lunes, 6 de julio de 2009

Conflictos grupales ayudaron a que el altruismo se consolidara

Según dos estudios publicados en ‘Science’
Guerra y vida grupal hicieron al hombre
Evolución biológica no explica la llegada de comportamientos modernos

Alicia Rivera |
Publicado: 2009/07/06



Madrid. El País Internacional. Los grupos humanos con comportamiento cultural moderno surgen en la prehistoria en lugares y momentos diferentes. ¿Por qué? ¿Está determinado ese salto por el aumento de las capacidades cognitivas de la especie humana?

No necesariamente, según explican unos investigadores del University College de Londres. Para ellos la clave reside en la estructura demográfica de las poblaciones.

Pudo ser su densidad, las migraciones y las interacciones entre los subgrupos sociales lo que habría provocado el surgimiento de la complejidad simbólica y tecnológica en el comportamiento humano y no los cambios biológicos en la capacidad cognitiva, dicen.

Otro estudioso, éste de EE. UU., aborda también la cuestión demográfica en el origen del comportamiento social humano moderno. Pero lo hace desde la perspectiva de los costes y beneficios de la guerra en la evolución de un rasgo social importante como el altruismo. Ambos trabajos aparecen en Science .

Origen. El origen del comportamiento humano complejo, registrado primero en Europa y Asia occidental (hace unos 45.000 años) y después en el sureste y este asiático, Australia y África, se caracteriza por un marcado salto cultural y tecnológico, recuerda Adam Powell (University College, Londres).

Incluso emerge un comportamiento simbólico que se manifiesta en el arte abstracto y realista así como en la decoración de los propios cuerpos.

Herramientas de piedra, tecnologías avanzadas de cazadores y tramperos (lanzas, bumeranes y redes), artefactos rituales (de hueso y marfil) y musicales (flautas de hueso) lo atestiguan.

Lo que Powell y sus colegas investigan es la dispersión espacial y temporal del origen de la modernidad. Hay que tener en cuenta que los humanos anatómicamente modernos surgen en África hace entre 160.000 y 200.000 años.

Si el motor del comportamiento moderno fuera un cambio biológico hereditario, ¿no deberían haber surgido sociedades complejas frecuentemente y pronto tras su diáspora fuera de África?

Los científicos británicos apuntan que también los neandertales, aunque biológicamente diferentes, tenían comportamiento y capacidades cognitivas notables.

Powell aborda el problema con modelos que tienen en cuenta los grupos de población, la estructura de los subgrupos y sus relaciones, la emigración y los recursos que ofrece un entorno y las estrategias sociales para explotarlos.

“Los resultados demuestran que la influencia de la demografía en los procesos de transmisión cultural ayudan a explicar tres características clave de la emergencia del comportamiento moderno: la aparición temprana y la desaparición subsiguiente de rasgos modernos en el sur de África; la heterogeneidad geográfica y temporal del surgimiento del comportamiento moderno y el retraso entre la anatomía moderna y los rasgos comportamientos modernos”, dice.

Los estudios de ADN permiten hacer estimaciones sobre densidades de población prehistóricas cuyos resultados son compatibles, en general, con los de estas simulaciones demográficas.

Advierte Ruth Mace que “tanto los rasgos genéticos como culturales son hereditarios y están sujetos a procesos evolutivos, aunque los segundos no se transmiten de modo mendeliano y pueden heredarse incluso entre gente que no comparte genes”. Esto puede producir resultados evolutivos inexistentes en otros animales.

Radical. Más radical que el de Powell es el segundo estudio, también de corte demográfico. Samuel Bowles (Instituto de Santa Fe, EE. UU.) aporta información etnográfica y arqueológica a sus modelos para concluir que la estructura demográfica en los grupos de cazadores-recolectores favoreció la transmisión de rasgos genéticos de influencia social en humanos.

El punto fuerte del trabajo es el altruismo, aunque lo que estudia es la guerra, entendida ésta como conflictos violentos intergrupales.

Las prácticas bélicas, sugiere Bowles, pudieron favorecer la supervivencia de grupos que contuvieran más individuos altruistas dispuestos a poner en peligro su vida si ello beneficia su grupo.

“El nivel estimado de mortalidad en conflictos intergrupales debió tener un efecto sustancial, favoreciendo la proliferación de comportamientos favorables al grupo aunque fueran muy costosos a nivel personal para el individuo altruista”, afirma. Es decir, en la guerra venció evolutivamente el altruismo.

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