martes, 11 de agosto de 2009

COMO IMAGINAMOS LO QUE PIENSAN Y SIENTEN OTROS

Los seres humanos constantemente hacemos inferencias sobre qué pasa por la mente de otras personas, a menudo sin ni siquiera comprender del todo lo que están haciendo. A los principios y técnicas que los humanos desplegamos con el fin de comprender, predecir y manipular el comportamiento de otros humanos, se les describe colectivamente en el ámbito de la psicología como la "teoría de la mente". Hasta muy recientemente, era escaso lo que se sabía sobre los mecanismos cerebrales que subyacen en ese conjunto de principios y técnicas.

Los humanos usamos la teoría de la mente cada vez que evaluamos el estado mental de alguien y hacemos suposiciones sobre qué sabe, qué quiere, y por qué está contento o triste, enfadado o asustado. Es algo que hacemos todos los días en nuestras interacciones cotidianas con otras personas.

Aunque la teoría de la mente es un concepto antiguo que no pocos filósofos, incluyendo Descartes, han estudiado durante mucho tiempo, su funcionamiento no se ha llegado a desentrañar más que superficialmente. Dos son las hipótesis predominantes acerca de sus mecanismos subyacentes.

La primera hipótesis, conocida como la de la simulación, sugiere que cuando intentamos deducir las reacciones mentales de otros ante un suceso, nos imaginamos en la misma situación, basándonos para ello en experiencias iguales o similares a la que está teniendo esa persona.

La segunda hipótesis propone que el cerebro humano utiliza un modelo abstracto de cómo las mentes operan, análogo al modelo que tenemos sobre cómo funciona el mundo físico que nos rodea. Este modelo nos permitiría entender las mentes de otros sin necesitar vivir sus mismas experiencias. La situación sería comparable, en bastantes aspectos, a cómo logramos saber que un huevo se romperá contra el suelo si lo dejamos caer desde un décimo piso, aún cuando nunca hayamos probado a hacerlo.

Marina Bedny y Rebecca Saxe, ambas del MIT, decidieron abordar la cuestión estudiando a personas ciegas de nacimiento. Si la teoría de la simulación fuera correcta, lo lógico sería que las personas invidentes no pudieran razonar sobre las experiencias visuales de otros en el mismo modo en que razonan las personas videntes, debido a que las invidentes de nacimiento no pueden recrear mentalmente la experiencia de ver algo.

Por ejemplo, aunque una persona invidente pueda entender la experiencia de contemplar una carta de amor escrita sobre una hoja de papel por un novio o novia (uno de los ejemplos que los investigadores usaron en su estudio), y deducir la felicidad del destinatario de la carta, al carecer de recuerdos sobre haber tenido personalmente esa experiencia específica debería tener dificultades en la reconstrucción emocional detallada de la misma.

Sin embargo, los investigadores comprobaron que las personas con ceguera congénita son tan buenas prediciendo los sentimientos de otras personas como lo son los sujetos videntes, y además los invidentes usaron las mismas regiones cerebrales, sugiriendo esto que la simulación no es necesaria y que nuestro cerebro está usando un modelo abstracto sobre los estados mentales de los demás individuos.

MIT

No hay comentarios: