Martes, 20 de Enero de 2009 10:41
Todos sabemos que aunque las cosas nos vayan muy bien, si las personas con las que nos unen vínculos afectivos son desgraciadas, no seremos tan felices como lo seríamos si ellas también fuesen afortunadas. En un estudio reciente se ha intentado rastrear a gran escala la influencia de la felicidad de las personas cercanas sobre la de uno mismo.
Nicholas Christakis, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, y James Fowler, de la Universidad de San Diego en California, analizaron datos recolectados durante el Framingham Heart Study (Estudio Cardiaco de Framingham) para comprobar si la felicidad podía "contagiarse" de persona a persona, y si se forman grupos de felicidad dentro de las redes sociales.
En el Framingham Heart Study, 5124 adultos de entre 21 y 70 años de edad fueron reclutados y estudiados con el debido seguimiento entre 1971 y 2003, para examinar varios aspectos de su salud y su vida. Se pidió a los participantes identificar a sus familiares, amigos íntimos, lugar de residencia y lugar de trabajo, para garantizar que pudieran ser contactadas cada dos a cuatro años para el citado seguimiento. Los autores del nuevo estudio encontraron 53.228 lazos sociales entre los 5.124 participantes, y un total de 12.067 personas. Fowler y Christakis se centraron sobre las vidas de 4.739 participantes en el periodo desde 1983 hasta 2003.
Durante el estudio original, se recogieron datos adicionales sobre el estado de ánimo, empleando una escala de puntuación de la depresión.
Valiéndose de análisis estadísticos, los autores del nuevo estudio midieron cómo las redes sociales se correlacionaban con la felicidad manifestada. Encontraron no sólo que personas que vivían en la misma casa y que se volvían más felices elevaban la probabilidad de que los otros residentes ganaran también en felicidad, sino que además se vieron efectos similares en hermanos y hermanas que vivían cerca y hasta en vecinos con quienes hubiera buena relación.
Un aspecto importante de los resultados del estudio es la conclusión alcanzada por los investigadores de que una estrecha proximidad física es esencial para que la felicidad se contagie. Una persona será más feliz (con un 42 por ciento de probabilidades) si un amigo o amiga de ella, que viva a menos de media milla (unos 800 metros) pasa a ser feliz. El efecto es sólo del 22 por ciento para amigos que viven a una distancia mayor que esa pero inferior a dos millas (3,2 kilómetros), y disminuye hasta volverse insignificante a medida que la distancia física aumenta más.
Los hallazgos sugieren que las concentraciones de individuos felices resultan del contagio de felicidad de unos a otros, y que no son sólo el resultado de una tendencia de las personas a relacionarse con otras similares a ellas.
Conviene advertir, sin embargo, que en otra investigación también reciente, Jason Fletcher, de la Universidad de Yale, y Ethan Cohen-Cole, del Banco de la Reserva Federal de Boston, han alertado que los métodos empleados para detectar los efectos de las redes sociales en el estudio de Christakis y Fowler están sujetos a interpretaciones y valoraciones engañosas que podrían sugerir efectos inexistentes.
Scitech News
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