de ondas, entre las que nos interesan, por ser más fuertes, las longitudinales (según el eje técnico o de talla): es decir, la onda de choque y la onda de fractura (la primera es más rápida que la segunda). Estas ondas suelen seguir una pauta muy común, dejando, al propagarse, unas marcas características en la zona de desgarro, por ejemplo la que da nombre al tipo de fractura -el concoide- o los bordes: las aristas extremadamente afiladas de la propia lasca, que son la razón de que éstas hayan sido fabricadas desde la Prehistoria más remota.


El concoide es la parte más notoria de la cara inferior (o ventral) de la lasca. En la parte superior vemos un talón liso y unas marcas (superficie elíptica de Hertz) que señalan el punto de impacto del percutor. A la izquierda cara inferior de una lasca experimental de obsidiana donde se aprecian las alteraciones reológicas de la fractura concoidea, elementos que alteran la propagación habitual de las ondas. Wikipedia

      La fractura concoidea o concoidal es un tipo de rotura propia de ciertos materiales frágiles, de composición homogénea, pero amorfa (isótropa), que al trocearse no siguen planos naturales de separación, como láminas, poliedros... Entre estos materiales podemos incluir el vidrio doméstico, algunos minerales (cristal de roca) y numerosas rocas naturales duras y criptocristalinas como el sílex, la cuarcita, la obsidiana, etc. Se opone a la fractura plana, o, más propiamente, exfoliación.

      En el artículo de la Wikipedia titulado Método Levallois, podrás ampliar la información sobre la fractura concoidea. Yo intentaré resumirte algo sobre la fractura concoidea, tema nada apasionante, pero necesario para comprender la evolución humana.

      Al percutir una roca apropiada, como el sílex, se inicia una fractura que avanza a través de una superficie que no es plana, progresando en forma de onda curva que además cambia paulatinamente a medida que se propaga. El nacimiento de la fractura se produce en la parte donde el material recibe la tensión (el punto de golpe o impacto) que va a provocar la fractura. Esta zona recibe el nombre de superficie elíptica de Hertz, y a partir de ella, como si de un epicentro se tratase, se desarrollan ondas de vibración que rompen el material. En realidad, se trata de ondas elásticas transversales que son reflejadas una y otra vez por todas las caras del sólido hasta que, por fin, confluyen en una única superficie de fractura. Estas ondas tienen forma de parábolas anchas y cortas cuyo origen es tangente (parábolas homofocales). A continuación, se desarrolla un cono hertziano o cono neutro que va curvándose hasta convertirse en la esfera de Boussinesq (básicamente, el concoide). A medida que la superficie de fractura se propaga, las parábolas cambian de dirección a través de la llamada superficie equipotencial de Ranking, así, la onda se va deformando, hasta formar la curva intrínseca de Caqot.



Esquema de la fractura concoidea utilizada en la talla de industrias líticas prehistóricas. Wikipedia

      La fractura concoidea perfecta recuerda a la concha de un bivalvo, razón por la cual recibe el nombre de concoidea. La morfología elíptica no es intrínsecamente mejor o peor, pero para los humanos de la Prehistoria suponía unas claras limitaciones, ya que sólo podría proporcionar piezas anchas y cortas, que conocemos con el nombre de lascas.

      Los elementos que alteran la propagación de las ondas son conocidos como propiedades reológicas, las cuales interfieren el normal desarrollo de la fractura; también las fisuras o las impurezas del material. Todos esos factores perturban la fractura natural, desorganizándola, generando superficies de rotura secundarias, astillamientos caóticos; lancetas radiales, esquirlas parásitas que saltan fortuitamente y microlascados trapezoidales. Uno de los mecanismos más interesantes es el llamado efecto borde, el cual sucede cuando las ondas de fractura se acercan a la superficie el cuerpo y cambian bruscamente su dirección, propagándose hacia la periferia del objeto, produciendo bordes afilados.

     Un caso especial de lascas son las denominadas hojas líticas, puesto que lo natural es que la fractura concoidea sea más ancha que larga. Sin embargo, gracias al dominio del efecto borde, los artesanos prehistóricos conseguían productos extremadamente alargados y finos, muy adecuados para numerosos utensilios.


Una hoja lítica
       El «concoide» es la parte más notoria de la cara inferior (o ventral) de la lasca; esto es, la superficie a lo largo de la cual se produce la fractura que separa la lasca del núcleo. Por el contrario, en el núcleo queda la impronta de la lasca, el llamado negativo de lascado (o, simplemente, lascado), que tiene la misma morfología pero inversa: un contraconcoide más o menos pronunciado y, a continuación, una superficie sutilmente cóncava. La parte cóncava que queda en el núcleo es el negativo de lascado.

      El «punto de impacto» es una pequeña superficie, cuasi circular, o elíptica en la que el percutor entra en contacto con la roca; es el origen desde el que se desarrolla un tronco de cono (que los especialistas llaman «cono de percusión»), que se va abombando hasta adquirir una forma similar a la concha de un molusco bivalvo, de ahí el nombre de concoide. Después, la curva de la cara inferior se suaviza hasta casi desaparecer. 


Cara inferior (convexa) o ventral de una lasca, con su característica forma de concha de bivalvo, razón por la cual recibe el nombre de concoidea. A la izquierda negativo de lascado (cóncavo).

      Dado que las rocas raramente carecen de impurezas o fisuras, la onda de fractura suele sufrir alteraciones (propiedades reológicas) que, lejos de ser un inconveniente, permiten estudiar mejor la talla a la manera prehistórica. Así, aparecen diversas señales muy útiles en el estudio de los artefactos prehistóricos tallados. En líneas generales los elementos más comunes son:

      Las ondas de fractura son interferencias que afectan a la rotura de la roca, haciendo oscilar el frente de fisuración, formando anillos u olas, parecidas a las que hace una piedra al caer al agua. Estas ondulaciones suelen indicar el origen de golpe con el que fue extraída la lasca, en el caso de que no se conserve el concoide o el punto de impacto.



Ondas de fractura, siguiendo la forma convexa de la cara inferior

      Las lancetas radiales son, en cambio, estigmas ahusados provocados por pequeñas impurezas. A partir de las mismas surgen, como rayos luminosos, o, mejor, como zonas de sombra muy alargada, unas marcas lineales que señalan el lugar de donde viene la onda de choque y hacia donde se expande. Las lancetas son particularmente abundantes a los lados del cono de percusión (marcando muy bien el punto de impacto), y en los bordes afilados de la lasca (de modo que podemos reconocer si ésta tiene las aristas mejor o peor conservadas).

      Los microlascados trapezoidales se producen cuando la onda de fractura alcanza el límite de la roca, suelen saltar esquirlas microscópicas sucesivas (microlascas), que dejan su marca en el núcleo (en forma de trapecios encadenados), en el nervio del negativo del lascado. En una pieza tallada (no solamente un núcleo), con varios negativos, los microlascados, junto con las lancetas, indican cuál de los lascados es anterior y cuál es posterior. Esto es esencial para reconstruir los gestos del artesano que talló la pieza.

      La esquirla parásita aparece justamente en el concoide, no siempre, pero a menudo, aparece una pequeña lasquita adherida o, si ésta ha saltado, su negativo. No existe una explicación clara para este fenómeno, pero, al parecer, podría ser el resultado del reflejo de la onda de choque que forma una onda de fractura secundaria.


Fases de la hechura de un bifaz achelense: en primer lugar, el desbastado de la preforma; después, perfeccionamiento de la morfología; para terminar, una retalla rectificadora de las aristas.

Our Own Words Enchant Us Talking about our opinions and experiences is worth more than money


 

People devote 30 to 40 percent of their total speaking time to describing their own opinions or experiences, according to much research. A new study suggests that self-expression is intrinsically rewarding, in the same way that sex or eating is. In fact, we find talking about ourselves so pleasurable that we will give up money to do so, as reported in the May 22 Proceedings of the National Academy of Sciences USA.
Diana Tamir and Jason Mitchell of Harvard University used functional MRI to study 195 volunteers between the ages of 18 and 27. They found that when the subjects talked about their opinions or their own personality, the pathways of the brain that register reward—known as the mesolimbic dopamine system—were far more active than when they judged the opinions or personalities of others.
In another experiment, participants were asked to choose several questions to answer from three categories: an inquiry about their own likes and dislikes, an invitation to guess about President Barack Obama's likes and dislikes, or a factual trivia question. The subjects earned between a penny and four cents a question, depending on the category. Although the subjects could have consistently chosen questions to maximize their profit, they preferred to answer the personal queries, forfeiting 54 to 63 cents per trial to talk about themselves.
The findings do not mean we are self-absorbed egotists, the researchers say. Telling others about ourselves helps to bring us together. “One of the ultimate functions of this behavior is social cohesion,” Tamir says.

This article was originally published with the title Enchanted by Our Own Words.

Científicos concluyen que neandertales crecían más despacio que los sapiens

El Grupo de Paleofisiología del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH), de Burgos, liderado por la doctora Ana Mateos, ha llevado a cabo un estudio que concluye que los neandertales crecían más despacio que el "homo sapiens", a los que pertenece el hombre actual.
En esta investigación se ha elaborado por primera vez un modelo del crecimiento en altura de los niños neandertales, desde el nacimiento hasta los 5 años.
Las conclusiones de la investigación se recogen en un artículo titulado "Differences between Neandertal and modern human infant and child growth models" (Diferencias entre neonatos y niños del neandertal y el humano moderno) , que acaba de ser publicado en la revista especializada Journal of Human Evolution, del que se desprende que el crecimiento en niños neandertales es mucho más lento que el observado en los sapiens.
Además de este trabajo, en el que se ha analizado un conjunto de diez recién nacidos y niños del neandertal, cuyas alturas estimadas se han comparado con dos poblaciones humanas modernas, se deduce que las tasa de crecimiento mucho más lento del "homo neanderthalensis" puede ser atribuible a restricciones ontogenéticas o al estrés metabólico, y puede contribuir a la baja estatura de adultos en relación con el "homo sapiens".
En el estudio se explica que la aparición de distintos patrones de crecimiento humano es esencial para entender la evolución de nuestra especie.
El trabajo se ha realizado a partir del modelo desarrollado matemáticamente por el doctor Jesús Martín, investigador adscrito al CENIEH del Departamento de Matemáticas y Computación de la Universidad de Burgos.
Las conclusiones, que evidencian diferencias en el crecimiento postnatal entre neandertales y sapiens, van en el mismo sentido que las últimas investigaciones publicadas por equipos del Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology y la Universidad de Harvard que apuntaban la existencia de diferencias ontogenéticas en el desarrollo craneal y dental.
El trabajo del CENIEH, que ha contado también con la colaboración del grupo de Paleoecología del CENIEH, liderado por el doctor Jesús Rodríguez, así como del Laboratory for Human Biology Research de la Northwestern University, en Estados Unidos, dirigido por el doctor William R. Leonard, abre camino para estudiar el crecimiento en otras especies fósiles y en otras etapas de la vida.