Un equipo de investigadores de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH), España, ha demostrado científicamente que los seres humanos podemos desarrollar la ecolocalización, el sistema de señales acústicas empleado por los delfines y los murciélagos para explorar su entorno. Producir ciertos chasquidos con la lengua puede ayudarnos a identificar los objetos a nuestro alrededor sin necesidad de verlos, algo que sería de gran utilidad para las personas invidentes.
“En determinadas circunstancias, los humanos podríamos rivalizar con los murciélagos por nuestra capacidad de biosonar o de ecolocalización”, declara Juan Antonio Martínez, autor principal del estudio e investigador de la Escuela Politécnica Superior de la UAH. El equipo dirigido por este científico ha llevado a cabo una serie de pruebas, las primeras de su tipo en el mundo, para poner en práctica las habilidades infrautilizadas de ecolocalización que poseemos los seres humanos.
El equipo ha analizado las propiedades físicas de varios sonidos, y propone los más eficaces de ellos para su uso en la ecolocalización. Según Martínez, el sonido casi ideal es el chasquido con el paladar y la lengua, producido al colocar la punta de la lengua en el paladar, justo detrás de los dientes, y moverla rápidamente hacia atrás.
Los investigadores afirman que estos chasquidos palatales son similares a los sonidos producidos por los delfines, aunque a una escala diferente, pues estos animales tienen órganos especialmente adaptados y pueden producir 200 chasquidos por segundo, mientras que nosotros sólo podemos producir 3 ó 4. La ecolocalización permite medir la distancia a la que se encuentra un objeto tomando como base el tiempo transcurrido entre la emisión de la onda sonora y el eco que se recibe de dicha onda al reflejarse en el objeto.
Para aprender a emitir, recibir e interpretar sonidos, los científicos están desarrollando un método que utiliza una serie de protocolos. Este primer paso sirve para que un individuo sepa cómo producir e identificar sus propios sonidos (son diferentes para cada persona) y, posteriormente, aprenda a utilizar dichos sonidos para distinguir los objetos según sus propiedades geométricas, como se hace con los sonares de barcos y submarinos.
Algunas personas invidentes han alcanzando de manera autodidacta, por el método de prueba y error, una espectacular habilidad de ecolocalización. Los casos más conocidos son los de los estadounidenses Daniel Kish y Ben Underwood, este último considerado el mejor ecolocalizador del mundo hasta su muerte a principios de 2009.
Sin embargo, no se requieren habilidades físicas especiales para desarrollar esta capacidad. “Dos horas diarias durante un par de semanas son suficientes para aprender a distinguir si hay un objeto frente a usted, y dentro de otro par de semanas sabrá la diferencia entre los árboles y el pavimento”, explica Martínez.
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FECYT
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