martes, 6 de noviembre de 2012

El secreto (y esencial) rol de las abuelas en la evolución humana


por Jennifer Abate

Muchas veces las pasamos por alto, pero sin ellas, la historia de la evolución humana no hubiera sido la misma. Una nueva teoría señala que las abuelas fueron las que modelaron, hace miles de años, nuestras habilidades sociales y nuestra longevidad.
CASI todos los hijos llegan alguna vez a la misma frase: “sin el apoyo de mis papás, no sería lo que soy”. Cierto. En la mayoría de los casos. Pero, según nuevos estudios, ya es hora de modificar la frase y extender ese agradecimiento también a nuestras abuelas.
Una investigación publicada la semana pasada en el prestigioso Proceedings of the Royal Society B asegura que en el momento en que las mujeres comenzaron a preocuparse por el cuidado de los hijos de su hijos (o hijas), la evolución humana vivió un revolucionario giro, tanto en lo genético como en lo social.
La idea no es nueva para la autora principal de esta investigación, la antropóloga de la Universidad de Utah, Kristen Hawkes. Ya en 1997, la experta había propuesto la “hipótesis de las abuelas”, una teoría que explicaba la aparición de la menopausia y el cese de los embarazos en mujeres a las que aún les quedaban varias décadas de vida saludable, en general, sin complicaciones. La tesis de Hawkes era, precisamente, que esto ocurría para que esas mujeres no tuvieran que cuidar de sus propios hijos y pudieran convertirse en abuelas. “Lo que nos entregó una completa red de capacidades sociales que son la base de la evolución de rasgos distintivamente humanos, como el apego hacia los pares, los cerebros más grandes, el aprendizaje de nuevas habilidades y nuestra tendencia a la cooperación”, dice la investigadora.
Durante décadas, Hawkes buscó un sustento científico más sólido para su teoría. Recurrió a las matemáticas y se unió al biólogo matemático de la Universidad de Sydney, Peter Kim, y al antropólogo James Coxworth, del plantel de Utah, para trabajar en una simulación computarizada que diera con hallazgos más certeros sobre la “hipótesis de las abuelas”.
La labor fue la siguiente: el equipo simuló qué ocurriría a lo largo de la vida de una especie hipotética de primates (creada sólo para esta simulación) si introducía artificialmente elementos que no le eran propios, como la predisposición a la longevidad. Esta les permitiría a las hembras vivir mucho más allá de los años dedicados a la crianza de sus hijos y las posibilitaría para cumplir el rol de abuelas en la estructura social.
En la vida real, las hembras primates viven entre 25 y 45 años y rara vez sobreviven mucho tiempo después de cumplida la crianza de sus hijos. Ese mismo patrón replicaron los científicos en la especie hipotética, pero introdujeron una variable: le dieron al 1% de la población femenina la predisposición genética para desarrollar una longevidad parecida a la de los seres humanos.
El resultado fue decidor: tras sólo 60 mil años, toda la especie modelada computarizadamente había adquirido una longevidad parecida a la humana, cercana a los 60 o 70 años, y 43% de las hembras adultas había evolucionado para convertirse en abuelas.
La razón de este cambio en la longevidad tiene que ver con el cuidado extra que las hembras sin hijos pueden darles a los de otras mujeres. Esto es particularmente significativo en nuestra especie. Los recién nacidos humanos no tienen la capacidad de alimentarse ni de cuidar de sí mismos durante un largo período de tiempo, lo que aumenta su vulnerabilidad cuando aparece otro hijo, al que la madre debe dedicar tiempo y recursos. Ahí emerge el rol crucial de las abuelas que, con experiencia, mayor tiempo y recursos libres, pueden actuar como cuidadoras de los hijos de sus hijas, lo que favorece la supervivencia de los más jóvenes y les da la seguridad de vivir más años. Pero, en el largo plazo, tiene también otras consecuencias: ya que los niños, en promedio, viven más gracias al cuidado de las abuelas, con el correr de los siglos son capaces de traspasar los genes ligados a la longevidad a las siguientes generaciones, lo que acaba en el establecimiento de la longevidad humana y su constante aumento.
No es todo. Según esta teoría, las abuelas también habrían participado protagónicamente en el desarrollo de una de las principales características de los seres humanos: su capacidad de generar relaciones sociales. “Las abuelas crean ambientes de crianza diferentes a los de la maternidad. Cuando las madres tienen otro bebé pronto, los niños no pueden contar con la atención focalizada de sus madres y deben comprometer activamente a sus cuidadoras”, dice Hawkes a Tendencias.
La necesidad de llamar la atención para recibir cuidado y protección nos llevó a desarrollar mecanismos adaptativos que nos permitieran relacionarnos tempranamente con otros adultos. Una mayor habilidad social atraería mayor atención y ésta aseguraría una mayor supervivencia, rasgo que ha sido privilegiado por la evolución y perfeccionado a lo largo de las generaciones.
Como se sabe, las consecuencias de la sociabilidad de los seres humanos revolucionaron la vida en la Tierra hace cerca de 60 mil años, cuando los homínidos comenzaron a vivir en comunidad y fueron capaces de compartir con otros grupos su conocimiento y manejo de nuevas tecnologías. El resto es historia. Todo gracias a las abuelas.

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