Una nueva investigación muestra que la elevada temperatura corporal de los mamíferos, los familiares 37 grados centígrados en las personas, es demasiado alta para que la inmensa mayoría de hongos potencialmente invasores sobrevivan.
Bookmark and Share
Las cepas de hongos sufren una gran pérdida de capacidad de crecimiento conforme la temperatura sube hasta la de los mamíferos.
Arturo Casadevall, catedrático y profesor de microbiología e inmunología en la Academia Albert Einstein de Medicina, dependiente de la Universidad Yeshiva, llevó a cabo el estudio en colaboración con Vincent A. Robert del Centro de Biodiversidad Fúngica, en Utrecht, Países Bajos.
Este estudio parece apoyar la idea de que nuestras altas temperaturas pueden haber evolucionado para protegernos contra las enfermedades fúngicas. Ser de sangre caliente y, por tanto, eludir la mayoría de infecciones por hongos, es un rasgo que puede ayudar a explicar el gran éxito de los mamíferos después de la era de los dinosaurios.
Hay aproximadamente un millón y medio de especies de hongos. De éstas, sólo unos pocos centenares son patógenos para los mamíferos. Las infecciones por hongos en las personas son a menudo el resultado de una deficiencia en el sistema inmunitario.
En cambio, nada menos que unas 270.000 especies de hongos son patógenas para los vegetales y 50.000 especies infectan a los insectos. Las ranas y otros anfibios son propensos a hongos patógenos, uno de los cuales está actualmente causando estragos entre las ranas de todas partes del mundo. Los hongos también son importantes en la descomposición de las plantas.
En este estudio, se investigó cómo 4.082 cepas de hongos de la colección de Utrecht crecían sometidas a temperaturas que variaban desde las frías hasta las tórridas. Se comprobó que casi todas las cepas de hongos crecieron bien en temperaturas de hasta 30 grados centígrados. Sin embargo, por encima de esa barrera, el número de especies que no sucumbían al calor disminuyó en un 6 por ciento por cada grado centígrado que aumentaba. La mayoría no podía crecer a las temperaturas corporales de los mamíferos. Los que sí lo consiguieron con las temperaturas más altas, procedían a menudo de portadores de sangre caliente.
Información adicional en:
* Scitech News
No hay comentarios:
Publicar un comentario