viernes, 10 de septiembre de 2010

Aspectos de la personalidad infantil que pueden ayudar a predecir como será la personalidad adulta

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Los rasgos de personalidad observados en la infancia son un buen indicador de cómo será el comportamiento de esa persona cuando sea adulta, según sugieren los resultados de una nueva investigación.
Usando datos de un estudio de la década de 1960 sobre aproximadamente 2.400 niños, alumnos de enseñanza primaria en Hawái, pertenecientes a diversas etnias, los autores de la nueva investigación, de la Universidad de California en Riverside, el Instituto de Investigación de Oregón y la Universidad de Oregón, compararon las clasificaciones de personalidad de los estudiantes realizadas por sus profesores, con las entrevistas grabadas en video de 144 de esas personas 40 años después.

Lo que descubrieron fue sorprendente.

En muchos aspectos, en la madurez seguimos siendo la persona que éramos en la infancia. Esto demuestra la importancia de comprender la personalidad porque nos sigue a donde vayamos a través del tiempo y de los diferentes contextos.

Los investigadores examinaron cuatro atributos de la personalidad: fluidez verbal, adaptabilidad, impulsividad y falta de confianza en uno mismo. Descubrieron lo siguiente:

- Los niños con gran fluidez verbal, definidos como muy habladores, tendían, como adultos de mediana edad, a hablar con fluidez y a tratar de controlar la situación. Los niños clasificados por sus profesores como de escasa fluidez verbal, cuarenta años después fueron clasificados por los investigadores como adultos siempre en busca de consejo, dándose por vencidos al enfrentarse a obstáculos, y exhibiendo habilidades sociales limitadas.

- Los niños evaluados como muy adaptables, o sea definidos como capaces de desenvolverse bien en situaciones nuevas, tendían, como adultos de edad media, a comportarse con simpatía y a hablar con fluidez. Aquellos que recibieron menor puntuación en su capacidad de adaptación como niños, fueron observados en su madurez diciendo cosas negativas de sí mismos, buscando consejo y exhibiendo habilidades sociales limitadas.

- Los alumnos calificados como impulsivos, en su madurez eran propensos a hablar alto, exhibir un amplio abanico de intereses y ser muy conversadores. Aquellos que en su infancia recibieron una puntuación baja en este rasgo de personalidad, en su madurez fueron clasificados por los investigadores como sujetos temerosos o tímidos, manteniendo siempre las distancias con los demás y expresando inseguridad.

- Los niños cuyos profesores los definieron como tendentes a minimizarse a sí mismos, es decir restar importancia a sus propios méritos y nunca fanfarronear, en la madurez presentaban una tendencia a expresar sentimientos de culpa, buscar apoyo en otras personas, decir cosas negativas sobre sí mismos y expresar inseguridad. Aquellos que en su infancia fueron clasificados con una baja puntuación en este rasgo de personalidad, fueron observados como adultos hablando alto y mostrando una conducta condescendiente hacia sí mismos.

La conclusión parece obvia: Aunque los eventos de la vida influyen sobre nuestro comportamiento, la personalidad que reside en cada uno de nosotros, y que es parte de nuestra biología, desempeña un papel crucial en determinar nuestra conducta.

Las investigaciones futuras sobre este tema tal vez permitan profundizar en la cuestión de hasta qué punto podemos cambiar nuestra personalidad.

En la investigación han intervenido Christopher S. Nave, Ryne A. Sherman y David C. Funder, (todos de la Universidad de California en Riverside), Sarah E. Hampson (Instituto de Investigación de Oregón), y Lewis R. Goldberg (Universidad de Oregón).
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