jueves, 28 de junio de 2012

Nuestras predilecciones políticas no son producto de procesos racionales.

Por: Feggy Ostrosky


En esta época de elecciones, es interesante analizar qué sucede en nuestro cerebro cuando tomamos decisiones.

Un estudio reciente de neuroimagen muestra que nuestras predilecciones políticas no son producto de procesos racionales y lógicos, sino que están vinculadas a sesgos inconscientes.

Independientemente del tema, las personas que apoyan a los distintos partidos políticos (PAN , PRD o PRI, por ejemplo) están convencidas de que “lo que escuchan es la única verdad y apoya ampliamente su posición”.

Este rasgo se conoce como “sesgo en la confirmación”, es decir, buscamos y encontramos evidencia que apoye nuestras creencias e ignoramos o reinterpretamos aquello que no es congruente con nuestros sesgos.

Estudios realizados con técnicas de neuroimagen han permitido detectar que en algún lugar de nuestro cerebro surge este “sesgo confirmatorio”, el cual es inconsciente y está guiado por emociones y no por la razón.

Investigadores de la Universidad de Emory registraron el metabolismo cerebral de 30 hombres, con diferentes tendencias políticas, mientras evaluaban enunciados de dos candidatos que se contradecían mutuamente.

Los resultados revelaron que la parte del cerebro involucrada en el razonamiento (las áreas dorso laterales de la corteza prefrontal), no se activaba.

Las áreas más activas, por su parte, fueron las orbitofrontales, que están involucradas en el procesamiento de las emociones; el cíngulo anterior, asociado con la resolución de conflictos, y el cíngulo posterior, que participa en la realización de juicios acerca de la responsabilidad moral.

Además, una vez que los sujetos obtenían  conclusiones con las que se sentían “emocionalmente cómodos”, se iluminaba el estriado ventral, el cual tiene que ver con las sensaciones de placer y recompensa.

El proceso a través del que hacemos una elección o nos formamos una opinión implica una colaboración entre las áreas cerebrales que generan la emoción y las áreas racionales que controlan el procesamiento de ideas e información.

Ambas se retroalimentan.

Los pensamientos provocan sentimientos; a su vez, la intensidad de los sentimientos determina cómo valoramos nuestros pensamientos.

Así, por ejemplo, conectamos emociones hostiles con la imagen del candidato que no apoyamos, y eso induce imágenes e ideas negativas.

La danza entre la conexión de las emociones con las ideas es el fundamento de la terapia cognitiva. Por supuesto, el escepticismo es el antídoto del sesgo confirmatorio.
Originalmente publicado en la edición 167 de la revista Quo.

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