martes, 7 de mayo de 2013

Una dieta a base de cerebro de antílope aceleró la evolución de la especie humana

El consumo de cerebro de antílopes y de ñus dio al 'Homo erectus' la energía suficiente para avanzar en el desarrollo de la especie humana. Es la tesis que sostiene un estudio dirigido por el antropólogo Joseph Ferraro, de la Universidad de Baylor, en Waco (Tejas), tras analizar unos fósiles de animales hallados en la excavación de Kanjera Sur, en Kenia.
Escavación arqueológica en Kenia, en una imagen de archivo.
Según la investigación, uno de los primeros miembros del género 'Homo' que vivió en el este de África hace dos millones de años, probablemente un 'Homo erectus', además de cazar gacelas y otros animales de tamaño relativamente pequeño, practicaban la carroña y aprovechaban los restos que grandes predadores dejaban de antílopes y ñus para comerse sus cerebros. Los científicos sostienen que esto aportaba a su dieta un extra de grasa y nutrientes. Ello habría dado al Homo Erectus la energía necesaria para evolucionar hacia un tamaño mayor de cuerpo y de cerebro y para aumentar su capacidad para recorrer mayores distancias, según explica Ferraro en la revista ScienceNews.
Los científicos han llegado a este conclusión después de analizar huesos de animales --en la excavación se ha encontrado un elevado número de cráneos, en los que había marcas de cortes realizados con instrumentos de piedra--. Los científicos creen que ello prueba que el hombre consumía este tipo de carne. A juicio de Ferraro, el elevado número de cráneos y mandíbulas de antílopes y animales de tamaño similar permite pensar en un escenario en el que los homínidos comían las cabezas que los grandes felinos dejaban tras despedazar el resto del cuerpo.

Cautela

El hallazgo hay que tomarlo todavía con cautela ya que, según apunta el antropólogo Henry Bunn, de la Universidad de Wisconsin-Madison, que dirigió una excavación en Kanjera Sur en el 2010, resulta difícil distinguir a partir de fósiles si los restos son el producto de una caza o de una carroña. El antropólogo Manuel Domínguez-Rodrigo, de la Complutense de Madrid,  también apunta que la elevada presencia de calaveras podría ser casual.

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